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Ni el sacerdote Mikel Azpeitia, expárroco de Lemoa y dinamizador pastoral en Dima y Areatza y autor de unas declaraciones que producen repulsa; ni el cura 'don Serapio', el personaje odioso y desalmado de la exitosa novela 'Patria', de Fernando Aramburu, representan el discurso y ... la posición de la inmensa mayoría del clero vasco. Tampoco la actitud de colectivos como la Coordinadora de Sacerdotes de Euskalherria, las Comunidades Cristianas Populares y Herria 2000 Eliza, que esta misma semana emitieron un comunicado en defensa de Azpeitia.
Es cierto que hubo un sector minoritario que colaboró (y en algunos casos militó) en la infraestructura y la logística de ETA, y que un colectivo influyente del entramado eclesiástico proporcionó munición intelectual al mundo que amparaba el terrorismo. Pero hoy, la doctrina y el discurso de la Iglesia vasca está en las antípodas.
Las Comunidades importaron su nombre de la Teología de Liberación Latinoamericana, pero en el caso vasco enseguida fueron fagocitadas por la izquierda abertzale. Cuando la impronta de la izquierda radical se impuso, pues lo colonizaba todo, figuras relevantes de los pioneros se apearon del caballo. Algunos serían perseguidos por ETA.
El tuétano de la actividad de estas entidades se ha centrado en la reivindicación de los derechos de un pueblo oprimido, un concepto que fue sacralizado y del que se abusó sin ninguna contención, en la legitimación de una violencia que se consideraba un 'mal menor' porque se trataba de una resistencia a una violencia mayor; la defensa de una salida negociada al 'conflicto' que pasaba por el derecho de autodeterminación, y la excarcelación de los militantes de ETA, a los que se encumbraba como presos políticos. Hay que mirar con lupa en sus documentos para encontrar misericordia y empatía con las víctimas del terrorismo. Eran tiempos de confusión moral.
PRINCIPIOS
RESPALDO RESIDUAL
Durante la Transición tuvieron cierta fuerza e influencia gracias a figuras como Félix Plácer, Jesús Lezáun, Félix Vergara o Joseba Goñi, con una importante penetración en Álava y Navarra. Algunos han fallecido y otros han envejecido. Hay alguno que continúa a pie de parroquia como Plácer, antiguo profesor de Teología, que sigue en una zona pastoral cercana a Vitoria pese a que ya peina los 80 años. Se muestra combativo gracias a su buena salud. «Hablar de ellos es hablar del Neolítico», señala un intelectual católico. «Son los últimos rescoldos de un fuego que se apaga», tercia otro veterano de la Iglesia vasca.
Hoy representan a muy poca gente. Se han sentido obligados a salir, más que para respaldar, que también, para disculpar a Mikel Azpeitia, uno de los suyos. Están fuera de toda organización eclesial y no tienen presencia ni peso social. Tampoco adoptan posiciones públicas. En la Iglesia vasca se les considera amortizados.
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