Las nuevas obligaciones, restricciones y usos sociales a que obliga la Covid-19 convirtieron la sesión de ayer en el pleno de investidura más frío que se recuerda. A la falta de tensión por el resultado y la reducida presencia de invitados se unió la ... esperada falta de abrazos, besos o palmadas en la espalda entre los asistentes. Incluso la proclamación de Iñigo Urkullu fue recibida con un aplauso más protocolario que apasionado por sus compañeros de partido y sus socios de gobierno. Cierto es que tras diez horas y media de jornada el cuerpo no está para muchas alegrías.
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Como a lo largo del resto del día, lo más que recibió el lehendakari, además de los aplausos, fue algún choque de codos como muestra de reconocimiento. Fue una reelección a codazos, expresión realizada a modo descriptivo sin la carga peyorativa que podía imputársele hace unos meses, en la añorada 'vieja normalidad'. La pandemia que ha cambiado todo en nuestras vidas alcanza también al significado de las palabras.
Como estaba anunciado, la sesión estuvo marcada por las medidas de prevención ya iniciadas hace un mes en el primer pleno de la legislatura. Mamparas de separación en los escaños, asientos sellados en el palco de invitados, botes de gel hidroalcohólico por todo el edificio y mascarillas han dejado de ser noticia.
Con el aforo reducido, los invitados se limitaron al mínimo. Apenas 50, la mitad de los habituales, casi todos políticos y cargos institucionales.
La primera en sentarse en el palco fue la esposa de Urkullu, Lucía Arieta-Araunabeña. A continuación fueron acomodándose, entre otros, el delegado del Gobierno en Euskadi; los diputados generales; los presidentes de las Juntas Generales; el presidente del Parlamento de Navarra; los alcaldes de las tres capitales vascas o dirigentes políticos como Andoni Ortuzar (PNV), Arnaldo Otegi (EH Bildu), Pilar Garrido (Podemos), Santos Cerdán (PSOE), Iñaki Oyarzabal (PP) o Javier Ortega-Smith (Vox).
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La anécdota de la jornada fue ver sentados próximos, en la misma fila, a Otegi y Ortega-Smith.
Antes del inicio, frente a la sede de la Cámara vasca esperaban a los parlamentarios dos concentraciones. Una de la plataforma Zaldibar Argituz y otra de simpatizantes de Vox. También hubo protestas de hosteleros.
Otro efecto de la pandemia. La diputada guipuzcoana del PNV Irune Berasaluze no pudo asistir al pleno por estar guardando cuarentena después de que un miembro de su familia haya dado positivo por coronavirus.
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