
Javier e Iñigo Ruiz
Domingo, 23 de marzo 2025, 00:34
Durante todos estos años hemos experimentado realmente justo lo que ocurre después de un hecho traumático, no hemos llegado a vivir el hecho en sí. ... Todo lo que ocurre antes de nacer o de ser uno consciente de que existe es, en realidad, como si no hubiera ocurrido en la consciencia de cada uno. Por lo tanto, esos primeros encuentros más directos con la situación fueron con las miradas de extrañeza hacia nuestro padre por la calle, comentarios o preguntas de amigos.
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Pero con el paso de los años, poco a poco empiezas a ser consciente de todo ello, hay un momento en el que todas esas pequeñas cosas empiezan a encajar y algo hace clic en tu cabeza: ¿Por qué alguien sería capaz de hacer semejante daño a nuestro padre? Echas la mirada atrás y quieres entenderlo, quieres vivirlo, pero hay un punto al que no puedes llegar, es imposible.
Nuestros padres desde siempre nos han protegido mucho de ello y nos han hecho vivirlo de una forma muy natural y positiva, y no hay nada que haya sido capaz de romper esa normalidad y armonía, ni el más pequeño detalle. Nunca hemos visto en ellos ningún síntoma de debilidad o resentimiento, ni de querer ahondar en el dolor, más bien todo lo contrario. Decidieron escoger el camino más difícil y también el más injusto. Ante una situación así, el instinto más natural es el de responder al odio con más odio, pero de qué servía enfrentarlo con odio si precisamente fue lo que tanto dolor les causó.
Como nuestra madre nos ha comentado en numerosas ocasiones, vivir odiando, te consume. El odio deshumaniza y destruye a las personas, no hay nada sobre lo que construir. Ese sentimiento podría haber derivado en algo negativo y sin embargo se ha transformado en algo positivo. Gracias al ejemplo de nuestros padres hemos podido ver cada día el esfuerzo y la voluntad por querer salir adelante, por mantenerse unidos y criarnos en un ambiente familiar sano y positivo, por afrontar de esta manera una situación tan dura, que supone un vuelco a tu vida y para la que nadie está preparado.
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Ante esto solo nos queda agradecerles la educación que nos han dado. De hecho, podemos presumir de tener a unos héroes como padres.
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