«Si hubiera un presidente de la república nunca sería del PNV». La frase se le atribuye a Xabier Arzalluz y encierra la explicación del 'accidentalismo' –en término acuñado por el historiador José Luis de la Granja– con el que el partido jeltzale ha vadeado ... siempre el debate sobre la forma de Estado en España. Ni monárquicos ni republicanos, sobre todo pragmáticos, entre otras cosas por la histórica cercanía de los territorios vascos con la casa de Borbón –de cuyo lado se posicionaron en la Guerra de Sucesión–, pero sobre todo por la convicción de que una jefatura del Estado inspirada en modelos como el francés podría ser a la postre contraproducente para los intereses de Euskadi y un freno a las aspiraciones de más autogobierno de las nacionalidades históricas.
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En plena tormenta por la salida de España del rey emérito, la posición del PNV se ha modulado, se ha hecho más crítica con la Corona, pero no ha cambiado en lo sustancial. A diferencia de la beligerancia con que el resto de socios de Pedro Sánchez han reaccionado a la «huida» del padre del actual Rey, Sabin Etxea ha evitado jalear el referéndum sobre monarquía o república que piden sin sonrojo los morados desde el Consejo de Ministros para centrarse en exigir un 'aggiornamento' de la institución al siglo XXI. Un tránsito que, creen, si no se completa abocará a la «desaparición» de la Corona y que pasaría en todo caso por acotar la inviolabilidad del Monarca, reforma constitucional mediante, al estricto ejercicio de su rol institucional.
«Nuestra posición es clara. Nosotros no somos un partido monárquico», apunta Andoni Ortuzar en declaraciones a este periódico, las primeras que realiza tras conocerse la marcha del anterior jefe del Estado. El presidente del EBB constata la «gran decepción» de su partido con la Corona y la consiguiente «desafección» hacia la institución monárquica que ha ido calando en la formación jeltzale y que llevó incluso a Urkulllu a declararse republicano.
No obstante, pese a tildar de «escandaloso e inmoral» el comportamiento del emérito, Ortuzar deja claro que puede ser peor el remedio que la enfermedad. Y recupera un ejemplo que siempre han puesto los jeltzales, la posibilidad de que se recurriera a viejas glorias del bipartidismo para cubrir la presidencia de esa hipotética república española. «Si el cambio fuera hacia una república centralizada y jacobina con un presidente tipo José María Aznar, estaríamos en absoluto desacuerdo», ilustra. Un reflejo de que al PNV no le interesa en absoluto agitar un avispero peligroso que solo serviría para poner en riesgo la preciada estabilidad de la que hacen santo y seña y que les ha consagrado como un partido nacionalista y de Estado al mismo tiempo.
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Para el PNV, el debate prioritario en torno al modelo de Estado, dice su presidente, no es el «nominal» sobre quién ostenta su jefatura, sino el que afecta a su «esencia», es decir, el territorial. «Habría que determinar si hablamos de un Estado federal o confederal, simétrico o asimétrico, plurinacional o de identidad nacional única... Todo esto es más importante para nosotros que monarquía o república», dice Ortuzar, que en esa disyuntiva se posiciona a favor de una república vasca «como entre el 34 y el 36».
Pero, ¿de dónde viene la decepción jeltzale con una institución con la que durante décadas exhibió una relación cordial y hasta cercana? Sobre todo, de su nula sintonía con un Felipe VI en el que depositaron grandes esperanzas tras la abdicación de su padre. Una de las principales razones por las que el PNV siempre ha sido «respetuoso» con la Corona es, como admite Ortuzar, la tradición foral que ha impedido, por ejemplo, que hayan secundado iniciativas en las Juntas para retirar al Monarca el título de señor de Bizkaia. Los jeltzales creyeron que el Rey podría operar como «nexo entre la soberanía foral de los territorios vascos y el moderno Estado español» y propiciar la actualización de los derechos históricos en una suerte de segunda Transición, a través de un pacto con la Corona que Urkullu llegó a defender en público aquel 2014, una vía que ya habían explorado Arzalluz y Mitxel Unzueta durante el proceso constituyente. Pero su duro discurso contra el independentismo catalán tras el 1-O y su «distancia con las instituciones vascas» enfriaron las expectativas. El escaso entusiasmo que la Corona despierta en Euskadi hizo en el resto. «Somos sumamente críticos con la gestión de la institución durante estos 45 años», zanja Ortuzar.
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