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Las víctimas merecían cuando menos un perdón universal claro y rotundo, sin matices, ambigüedades ni aderezos retóricosLa organización terrorista ETA se ha disuelto y así lo ha verbalizado a través de epístolas colaterales, toda una novedad comunicativa en su adiós. No ha regateado este término para esconder sus vergüenzas y su fracaso. Euskadi vivirá a partir de ahora sin el terror con el que la banda armada ha sometido a vascos y españoles durante 60 años con una lista macabra de 854 víctimas mortales, 2.533 heridos, 15.649 amenazados, 10.000 empresarios extorsionados y 3.500 atentados. Todo un reguero de sangre y dolor sin que haya conseguido ni un solo logro político porque al final el imperio de la ley se ha impuesto a la sinrazón de una banda terrorista que buscaba imponer una determinada ideología por la fuerza. Nada de eso han conseguido.
En su adiós la banda ha evitado también admitir la injusticia del daño causado y ha establecido dos baremos de víctimas a la hora de pedir perdón. Un craso error. Las víctimas merecían cuando menos un perdón universal claro y rotundo, sin matices, ambigüedades ni aderezos retóricos.
En estos momentos de alivio ante el cierre de un ciclo vital tan trágico y no menos angustioso para la sociedad vasca, no puedo dejar de acordarme de tantas y tantas víctimas a las que he entrevistado durante estos últimos años para este periódico en el ejercicio de mi profesión. Ha sido una experiencia personal muy dura, pero a la vez enriquecedora en lo personal. Siempre me puse a su lado, tanto en lo físico como en lo moral, cuando me sentaba a su lado en sus casas para que me verbalizaran sus tragedias para que pudieran ser publicadas. Siempre compartía sus silencios, su dolor y hasta sus lágrimas. Nunca me olvidaré de cada una de esos ojos enrojecidos, de esa infinita desolación que expresaban sus rostros, de la desesperación que transmitían sus palabras por no encontrar respuesta a dos preguntas que repetían sin descanso: ¿por qué? y ¿para qué? Eran viudas y huérfanos desconsolados, que en la inmensa mayoría de los casos nunca han dejado anidar el odio en su interior como réplica ante semejante zarpazo terrorista encajado. Todo un ejemplo de calidad humana y de generosidad. Nunca os olvidaré.
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