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La comisión de Derechos Humanos y Cultura Democrática de las Juntas Generales de Gipuzkoa acordó ayer aceptar la comparecencia, en una fecha aún por determinar, de las asociaciones Egiari Zor, Aranzadi, Argituz, Mikel Zabalza Herri Ekimena y Berridatzi para presentar los detalles del proyecto del ... Palacio La Cumbre que las citadas asociaciones memorialistas hicieron público el pasado mes de octubre, semanas después de que se conociera la propuesta del Ayuntamiento de San Sebastián y del anterior Gobierno Vasco en la que indicaban que el eje vertebrador del espacio expositivo permanente debería ser el caso de Josean Lasa y Joxi Zabala. Fue en las instalaciones de esa finca de 17.600 m2, donde en 1983 los dos jóvenes tolosarras sufrieron torturas por miembros de la Guardia Civil pertenecientes al acuartelamiento de Intxaurrondo que entonces dirigía el coronel Enrique Rodríguez Galindo.
En la propuesta de Egiari Zor y las otras asociaciones reclaman que el Palacio de la Cumbre, ubicado en el barrio de Aiete de San Sebastián, se convierta en sede de la memoria de «violaciones graves de derechos humanos cometidos en el País Vasco por grupos parapoliciales y Fuerzas de Seguridad del Estado».
En cualquier caso, para emprender este u otro proyecto en el citado lugar queda aún pendiente el procedimiento administrativo de cesión al Ayuntamiento de la finca propiedad del Estado español, dentro del compromiso que adquirió el Gobierno de Pedro Sánchez tras el acuerdo alcanzado en 2022 con EH Bildu en el marco de la negociación para la aprobación de la Ley 20/2022, de 19 de octubre, de Memoria Democrática.
El documento titulado 'Propuesta para la adecuación del Palacio de la Cumbre en un Lugar de Memoria' defiende hacer de este palacio un lugar de recuerdo «centrado en la violencia ejercida por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y grupos parapoliciales en Euskadi» durante la dictadura franquista (1960-1975), la Transición (1975-1983) y años posteriores.
Proponen que sea un lugar «de investigación, de reconocimiento y reparación» de las víctimas, pero sobre todo «de divulgación» mediante técnicas museográficas e iniciativas diversas que también sirva, como aspecto novedoso «para la ayuda terapéutica y atención médico-psicológica y social a las personas a las que ampara el proyecto».
El proceso de resignificación de La Cumbre, según exponen, no debería limitarse solo a una intervención en el edificio del palacio, sino que debería de ir acompañada de una transformación de su entorno, del propio recinto intramuros. «No se puede obviar que la percepción social sobre La Cumbre como fortaleza inaccesible, bunkerizada, rodeada de muros, alambradas, cámaras… está instalada en el imaginario colectivo. Esta imagen debe ser transformada con una intervención arquitectónica y paisajística que permitiera 'derribar' (aunque sea parcialmente) esos muros físicos y metafóricos», apunta el proyecto.
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