Sí, pero no en mi monte». Esta frase ha hecho fortuna últimamente en Euskadi y resume el sentir de numerosos ciudadanos. De todos aquellos, quizás ... usted o hasta yo mismo, que compartimos la necesidad de producir energías 'limpias', en este caso a través de los molinos eólicos, pero luego ponemos el grito en el cielo si estos parques de renovables se instalan en zonas naturales próximas a nuestros municipios. Los mismos ciudadanos que luego gastamos demasiados megavatios de luz en nuestras casas, que no queremos que cierren industrias grandes consumidoras de electricidad, o nos apuntamos a las nuevas tecnologías, léase inteligencia artificial o la cuántica, desarrolladas por centros de datos que absorben ingentes cantidades de energía.
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El debate no es nuevo. Ya empezó en el siglo pasado con las nucleares o las autopistas, y continúa con las incineradoras, el tren de alta velocidad, los tanatorios o hasta los albergues para pobres, pero en la actual coyuntura de pérdida de competitividad a nivel mundial y crisis energética, toca hacer una reflexión sobre los parques eólicos.
Y aquí los partidos vascos tienen mucho que decir. Singularmente EH Bildu, aunque PNV y PSE también han apoyado mociones y alegaciones contra proyectos en municipios como Urretxu, Elgoibar, Azkoitia o Zumarraga. Los principales movimientos ecologistas que se oponen a los eólicos han orbitado históricamente en torno a la izquierda abertzale, y en la coalición soberanista surgen contradicciones como la del alcalde de Oion (Araba), que llegó a la Alcaldía a lomos de su rechazo al parque de Labraza, el primero que se va a construir en Euskadi en 20 años, y no ha tenido ahora más remedio legal que darle luz verde en el Ayuntamiento, pese a las protestas vecinales.
Casos como este, o con los proyectos en Azpeitia o Zestoa, obligan a EH Bildu a realizar ciertos equilibrios. La pedagogía interna será clave y es hora de persuadir a la ciudadanía de que mantener nuestro estilo de vida, demasiado anclado al consumo y gasto energético, conlleva ciertos sacrificios. Lo aprobado por PNV, EH Bildu y PSE en la reciente ley vasca de cambio climático, que obliga a los promotores de parques a cumplir las normas medioambientales y revertir en las comarcas, puede ser un camino. Pero sin poner más piedras de las necesarias.
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La guerra de Ucrania desnudó las carencias energéticas de Euskadi, con un índice de autoabastecimiento que no llega al 10%, lo que significa que más del 90% de la energía primaria consumida proviene de fuera, reflejo de la dependencia del País Vasco. Por no hablar de la saturada red eléctrica vasca. Así que, ante semejante panorama, alguna solución habrá que plantear.
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