Secciones
Servicios
Destacamos
El resultado de las elecciones del domingo ofreció un ganador neto, el PSOE de Pedro Sánchez, y un perdedor también neto, el PP de Pablo Casado. La victoria socialista se hizo aún más notable porque la debacle popular concede un amplísimo margen de maniobra al ... primer partido; y la pérdida de votos y escaños de la segunda fuerza se hace aún más dolorosa porque 'el Sánchez' que quería echar de La Moncloa seguirá allí, gracias también al desbarajuste del PP. El escrutinio se metaboliza siempre en relación a los temores y expectativas que alberga cada candidatura. También en eso la victoria del PSOE destacó sobre la derrota popular. Pero a partir de ahí conviene advertir de que tanto los triunfadores como los relegados salen del recuento electoral en un cierto estado de 'shock'. Ni se muestran capaces de aceptar los límites de la victoria, ni están preparados para asimilar una derrota sin paliativos.
El deseo inmediato de los socialistas de gobernar en solitario obedece, antes que nada, a la percepción de un panorama tan cuarteado que se sienten hegemónicos, tras unos comicios que adquirieron un sesgo plebiscitario respecto a la figura de Pedro Sánchez. Además, apelando a la «cultura del entendimiento» y a la «geometría variable», el socialismo de Sánchez quiere proyectarse como una oferta de amplio espectro de cara a los comicios del 26 de mayo, recabando el voto desde el centro a la izquierda e impidiendo ofrecer al centro derecha o a Unidas Podemos -e incluso al independentismo catalán- un flanco propicio a la crítica más ideologizada o identitaria. Así es como además Sánchez permite a los candidatos territoriales y locales socialistas una mayor libertad de acción en sus respectivas estrategias electorales. «Mejor solos que mal acompañados» es la consigna a la que se suma la mayoría de los socialistas, pero también buena parte de los electores que se sitúan a izquierda y derecha de Sánchez.
El secretario de organización del PSOE y ministro de Fomento en funciones, José Luis Ábalos, apeló el martes a la experiencia que atesoran los socialistas gobernando sin mayoría absoluta. Pero Felipe González operó tras los comicios de 1989 y 1993 con 175 y 159 parlamentarios, respectivamente. Y José Luis Rodríguez Zapatero con 164 y 169 tras las elecciones de 2004 y 2008. Ambos muy por encima de los 123 con que cuenta Sánchez. La fragmentación partidaria incrementa sin duda las oportunidades de la 'geometría variable' respecto a los tiempos del bipartidismo imperfecto. Pero siempre y cuando no se pretenda construir sobre el espejismo que supone alegar que el PSOE obtuvo el doble de escaños que el segundo partido, obviando el dato crucial de que cuenta solo con poco más de un tercio del Congreso y con un apoyo popular por debajo del 30%.
El perdedor neto del 28 de abril lo tiene mucho peor, claro está. Es posible que no exageren quienes comparan su situación con el final de UCD. La pérdida de votos y escaños lo advierte. Pero más demoledora es la patente incapacidad de los populares para explicarse lo sucedido. Las interpretaciones que sitúan el inicio de la caída en Rajoy resultan contradictorias con la llamada postelectoral de Casado a recuperar el centro. La necesidad de aferrarse a la entente con Ciudadanos y Vox para salvar los muebles en autonomías y municipios acalla la contestación interna. De hecho, cada dirigente o sector del PP barrunta estos días lo uno y su contrario. Que la derechización falló porque solo se emplearon a fondo Pablo Casado y Cayetana Álvarez de Toledo. Que se abandonó el centro, pero que conviene dejar el tema para después del 26 de mayo; no sea que haya que aferrarse a Rivera y Abascal. Que estos demostraron que su prioridad era ganar al PP, y no echar a Sánchez de La Moncloa; pero que mejor no enzarzarse ahora en la pelea con esos dos.
El orillamiento de Javier Maroto y de Teodoro García Egea tras el escrutinio del domingo, mientras Casado se jactaba de dar la cara, demuestra que el desconcierto no es incompatible con la elusión cruel de responsabilidades. Claro que entre el congreso de Sevilla y la novación del 80% de las listas electorales, el actual presidente del PP había quemado las naves que pudieran permitir a los populares hablar de centro.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.