La 'silla eléctrica' de la Sanidad vasca
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La crisis en Osakidetza puede abrir un frente de presión y desgaste para el Gobierno Urkullu y complica la estrategia de gestión del PNVEl Departamento de Salud del Gobierno Vasco se ha convertido en los últimos tiempos en una 'silla eléctrica' en la legislatura más estable en la que la mayoría absoluta PNV-PSE ofrece una inédita estabilidad parlamentaria en la Cámara. En 1987, la transferencia de la Sanidad a Euskadi fue el asunto nuclear del primer acuerdo de coalición PNV-PSE. Lo recuerda el socialista Ramón Jáuregui, que 'fichó' a José Manuel Freire, que había trabajado en el servicio público sanitario británico, como nuevo consejero. Aquella negociación 'sanitaria' fue muy dura. Pero hubo 'fumata blanca' al final. Los socialistas cedían la Lehendakaritza, pero gestionarían el 80% del Presupuesto del Ejecutivo autónomo, incluyendo la creación de Osakidetza cuyo logo original fue diseñado por el publicista donostiarra Enrique Ordóñez.
Ha llovido mucho desde entonces. Aquel traspaso competencial fue factible por el entonces ministro de Sanidad, Ernest Lluch, años después asesinado por ETA. El PNV miraba con desconfianza bastantes de las decisiones del PSE en el Departamento. En aquella época se impulsaron medidas novedosas como la cita previa o la fluoración de las aguas para combatir la caries infantil. Pero, pese a algunas polémicas y recelos, la Sanidad no estaba bajo los focos como hoy.
La pandemia dio un vuelco a esta realidad hace varios años y puso a la salud pública en el centro de gravedad. Y la Sanidad, tanto en el País Vasco como en el conjunto de España, está en el ojo del huracán, bajo las miradas de todos. En plena 'tormenta perfecta', con problemas operativos comunes, entre otros, la falta de médicos, las colas de espera y una atención primaria estresada. Una 'silla eléctrica' para sus gestores, politicamente hablando.
El modelo En la Sanidad pública puede estallar la 'tormenta perfecta' tras el estrés que supuso la pandemia
Polarización Como telón de fondo de este conflicto se sitúa la gran rivalidad electoral entre PNV y EH Bildu
En esta radiografía hay alguna señal de cortocircuito. El primer episodio de este guion llegó en marzo de 2019, con la renuncia del consejero Jon Darpón, cuya dimisión había sido exigida reiterada veces desde la oposición, que lo responsabilizó de irregularidades en una Oferta Pública de Empleo. A su sustituta, Nekane Murga, le tocó lidiar con el Covid y las estrecheces en el sistema de atención primaria. La vacunación funcionó con eficacia, pero los problemas no desaparecieron y exhibieron las primeras costuras endebles.
Algunos planes de reubicación de servicios –por ejemplo en Irun, se quisieron cerrar los quirófanos del Hospital Comarcal; en Basurto se planteó clausurar el servicio de cirugía cardíaca, y en Vitoria, la UCI de Urgencias del Hospital de Santiago– levantaron una oleada de contestación social. Los médicos comenzaron a inquietarse. Algo estaba empezando a fallar.
La actual crisis en la OSI de Donostialdea es la puntilla y expresa un hondo malestar del cuadro directivo del Hospital Donostia que responde a razones generales y a las específicas del centro donostiarra. Eso sí, la imagen de hasta 43 jefes de servicio implicados en las protestas es inédita y también pone de relieve una fractura en los cauces de interlocución entre el Departamento y los profesionales involucrados. Como telón de fondo, la apuesta por concentrar servicios y racionalizar recursos tropieza con una mayor presión asistencial, con una población más envejecida, que requiere de una mayor atención, y un alto porcentaje de facultativos, nacidos en los años del 'baby boom', muchos próximos ya a la jubilación.
La sombra del agravio territorial también planea sobre el debate. Los críticos denuncian un intento de la dirección de Osakidetza por mermar «la referencialidad» del Hospital Donostia. Se ha dicho en un principio que los responsables del Sistema Vasco de Salud diseñaban un plan de racionalización de recursos que puede afectar a determinados programas contra el cáncer. En concreto, podrían desviarse al Hospital de Cruces, en Barakaldo aquellos pacientes vzcaínos que ahora acuden al Hospital de Valdecillas, en Cantabria. El lehendakari Urkullu ha enmarcado los planes de Sanidad en unos nuevos criterios «organizativos» pero ha querido rebajar la tensión. Las advertencias del PNV guipuzcoano, parece que no can caído en saco roto. El mismo Urkullu ha lanzado un aviso a navegantes en un claro intento por calmar las aguas y rebajar el suflé al asegurar que «se reforzará la referencialidad» del Hospital Donostia. Un mensaje apaciguador que ha sido interpretado como un síntoma de que la presión de los médicos ha empezado ya a hacer mella y que el nacionalismo institucional va a tomar cartas en el asunto de forma inmediata antes de la inundación vaya a más.
Pero el serial aún no ha terminado. El segundo frente interno es el desenlace de la integración de Onkologikoa en Osakidetza. La posibilidad de articular una especie de nueva OSI destinada a convertir a Onkologikoa en un organismo transversal, similar al Instituto Catalá de Oncología, que reúne todas las disciplinas de tratamiento del cáncer y da a servicio al 45% de la población catalana, planea en el horizonte y tropieza con el rechazo de una amplia plantilla de facultativos. En la dirección de Osakidetza se cree que algunas críticas a sus decisiones reflejan un 'corporativismo de manual'.
Mientras tanto, en el PNV prima el cierre de filas ante la posibilidad de un boquete serio si no se reconduce a tiempo. El temor jeltzale es que EH Bildu capitalice esta espiral de descontento, en especial en Gipuzkoa, en vísperas de un pulso correoso en las elecciones forales y municipales de mayo de 2023, con una disputa de alto voltaje en Donostialdea, la comarca del conflicto, la que puede proporcionar asentar una mayoría en las Juntas Generales en los comicios de mayo.
La mayor inquietud del PNV es que una EH Bildu fuerte y con el viento a favor de las encuestas levante esta bandera como arma arrojadiza de desgaste de la estrategia de gestión en la que se querrá envolver el nacionalismo institucional. Y preocupa que 'la revuelta de las batas blancas' pueda extenderse como una mancha de aceite. Y que sea la mecha de un incendio de mayores proporciones que en otras comunidades ya ha estallado.
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