Rivalidad

Ajuria Enea, un viaje con más curvas que nunca

Urkullu y Otegi son los candidatos previsibles, pero PNV y EH Bildu analizan todas los escenarios antes de librar una reñida batalla tras la que el PSE tendrá la llave

Alberto Surio

San Sebastián

Domingo, 3 de septiembre 2023, 02:00

El nuevo curso político 23-24 se presenta de alto voltaje en Euskadi. Las elecciones autonómicas se antojan a cara de perro entre el PNV ... y EH Bildu. La izquierda independentista –crecida por su despegue electoral en los últimos comicios– aspira a dar el sorpasso y ganarlos. Es difícil, pero no imposible. El PNV confía en que las autonómicas marquen un terreno de juego más propicio pero, por primera vez, empieza a tener dudas sobre su fortaleza electoral y la posibilidad de cambiar de inercia.

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La gestión se ve eclipsada por el desgaste de Osakidetza y una fuerte conflictividad social y se ha convertido en un campo de confrontación. Ambas formaciones contemplan que Iñigo Urkullu se presente a la reelección y que Arnaldo Otegi sea el referente del cambio, la 'alternativa'. Y todos libran un debate discreto sobre las candidaturas. Manejan todos los escenarios.

Otegi

Otegi ha afirmado que si se lo proponen tomará la decisión que «convenga a nuestro pueblo»

El debate

Representa la unidad interna pero a la vez puede hacer más difícil la apertura a nuevos sectores

El lehendakari, que el próximo día 18 cumple 62 años, es un veterano con experiencia acreditada. Sería su cuarta legislatura. Tiene buen cartel, además de dentro del cuerpo social del PNV, entre los electores del PP y del PSE, que valoran su seriedad, le ven centrado en la economía y los servicios públicos, moderado en el talante, dispuesto a los pactos con los no nacionalistas y comprometido con las víctimas. Su firmeza contra ETA es un valioso activo. En las últimas semanas ha anunciado una propuesta para blindar el autogobierno vasco en un nuevo modelo de España plurinacional sin reforma de la Constitución que le ha permitido recuperar la iniciativa política.

Urkullu

Si el PNV le propone, comunicará al partido su disposición o no a seguir una legislatura más

El debate

Es la garantía de la experiencia pero emerge la duda de si sirve para rescatar el punch perdido

De repetir, sería su última legislatura, después de tres mandatos. Lo previsible es que continúe. Pero en el PNV también reflexionan sobre su perfil, sobre todo ante la necesidad de conectar con el electorado perdido. ¿Es el cartel más útil y más atractivo para sumar nuevos apoyos?, se preguntan. La respuesta no es fácil. No hay apenas tiempo para rodar una alternativa y el debate sobre la renovación generacional es bastante más profundo.

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La dirección del PNV tiene que decidir si apuesta por la continuidad del lehendakari y hablar con él para saber si tiene la disponibilidad de seguir. Será en ese momento cuando se ponga en marcha la maquinaria interna del partido, que somete todos sus candidatos al refrendo de las bases. De forma paralela, en 2024, finaliza el período del mandato de cuatro años del EBB presidido por Andoni Ortuzar. Fue elegido en 2013. Después de una década cree que hay que dejar sitio a una nueva generación.

Choque de dos modelos

El PNV mira de reojo a EH Bildu, a sus planes y a sus tiempos. La convicción íntima entre los jeltzales es que al final saldrá adelante la opción de Arnaldo Otegi como el nexo entre la historia y el futuro. El PNV se muestra expectante por el rumbo que ha tomado su adversario, al que ve con un desdibujamiento abertzale en aras del flanco de una izquierda 'dura' que busca mayorías más amplias. Los jeltzales analizan que Otegi sería un candidato más fácil para su estrategia de choque frontal, en la medida en que representa un mundo con el que históricamente el PNV ha confrontado dos modelos de construcción de Euskadi. Para Sabin Etxea, es sinónimo de pasado. Ese es el relato.

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Los jeltzales sostienen que la imagen de Otegi, que tiene 65 años, no es la más idónea para atraer a nuevos electores y abrirse a segmentos de la abstención y de la izquierda no nacionalista. El PNV intuye que EH Bildu va a poner toda la carne en el asador para atraer al voto de Podemos.

La izquierda independentista se siente escrutada en el escaparate público pero cree que ha acertado de lleno en su orientación y que su afianzamiento responde a una marea de fondo irreversible que parte de una tesis: el PNV está en un proceso de agotamiento, que aún puede durar cierto tiempo. En su opinión, este declive no tiene marcha atrás y determinada gesticulación se asemeja a cierto 'anticomunismo' de la Guerra Fría que queda más en evidencia.

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Otegi dejó clara esta pasada semana que serán las bases de EH Bildu las que tomarán una decisión definitiva. Y lanzó un cierto aviso a navegantes al señalar que él pide que se respete en ese momento su derecho a decidir en función de «las necesidades de nuestro pueblo». Es decir, Otegi, sobre el que ya no pesa una inhabilitación penal para ser cargo público, tiene las puertas abiertas de par en par para ser el aspirante. Simboliza el gran cambio estratégico de la izquierda abertzale que ha dejado de ser 'revolucionaria', en el sentido clásico, hace política desde la democracia y aspira a liderar un 'frente amplio' progresista. ¿Su modelo? De haber uno el más aproximado sería el de las socialdemocracias nórdicas.

Pero en EH Bildu, al mismo tiempo, ha emergido una reflexión incipiente sobre las condiciones que debería reunir el mejor candidato. ¿Con qué cartel se puede ir más lejos y más rápido en la línea de apertura a nuevos sectores? ¿Cuáles el mejor aspirante para esa 'nueva Euskadi'? ¿Y si una apuesta por una mujer diera un mayor impulso a la renovación que quiere impulsar la izquierda abertzale? Son preguntas en el aire que ponen encima de la mesa otros análisis que también llegan a la Mesa Política. El papel de la portavoz de EH Bildu en el Congreso, Mertxe Aizpurua, no ha pasado desapercibido para quienes no excluyen ninguna hipótesis y admiten que, tarde o temprano, el relevo llegará.

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Predominan, no obstante, quienes creen que Otegi es el mejor candidato para EH Bildu, que garantiza la unidad y tiene autoridad interna. Que es el líder por naturaleza. El icono para una generación que en su día tomó el camino de las armas, como el IRA en Irlanda del Norte, hasta que llegó a la conclusión de que esa estrategia estaba acabada y había que ensayar el camino de la política. El éxito alcanzado por el Sinn Féin se proyecta en el espejo.

El duelo será estruendoso. Desde EH Bildu se ve al PNV desubicado y obsesionado por mantener el poder a toda costa. En la izquierda abertzale se trabaja un escenario: que los jeltzales conserven por muy poco la primacía, sigan en Ajuria Enea con la ayuda del PSE, y EH Bildu se coloque en una posición de ventaja para dar el salto definitivo para 2028. Para la izquierda independentista, el candidato más cómodo sería Urkullu como representante de la continuidad y de un modelo de gobernanza y de gestión. Además, el lehendakari, sostienen, no es el mejor cartel para el soberanismo y ya no es un dique de contención de electores del PP y del PSE. «Hemos dejado de dar miedo», creen desde la izquierda independentista para subrayar que detrás de sus expectativas está el acelerado cambio social experimentado en los últimos diez años. A su juicio, un sector de la ciudadanía ha premiado su pragmatismo, es progresista, y pide una nueva forma de hacer política. Ni una mención al pasado de la violencia terrorista y al lastre humano, económico y moral de lo que supuso. Es un ciclo nuevo. Esa es su narrativa.

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En este paisaje será el PSE el que puede tener la llave de las futuras alianzas. La apuesta jeltzale pasa por cortocircuitar de raíz una entente de izquierdas. Al mismo tiempo si Pedro Sánchez desea continuar en la Moncloa, debe incluir en una misma alianza 'plurinacional' al PNV y a EH Bildu, además de a todos los soberanistas catalanes. El rompecabezas está servido en bandeja.

La defensa del autogobierno, arma arrojadiza entre abertzales

La polémica por la Ley de Vivienda se va a convertir en una de las pautas de la próxima campaña electoral vasca. Esta norma, aprobada en el último minuto por el Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, fue duramente criticada por el PNV, que ha advertido que vulnera el autogobierno vasco y supone una invasión competencial. La ley establecía topes a los alquileres en las zonas tensionadas y fue respaldada por EH Bildu, que negó la existencia de una invasión de las competencias estatutarias y afeó a los jeltzales su estrategia al situarla en el campo de la órbita ideológica conservadora, más afín a los intereses de los propietarios y de las empresas inmobiliarias que de los inquilinos. El PNV rebatió con energía la acusación y reprochó a la izquierda independentista hacer dejación de la bandera del autogobierno vasco. La polémica estuvo presente en la campaña de las últimas elecciones municipales, en la que el problema de la vivienda en las ciudades vascas ocupó un lugar relevante. La controversia no se ha zanjado. El mismo lehendakari Urkullu anunció una reflexión ante la posibilidad de que el Gobierno Vasco interponga al final un recurso de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional contra esta ley, una eventualidad que suscita el rechazo drástico de su socio de coalición, el PSE, que dirige el Departamento de Vivienda. Pero el debate puede subir de tono después de que ERC, aliado de EH Bildu y que apoyó también esta norma en el Congreso, haya decidido secundar en el Parlament de Cataluña la propuesta para recurrir la ley por 'invasión competencial', aunque a la vez reconoce que incluye avances sociales. ERC, que se ha visto sometida a la presión de Junts, se mueve en un territorio complicado que algunos creen que puede trasladarse a Euskadi en los próximos meses y poner en aprietos a EH Bildu. La campaña del PNV ya tiene una partitura.

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