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Negociar desde el principio de realidad, pero también con firmeza y con ambición. Demostrar responsabilidad porque no hay un día mágico de ruptura, sino que todo es fruto de un proceso y de una transición no exenta de contradicciones. Acumular fuerzas en clave de izquierda soberanista, pero ensanchar la base social del independentismo y penetrar en nuevos sectores sociales, sobre todo jóvenes y urbanos que han estado alejados del imaginario identitario abertzale. Y articular mayorías para llegar al poder y disputar la hegemonía al PNV.
El objetivo de EH Bildu hasta la negociación del acuerdo presupuestario se envolvía en esta estrategia de manual. Una apuesta anclada en la teoría del 'frente amplio' que se abre a nuevos segmentos sociales. El pacto presupuestario no trastoca en esencia la hoja de ruta y pretende ensamblar con mayor coherencia la práctica desarrollada en Madrid con el Gobierno de Pedro Sánchez, o en Navarra con el Ejecutivo de María Chivite, con el modelo de oposición desarrollado en la Comunidad Autónoma Vasca, en donde la izquierda abertzale detecta que el lehendakari Urkullu sufre ciertos síntomas de desgaste y ve al PNV con un flanco de debilidad que le ha forzado a este último pacto presupuestario. Desde EH Bildu se descarta trasladar estos acuerdos al ámbito foral y municipal, pero sí se admite la conveniencia de modular el tono del perfil de la oposición a este nuevo marco. Y controlar los tiempos, el arma más secreta de la política.
La pretensión de fondo pasa por fortalecer el proyecto de la izquierda independentista para dar el salto definitivo. Primera estación: las elecciones forales y municipales de 2023. El viento, creen, sopla a su favor. EH Bildu ya ha empezado a preparar toda su maquinaria para dar una batalla en toda regla por articular nuevas mayorías, consciente de que se puede avecinar un nuevo mapa más complejo basado en la geometría variable de acuerdos cruzados entre diferentes fuerzas políticas. Entre ellos y el PNV, entre ellos y los socialistas, entre los jeltzales y el PSE, o entre ellos y Elkarrekin Podemos. Todo va a ser posible y no hay nada escrito de antemano, aunque en su fuero íntimo tienen la convicción de que los jeltzales y los socialistas querrán repetir su alianza de gobierno allá donde puedan y den los números y mayorías estables. Ya que, opinan, todavía hay muchas más cosas que les unen que las que les separan. Y la inercia del pasado sigue siendo poderosa.
La apuesta de EH Bildu por ensanchar el espacio electoral tiene un competidor directo al que se pretende desgastar en las urnas, que es Elkarrekin Podemos. La izquierda abertzale tiene una tesis y es que la formación morada ha entrado en un proceso de declive después de su eclosión en 2015, en unas elecciones generales en las que logró ser la primera fuerza política en Euskadi y penetró en caladeros sociológicos abertzales, para sorpresa de los propios nacionalistas. Desde EH Bildu se cree que este proceso ha invertido las tornas y que su perfil social en este momento sirve de imán para atraer a ese votante que en su día tuvo Podemos. Solo hay un factor que aún no tienen claro y es hasta qué punto las expectativas de Yolanda Díaz pueden trastocar sus pronósticos y complicar sus planes.
En todo caso, EH Bildu aspira a recuperar a una parte del electorado de Podemos, se prepara para disputar una franja de electorado fronterizo con el PNV, sobre todo en Gipuzkoa, y aspira incluso a competir por el voto socialista.
En este escenario ha irrumpido como variable de distorsión la variable de ELA y su discurso de abierta confrontación con el acuerdo presupuestario. No es la primera vez que el primer sindicato abertzale arremete contra la estrategia posibilista de la izquierda abertzale. Lo ha hecho en anteriores experiencias negociadoras de los Presupuestos. Lo hizo cuando EH Bildu gobernaba la Diputación de Gipuzkoa. Lo ha hecho también en relación a los fondos europeos. Pero sí es la primera vez que la crítica ha sido tan contundente. Y que, además, ha llegado también de la mano del sindicato LAB. Desde EH Bildu se hace en privado una lectura crítica del papel de ELA, se considera que ha renunciado a algo que fue esencial, por ejemplo, en el Pacto de Lizarra, que es entender que el devenir del proceso soberanista debía basarse en la acumulación de fuerzas y en el gradualismo, y tiene que insertarse en el contexto europeo para ser viable. En la dirección de EH Bildu se cree que ELA ha acelerado su relevo generacional dentro de la izquierda abertzale sociológica porque su verdadera aspiración pasa por perpetuarse como un permanente contrapoder, incluso para el supuesto de su llegada al poder.
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A. González Egaña y Javier Bienzobas (Gráficos)
Lucía Palacios | Madrid
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