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Los pactos municipales apuraron ayer las posibilidades que los partidos tenían de extraer el máximo rendimiento de los votos obtenidos; pero también mostraron la carga de dependencia que soportan respecto a sus socios. Servidumbres a cuatro años a nivel local, que dibujan el inicio de ... la legislatura en doce autonomías y en las Cortes. Aunque llamen la atención las excepciones, destacó la disciplina centralizada con la que se operó en un panorama tan cuarteado, como si la autonomía municipal fuese pura entelequia.
En términos relativos, el PP logró compensar el revés sufrido en las generales del 28 de abril, en puertas de apuntalar presidencias autonómicas. Pero queda por conocer qué ámbito de poder ha obtenido Vox a cambio, porque de ello dependerá su evolución política y el futuro trasiego de votos entre ambas formaciones. Ciudadanos no ha podido desembarazarse de Abascal porque tampoco podía escorarse hacia la izquierda tras recabar el voto por la derecha. Obtiene lo que nunca tuvo: alcaldías y poder municipal en Madrid, las dos Castillas y Murcia. Pero al precio de desdibujarse mientras trata de deshacerse inútilmente de la sombra de Vox.
El PSOE de Pedro Sánchez no ha logrado mejorar en los ayuntamientos las perspectivas que se le presentan de cara a la investidura, porque para eso tendría que haber sido capaz de quebrar la entente de Ciudadanos con el PP más allá de Castilla-La Mancha. Y porque Unidas Podemos pasó desapercibida en la constitución de los ayuntamientos. El éxito de José María González 'Kichi' en Cádiz, o de Francisco Guarido en Zamora, y el mantenimiento de Ada Colau en la Alcaldía de Barcelona no compensan sino que subrayan su ausencia ayer. Teniendo en cuenta además que los 2.887 inscritos de BComú que ratificaron un acuerdo no escrito con el PSC en la capital catalana lo hicieron conscientes de que sin esa Alcaldía su proyecto político se venía abajo, aunque deban la salvación a Valls. ERC se quedó por debajo de las expectativas que pudo albergar tras las generales y en las municipales, evidenciando que la sombra del unilateralismo es una rémora, cuando las alianzas con fuerzas no independentistas están prohibidas por el marcaje mutuo con Puigdemont.
El pacto PNV-PSE constituye un compromiso de largo alcance que ata a ambos partidos también de cara a la próxima legislatura autonómica. Además, la necesidad que Pedro Sánchez tiene del grupo jeltzale para conformar su propia mayoría parlamentaria comportará un intercambio duradero de favores. Los socialistas vascos han logrado que su coalición con los nacionalistas no les perjudicara electoralmente -al modo del 'abrazo del oso'-, sin duda porque los comicios locales y forales han tenido lugar durante el ascenso del 'sanchismo'. Mientras que el partido de Ortuzar y Urkullu ha podido aprovechar el momento para identificarse de tal manera con la gobernabilidad que le ha aportado apoyos de la mitad derecha del tablero político, cuando EH Bildu daba muestras de recuperación competitiva. El PNV está atado al PSE, porque su alianza es la mejor garantía de que a medio plazo no asome una alternativa de las izquierdas vascas capaz de disputarle la hegemonía política a los jeltzales. El PSE está atado al PNV, porque la izquierda abertzale continúa lastrada por su pasado como hipotético aliado de los socialistas, y porque sus dirigentes saben que yendo por libre favorecerían la eventualidad de un entendimiento 'a la catalana', netamente soberanista, para el gobierno de Euskadi.
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