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Iñigo Urkullu apuraba este fin de semana su reflexión sobre si anunciar ya un adelanto electoral en Euskadi, aunque todo apuntaba a que la margarita ya estaba deshojada. En efecto, tal y como ha confirmado este lunes, el 5 de abril, domingo de Ramos, el anterior a la Semana Santa, es ahora mismo la primera fecha en la que podrían celebrarse los comicios autonómicos, que requieren de 54 días desde su convocatoria hasta su celebración.
Hay varias razones por las que el lehendakari -que tiene la facultad exclusiva de convocar elecciones autonómicas- manejaba desde hace meses la posibilidad de un 'adelanto técnico' que acerque los comicios a la primavera en vez de dejarlos para después del verano, pero hay un factor que finalmente le ha podido llevar a dar por finiquitada la legislatura medio año antes de plazo: la inestabilidad de Cataluña y su posible efecto sobre el debate electoral vasco.
La ambigua comparecencia del presidente de la Generalitat, Quim Torra, a finales de enero, cuando dio por muerta la legislatura catalana pero pospuso la convocatoria de elecciones a la aprobación de los Presupuestos, sumió a Urkullu en la preocupación y le convenció de que el soberanismo catalán es poco predecible. Así que, si en su cabeza ya rondaba la idea de separar lo más posible las elecciones vascas de las catalanas para evitar una 'contaminación' de los debates, el anuncio de Torra y su guerra abierta con ERC por la hegemonía del soberanismo llevaron a Urkullu a acelerar los tiempos. La convocatoria ideal, prevista para mayo tanto en el Gobierno de coalición de PNV y PSE como en Sabin Etxea, amenazaba con solaparse con las elecciones catalanas.
Urkullu desplegó un calendario sobre la mesa y reparó en que, con la Semana Santa y la de Pascua situadas en mitad de abril, las opciones de unas elecciones que evitaran mayo o junio se reducían. De hecho, el 5 y el 26 de abril aparecían como las únicas fechas viables para contar con los 54 días de margen que establece la ley. En esas condiciones, quizá lo mejor para reducir la inestabilidad era decantarse por la opción más cercana. Aunque, para eso, debía actuar con rapidez.
La ley vasca de Gobierno fija que el lehendakari puede convocar elecciones «previa deliberación con el Gobierno», por lo que Urkullu se curó en salud el pasado martes y, en previsión de que los acontecimientos se acelerasen, planteó una reflexión en el Consejo de Gobierno para que todos los consejeros dieran su opinión sobre un posible adelanto. Nadie lo esperaba, pero fuentes de Lehendakaritza recalcaron que, de esta forma, ya se había cumplido el requisito legal que permite al lehendakari convocar elecciones. Los rumores sobre un adelanto inminente se dispararon. Y nadie los desmintió de forma tajante.
El Gobierno de Urkullu goza de cierta estabilidad para agotar la legislatura porque aprobó los Presupuestos de 2020 gracias a un acuerdo con Elkarrekin Podemos, pero jeltzales y socialistas saben que la oposición no les dará mucho más oxígeno en los últimos meses de la legislatura. Y siguen estando a un escaño de la mayoría absoluta, lo que equivale a ser un Ejecutivo en minoría. Ante las escasas expectativas que Urkullu percibe en el Parlamento -teniendo en cuenta, además, que julio y agosto son inhábiles y que en septiembre la Cámara ya debería estar disuelta para que las elecciones fueran en octubre-, se vuelve a imponer la idea de que un adelanto sería una buena salida. Máxime cuando los sindicatos avisan sobre una «primavera caliente» en la calle y la oposición quiere apretar al PNV con presuntas irregularidades como las del caso Montai. Tampoco parece que el debate del nuevo estatus vaya a tener ya mucho recorrido.
Tampoco se puede obviar que PNV y PSE afrontarían unas próximas autonómicas con buenas perspectivas electorales, siempre que sean capaces de lograr unos resultados similares a los que han obtenido en el último ciclo electoral en Euskadi, con dos generales y las municipales y forales del pasado mayo. Si se mantienen en esos números, ambos socios podrían revalidar su coalición de gobierno con mayoría absoluta en el Parlamento. Una hipótesis tentadora para llamar a las urnas.
Contar con los Presupuestos de 2020 aprobados puede llevar a argumentar que Urkullu tiene razones para agotar la legislatura, pero también puede apuntalar la idea de que ha presidido un Gobierno sólido que ha sido capaz de sacar tres Presupuestos adelante (dos con el PP y uno con Elkarrekin Podemos) a pesar de estar en minoría. Otro argumento que manejan en Ajuria Enea es que convocar las elecciones en primavera permite que haya un nuevo Ejecutivo elegido para antes del verano, por lo que puede trabajar en las nuevas cuentas en otoño, con lo que se evita un largo periodo de interinidad.
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