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El deterioro de la política está escalando a cotas alarmantes. La prueba más reciente se dio el pasado día 11 con motivo de la conmemoración del vigésimo aniversario de los atentados en la Estación de Atocha. Como si se hubiera congelado el tiempo, las víctimas ... quedaron otra vez arrinconadas en el más doloroso olvido, mientras la política se divertía reproduciendo el encarnizado enfrentamiento entre partidos que se apropió de los días posteriores a la tragedia. Como si los veinte años transcurridos no hubieran sido bastantes para calmar ánimos, olvidar mezquindades y recuperar la unidad quebrada. Sólo habían servido para extender a todos los ámbitos de su actividad el espíritu de ruptura y exclusión que se instaló en la política con la decidida voluntad, por lo visto, de perpetuarse como seña permanente de su identidad.

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