El nuevo presidente del EBB, Aitor Esteban, se estrenó en su cargo pidiendo prudencia sobre la eventualidad de avanzar en la definición acordada de un ... nuevo estatus de autogobierno para Euskadi. El secretario general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, le replicó que con «el PNV de Ortuzar teníamos muy claro que era el momento». Reclamando «ambición» a Esteban. El episodio plantea una serie de interrogantes que las apariencias del desencuentro de esta semana no despejan en absoluto. Otegi estaría urgiendo a Sabin Etxea a que se dé prisa para hacerse valer de la amplia mayoría parlamentaria con la que cuenta el nacionalismo en sus dos versiones. Una suma de 54 escaños sobre 75 en Vitoria, con una representatividad de casi el 68% del voto. Pero cabe preguntarse si en realidad Otegi no simula.
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Aunque la izquierda abertzale se haya visto en la necesidad de consagrar su propio momento como el del «cambio histórico», ese y otros calificativos no son más que la ficción con la que trata de explicar la desaparición de ETA como victoria y no como desistimiento. Un desistimiento que trata de paliar también autodenominándose «izquierda independentista» sin que este último término aparezca en su programa más que como jaculatoria para el cierre de sus intervenciones públicas. A medida que EH Bildu trata de reconvertirse en una formación 'como las demás', su blanqueamiento le resta la «ambición» que, sin embargo, requiere del PNV. No es una cuestión baladí, porque en el fondo Otegi viene a decirnos que ellos no se van a lanzar a por el nuevo status. Que lo que quieren es que lo hagan los de Aitor Esteban, atribuyéndose la izquierda abertzale un papel de marcaje en tal escenario.
Otegi urge a Esteban dando a entender que el mandato de Pedro Sánchez podría flaquear en cualquier momento. En realidad, y por lo que respecta al nuevo estatus, lleva tiempo flaqueando. Así es desde el momento en que las concesiones a Junts y a ERC no pueden reciclarse en clave vasca, al margen de la agenda de transferencias que pertenece al 'viejo estatus'. Y, más recientemente, a causa de las convulsiones geopolíticas. La guerra que Putin se obstina en eternizar y la que acaba de declarar Trump son todo menos «ventanas de oportunidad» para un nuevo estatus. Reeditar en esta coyuntura algo semejante al plan Ibarretxe no parece lo más oportuno, cuando ni siquiera la izquierda abertzale se muestra dispuesta a ponerse al frente de la manifestación. Entre otras razones porque tampoco quiere incomodar a Pedro Sánchez.
Hay además dos interrogantes que el soberanismo no quiere y no puede despejar. Qué significaría realmente la identificación de Euskadi como nación. Y qué alcance jurídico-material tendría el derecho a decidir. A lo que se suma la gran pregunta que tanto el PNV como EH Bildu tratan de eludir en este momento como su gran tabú. Con quién desearía cada uno de ellos gobernar la comunidad política resultante de un eventual nuevo estatus.
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