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La coincidencia entre los distintos pronósticos demoscópicos de cara a las elecciones del domingo resta intriga al escrutinio final. Como ocurre tantas veces, la abstención se convierte en el único motivo de especulación. Los propios partidos ven el nivel de participación como ese enemigo temible ... o como ese golpe de suerte que podría echar por tierra encuestas que son ya un verdadero estado de opinión. Que el 58,4% de los franceses con derecho a voto se abstuviese en la segunda vuelta de las municipales generó alguna inquietud a este lado del Bidasoa al suponer que tan baja afluencia electoral se debía al miedo al coronavirus. En realidad, la participación bajó con récord ya en la primera vuelta del 15 de marzo.
De todas las opciones electorales, la abstención es la que suscita interpretaciones más reduccionistas. Cuando nunca se sabe a ciencia cierta a qué podría obedecer, a quién puede beneficiar o perjudicar y en qué grado. Si nos fijamos en las tres últimas convocatorias autonómicas –2009, 2012 y 2016, su nivel de participación se situó entre el 63% y el 65%. Aunque la izquierda abertzale estuviese fuera de juego en la primera y Elkarrekin Podemos se estrenara hace cuatro años, ni la participación varió significativamente ni era posible vaticinar de antemano sus efectos sobre el voto.
Las colas para los análisis de PCR en Ordizia parecen preludiar las esperas en los colegios electorales el 12-J. La naturalidad con la que las personas citadas por Osakidetza guardan su turno no es necesariamente una estampa disuasoria para el domingo. Lo que los brotes epidémicos resten en afluencia podría verse compensado en parte por el deseo de responder a la pandemia yendo a votar. Del mismo modo, aunque la atonía de campaña contribuya a olvidar que hay elecciones, su carácter de acto social masivo y ordenado invitará a acudir a las urnas de la nueva normalidad. El incremento de las solicitudes de voto por correo en un 140% no puede responder solo al temor a personarse en los colegios. Si sube la abstención no será tanto por miedo a contagiarse como porque no se atisba alternativa alguna a lo conocido. El pronóstico favorable al PNV tampoco desmovilizará a su electorado en un país en el que gusta ganar. Si baja la participación, serán las formaciones más pequeñas las que salgan perdiendo. Al contrario que en Francia.
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