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Representantes guipuzcoanos en la asamblea de Iruñea en 1977. Entre otros, Alkain, Bujanda, Galdos, Zubina, Darras, Monforte, Zabala, Amiano, Jauregi, Sarasola, Leizaola, Azpiazu, Sudupe, Amiano y Jauregi.
De Iruña (1977) a Bilbao (1988), historia de los cónclaves
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De Iruña (1977) a Bilbao (1988), historia de los cónclaves

La estrategia del PNV se plasmó en la asamblea de Iruñea al grito de «Libertad, amnistía y Estatuto de Autonomía»

Alberto Surio

San Sebastián

Domingo, 29 de septiembre 2024, 06:40

Iruñea, bajo los ecos de un grito: 'Libertad, amnistía y Estatuto de Autonomía'

Asamblea de Iruñea 1977

Iruñea, bajo los ecos de un grito: 'Libertad, amnistía y Estatuto de Autonomía'

El Alderdi Eguna del PNV tiene una raíz venezolana. Se inspira en las fiestas que hacían los partidos socialdemócratas (ADECO) y democristiano (COPEI) de Venezuela en el gran parque de los Caobos, en el centro de Caracas. Fue una iniciativa de Iñaki Anasagasti que recordaba aquellas movilizaciones multitudinarias que permitían una eficaz conexión emocional entre la familia y la política. Juan de Ajuriaguerra se opuso en un principio, porque quería mantener el predominio del Aberri Eguna. Pero al final salió adelante. Hubo diversas ubicaciones. Loiola, San Miguel de Aralar, Itziar... Al final se eligió Foronda, cerca de Vitoria, como lugar estable.

La estrategia de aquel PNV se plasmó en la asamblea de Iruñea, en 1977. Aquel PNV estaba marcado por la ilusión del momento. «Libertad, amnistía y Estatuto de Autonomía», se gritaba, El contexto tras el fin de la dictadura era de expectativa con años de cárcel y exilio. El fin del franquismo abrió la puerta a la esperanza. El PNV salía de las catacumbas de la clandestinidad, con una sensación ambivalente. Por un lado, la de haber mantenido la legitimidad de la llama del Gobierno Vasco en el exilio, primero con el lehendakari José Antonio Agirre, después con Jesús María Leizaola. Juan de Ajuriaguerra se había plantado en Bilbao con una firme defensa del 'partido' en 1977. Pero el valor de quienes sostuvieron las siglas jeltzales no podía esquivar una reflexión más crítica: el nacimiento de ETA como fenómeno reactivo ante un nacionalismo que, según argumentaban, se había adormecido generacionalmente durante la dictadura y había perdido su vitalidad como resistencia.

Los nacionalistas dejaron en Iruñea de ser un partido confesional católico -el 'Gibraltar vaticanista' del que hablara años antes despectivamente el socialista Indalecio Prieto- para asumir un ideario socialcristiano y europeísta.

La asamblea de Iruñea escenificó el entusiasmo y la ilusión por la llegada de la democracia y la reivindicación estatutista. Por algo formaba parte junto al PSE y ESEI del denominado 'frente autonómico' para las generales de 1977 que incluía Navarra. La asamblea se desarrolló entre el hotel Amaya y el polideportivo Anaitasuna de la capital navarra. El protagonista emergente era Carlos Garaikoetxea, futuro lehendakari.

Una primera catarsis después de la dolorosa herida de la de la escisión

Asamblea de Zestoa 1987

Una primera catarsis después de la dolorosa herida de la de la escisión

La Asamblea de Zestoa, en 1987, pretendió cicatrizar la profunda herida creada por la escisión de Eusko Alkartasuna. El partido había quedado roto prácticamente en dos y la Asamblea General reunida en el balneario de Zestoa inició una dolorosa catarsis para poner los cimientos de su reconstrucción como «partido popular y de masas» -así lo definió Xabier Arzalluz-. El texto base aprobado en Zestoa hablaba de «un pueblo perfectamente diferenciado por sus características étnicas, históricas, lingüísticas y culturales» que «constituye una nación, en la acepción étnico-política del concepto, y exige una soberanía y estatalidad propias como medio indispensable para su desarrollo integral».

Aquel cónclave, que dio luz verde a la puesta en marcha de una asamblea general cada cuatro años, había venido precedido por la traumática ruptura de la familia nacionalista, que se fue gestando en los primeros años 80 por un pulso de poder entre el EBB y Ajuria Enea, con un choque de egos entre Xabier Arzalluz y Carlos Garaikoetxea que influyó de forma determinante y que partió a la organización en dos. El argumento formal tenía que ver con el modelo confederal del país y, en concreto, con la aplicación de la Ley de Territorios Históricos que proyectaba una serie de duplicidades de poder entre las diputaciones y las instituciones comunes -el Gobierno Vasco-. En diciembre de 1984, hace casi 40 años, esa fractura comenzó a alumbrarse con la dimisión de Garaikotxea como lehendakari tras una dura pugna con el EBB. En 1985 llegaría José Antonio Ardanza al poder. El discurso demoledor con el que el portavoz nacionalista en el Parlamento Vasco José Ángel Cuerda saludó la investidura de Ardanza fue un paso más en aquel inédito y crudo divorcio. La escisión comenzaba a fraguarse, y terminaría por cristalizar en 1986. La fractura no tuvo como detonante formal la discrepancia ideológica entre la línea más socialdemócrata y la corriente más democristiana, si bien Garaikotetxea quiso dar cobertura a su movimiento con esa bandera modernizadora.

En 1988, en una asamblea general celebrada en el teatro Arriaga de Bilbao, los jeltzales completaban este giro al asumir con solemnidad que la sociedad vasca era plural. El partido daba cobertura a los pactos con los socialistas para mantenerse en el poder. Los peneuvistas hacían más que nunca de la necesidad virtud. Los 'acuerdos entre diferentes' aún no gozaban de especial predicamento en Euskadi.

El 'espíritu de Arriaga' o cómo hacer de la necesidad virtud

Asamblea de Bilbao 1988

El 'espíritu de Arriaga' o cómo hacer de la necesidad virtud

El veterano exdiputado general de Bizkaia, Josu Bergara, destacó en su momento el gran papel que tuvo Xabier Arzalluz en la asamblea celebrada en enero 1988 en Bilbao, en el teatro Arriaga. El PNV estaba aún traumatizado tras la escisión de EA y necesitaba un revulsivo para salir al campo de nuevo. «Fueron momentos de extrema gravedad, pero Xabier supo mantener la calma y la firmeza necesarias en aquellas circunstancias tan difíciles. La escisión originó que en las primeras elecciones después de la ruptura obtuviéramos malos resultados. Sin embargo, Arzalluz supo reaccionar a tiempo y con contundencia. Pocos meses después teníamos programada con antelación una asamblea del partido y la decidimos celebrar después del descalabro en el teatro Arriaga de Bilbao. Estaba recién restaurado y nos permitía transmitir una imagen de renovación». El mismo Arzalluz defendió que la cita se celebrarse en el flamante Arriaga frente a otras opiniones. Era todo un símbolo.

«Euskadi es de todos los vascos y será libre en la medida en la que todos nos sepamos respetar mutuamente. Y si un día es nacionalista deberá serlo por la persuasión, no por la imposición». El mensaje era sencillo y encerraba novedades en un discurso que solía estar más anclado en el nacionalismo romántico. Al PNV se le acusaba de tener una visión prepotente y exclusivista de lo vasco. Arzalluz intentó desmontar el tópico.

En esta asamblea, el PNV aprovechó para renovar los estatutos del partido. Pero la mayor impronta fue ideológica. «Xabier normalmente no solía escribir sus discursos, mítines, en todo caso solo unas notas sencillas en un pliego. Sin embargo, en aquella ocasión decidió llevarlo por escrito a mano en medios folios», recordó Bergara en su día. Arzalluz reconoció el pluralismo de la sociedad vasca y calificó de «injusto y antidemocrático» que se considere vascos únicamente a los nacionalistas. El reconocimiento expreso de esa pluralidad adquiría, además, una dimensión diferente en un contexto en el que ETA negaba la pluralidad ideológica de la sociedad vasca. Otra pieza que completaba el puzle se había producido dos meses antes, en noviembre de 1987, con el Pacto de Ajuria Enea que diseñaba un escenario de final dialogado y de integración política de la izquierda abertzale para cuando ETA dejara el terrorismo.

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