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El Partido Popular se ha citado en Sevilla para resetearse bajo el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo. Aunque lo ha hecho sin explicar -sin explicarse- las causas de la defenestración de Pablo Casado. Como faltan explicaciones sobre el final de Mariano Rajoy al frente del ... Gobierno y del partido. La vida partidaria es un ejercicio de supervivencia. De supervivencia de las propias siglas, y de supervivencia de sus integrantes. En Sevilla el PP parece volver sobre sus pasos. Como si Feijóo se reivindicase ahora relevo natural de un Rajoy que no se retiró como debía, y Casado se quedara en mero accidente. Lo que importa es salvar la enésima sospecha de corrupción, en este caso en Madrid, para rescatar la mejor vertiente de los populares: su innata disposición a hacerse cargo del país. Eso que tanto se aprecia en los sondeos demoscópicos.
Feijóo fue el primer responsable público del PP que reclamó aplicar la elipsis partidaria contra Casado. Ahora se enfrenta al reto de integrar en su fórmula todos los componentes de la formación que empezó siendo de Aznar, sin excluir a nadie que no prefiera orillarse. Al reto de conformar una organización acorde al Estado de las Autonomías, federalizando la toma de decisiones internas. A la apuesta por dar cauce a la diversidad ideológica, que en los últimos años habría representado el PP gallego. Aunque deberá concretar todo ello ante dos desafíos. Renovar la actitud del partido respecto al Gobierno Sánchez, comprometiéndose en acuerdos de Estado como aval de alternativa. Y salir al paso del ascenso de Vox, conciliando la entrada de la extrema derecha en el gobierno de Castilla y León con la promesa de que él no hará lo propio.
El centro político es sinónimo de ambigüedad. Feijóo aporta la dosis necesaria para el PP. Aunque la compleja excepcionalidad del momento exige adoptar tantas decisiones y posturas al día que pone a prueba el bienquedismo a cada hora. El talante presidencial del candidato único a dirigir el PP podría volvérsele en contra si, en aras a la diversidad ideológica del centroderecha y a la federalización del partido, acaban destacando las falacias, las salidas de tono, las exageraciones e invectivas. El Partido Popular de Feijóo tiene la oportunidad de ser noticia por su moderación. Pero ésta puede verse contradicha especialmente por Isabel Díaz Ayuso, imposible de ser desautorizada a tenor de la elipsis practicada por el nuevo presidente.
Feijóo llega cinco años tarde para su edad. Pero cuenta con la ventaja del inevitable desgaste que acumula Sánchez. Los ciudadanos no premian el supuesto buen hacer de los mandatarios. Antes se cansan de su monserga. El presidente de la «coalición de progreso» está obligado a centrar su política. Pero su encuentro con Mohamed VI no le tributará ventaja alguna en términos electorales. La ventaja es la que obtendrá Feijóo, siempre que transmita señales de aspirar a la Moncloa prescindiendo de Vox.
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