La posibilidad de que Instituciones Penitenciarias reactive con una veintena de presos de ETA los denominados encuentros restaurativos con las víctimas avanza con pies de ... plomo. «Están en mantillas», describen las fuentes judiciales consultadas, que no solo remarcan lo problemático que resulta la formalización del perdón; también que cuando sí existe una disposición a pedir disculpas cara a cara, esto «tiene que encontrar un receptor» al otro lado. Las citas entre víctimas y verdugos, monitorizadas por especialistas y paralizadas por el Gobierno de Mariano Rajoy al acabar el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero, siempre han estado rodeadas de un halo de incomodidad. Incomodidad que se refleja, esta vez, en la insistencia del Ejecutivo de Pedro Sánchez en que no se trata de una 'vía Nanclares 2' y que las reuniones se engloban en un marco general para el conjunto de la población reclusa que quiera resocializarse.
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Lo cierto es que la justicia restaurativa, la que persigue ir más allá de la mera condena incentivando el resarcimiento de las víctimas con la admisión del dolor causado, no había encontrado un ecosistema tan propicio como ahora. La hoja de ruta para la rehabilitación de los presos de ETA la trazó el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, en sus autos en la Audiencia Nacional, con Castro en Vigilancia Penitenciaria. Y la justicia restaurativa constituye un pilar tanto de la estrategia del Gobierno Vasco para asumir, el 1 de octubre, la transferencia de Prisiones y del programa de Iñaki Subijana en la Presidencia del Tribunal Superior.
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