«Nuestra época fue la del silencio. Nadie hablaba. Cada uno llevaba su cruz como podía, sin ningún tipo de ayuda. Yo de niña seguía escondiendo la profesión y la muerte de mi padre». Las palabras de Belén Salgueiro, hija del cabo primero de la Guardia Civil Aurelio Salgueiro asesinado por los Comandos Autónomos de ETA el 28 de agosto de 1978, forman parte de uno de los testimonio incluidos en el libro 'Memoria de las víctimas' publicado por la Fundación Víctimas del Terrorismo (FVT) con motivo de los veinte años de su creación.
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Con este documento la FVT recuerda a todos los afectados por la violencia terrorista y reivindica la «defensa de la verdad, dignidad y justicia que todas ellas merecen». Las voces de familiares, los recuerdos, las angustias, las ausencias y los anhelos de 75 «héroes involuntarios» asesinados o supervivientes de atentados terroristas y 28 testigos de ese horror componen las más de 400 páginas de esta obra recopilatoria de artículos publicados en la revista de la Fundación. Se trata de crímenes cometidos en su mayoría por ETA, pero también por el Grapo, FRAP o el yihadismo.
Como el de Salgueiro otros catorce de esos asesinatos, muchos de ellos sin resolver, ocurrieron en Gipuzkoa. Se trata de los casos de Manuel Albizu, Juan María Araluce, Alejandro Hernández, Miguel Chávarri, Aureliano Calvo, Ramón Baglietto, Emilio Casanova, Alejandro Sáenz, Francisco Zaragoza, Pedro Samuel Martín, Alfonso Morcillo, Gregorio Ordóñez, Fernando Múgica y Manuel Zamarreño.
Aurelio Salgueiro
Guardia civil. Asesinado por los CC AA el 28 de agosto de 1987 en Arrasate. Le dispararon por la espalda.
Belén Salgueiro, hija del agente asesinado. «Nuestra época fue la del silencio. Yo de niña seguía escondiendo la profesión y la muerte de mi padre»
Alejandro Hernández Cuesta
Policía nacional. Fue asesinado el 30 de noviembre de 1978 en un centro educativo. Recibió siete tiros.
Alejandro Hernández Barrantes, hijo. «Nos dieron la espalda. Tuvimos que cerrar el bar, la clientela no iba, seguramente por miedo»
Aureliano Calvo
Policía nacional y taxista. Fue asesinado a tiros en su taxi el 30 de agosto de 1979 en San Sebastián.
Carmen Ibarlucea, viuda. «Los asesinatos terroristas no deberían prescribir jamás, porque de ese modo se les está negando la justicia»
Emilio Casanova
Policía nacional. El 23 de junio de 1983 ETA hizo estallar un coche bomba al paso de una furgoneta policial.
María Dolores Casanova, hermana. «No he olvidado a mi hermano ni lo que pasó. Asesinar fríamente no puede perdonarse jamás»
Salgueiro tenía 46 años cuando, el 28 de agosto de 1978, fue asesinado en Arrasate. Se dirigía al cuartel después de haber recogido la correspondencia, como hacía todas las mañanas a la misma hora. En ese momento dos miembros de los Comandos Autónomos Anticapitalistas se acercaron, le dispararon varios tiros por la espalda y le remataron en el suelo delante de uno de sus hijos. Belén no había cumplido aún un año de edad y acababa de quedarse huérfana.
A la familia del policía nacional Alejandro Hernández Cuesta «nadie» les ayudó después de la muerte de su padre. «Todo el mundo nos dio la espalda y se olvidó de nosotros. Incluso tuvimos que cerrar el bar, ya que la clientela no acudía, probablemente por miedo. Fueron tiempos muy difíciles, sobre todo para mi madre», rememora su hijo del mismo nombre.
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Hernández había nacido en Cáceres y trabajaba como conserje en el Centro Nacional de Formación Profesional Administrativa de Comercio Exterior en Irun, donde además era propietario de un bar. El 30 de noviembre de 1978, un hombre y una mujer llegaron al centro educativo y preguntaron por él. Cuando acudió a su encuentro, uno de los desconocidos sacó una pistola y le disparo siete tiros. Tenía 43 años y dejaba viuda y ocho hijos.
Fundación de víctimas
Coordinador: Miguel Renuncio
Estilo: Historia
Páginas: 415
Aureliano Calvo, de 38 años era burgalés, pero vivía en San Sebastián junto con su mujer, Carmen Ibarlucea, donostiarra de nacimiento, y sus tres hijos. Aureliano era miembro de la Policía Nacional y, en sus horas libres, trabajaba como taxista. El 30 de agosto de 1979, por la tarde, salió de casa y nunca volvió. ETA le asesinó a tiros en su taxi. Nadie fue juzgado por este crimen, que ha quedado impune. Su viuda, igual que otras víctimas en su situación, defiende que «los asesinatos terroristas no deberían prescribir jamás, porque de ese modo se les está negando la justicia».
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El valenciano Emilio Casanova tenía 29 años y también era policía nacional. En la primavera de 1983 fue enviado a San Sebastián en labores de apoyo y un 23 de junio, cuando regresaba con unos compañeros del funeral del guardia civil Juan Maldonado, que había sido asesinado también por ETA, se subieron a una furgoneta para ir al Parque Móvil de San Sebastián. A su paso, miembros de los Comandos Anticapitalistas activaron un coche bomba. La potente explosión alcanzó de lleno a la furgoneta. Emilio resultó herido de gravedad y murió en el Hospital de la Cruz Roja. María Dolores Casanova, hermana de Emilio, no olvida a su hermano ni lo que pasó. «Creo que asesinar fríamente a alguien no puede ser perdonado jamás», cita en su testimonio recogido en 'La memoria de las víctimas'.
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