![El único lehendakari en la Casa Blanca](https://s1.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/2024/04/08/reagan-ktoF-U2102041922458hFH-1200x840@Diario%20Vasco.jpg)
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En marzo de 1988, el lehendakari José Antonio Ardanza realizó uno de los viajes más importantes de su mandato. El carismático presidente Ronald Reagan le recibió en la Casa Blanca y le saludó personalmente, una deferencia que muy pocas personalidades del mundo podían conseguir si ... no presidían un país prioritario para los intereses norteamericanos. No fue el único líder mundial que estrechó la mano del fallecido Ardanza. Fidel Castro también se reunió con el lehendakari en Cuba, pero también le hicieron honores los entonces presidente de Uruguay, Julio María Sanguinetti, o el de Chile, Eduardo Frei. El Dalai Lama y el presidente de la República Árabe Saharahui Democrática, Mohamed Abdelaziz, también fueron sus invitados.
Detrás de esta actividad internacional se encontraba una aspiración de Ardanza. «Creo que debo hacerlo porque Euskadi tiene un problema de imagen e incluso de marketing. Mi obligación como lehendakari es mejorar y cambiar la visión de Euskadi en el mundo», aseguró tras reunirse con Reagan. Ardanza quería que la fotografía internacional del País Vasco no fuese solo la de un país ensangrentado por ETA y se tuviesen también en cuenta otros factores como la industrialización o la pujanza económica. Su objetivo era convencer al mundo de que había algo más que terrorismo en Euskadi. Uno de sus viajes claves, en ese sentido, fue el que le permitió reunirse en 1992 con los máximos responsables de la fundación Guggenheim para firmar la apertura del museo en Bilbao.
La reunión de Ardanza con Reagan fue el fruto del pequeño pero pujante 'lobby' vasco en Estados Unidos, que en los años 80 estaba formado por dirigentes políticos muy vinculados con el partido Republicano. Una persona clave fue Paul Laxalt, un abogado de Nevada descendiente de vascofranceses. Laxalt, que también tenía intereses en los casinos de Las Vegas, tenía una gran amistad con Ronald Reagan desde que el actor fue nombrado gobernador de California e incluso le había ayudado en sus campañas electorales. Laxalt gestionó que Reagan se reuniese en persona con Ardanza, un hito para un presidente autonómico español y que supuso un espaldarazo para la imagen del lehendakari. Ningún presidente vasco ha vuelto a ser invitado al Despacho Oval.
Pero en ese viaje, Ardanza también demostró su visión y se reunión con una figura clave: Paul Bremer, el entonces secretario de Estado para el contraterrorismo de la Casa Blanca. El lehendakari no obvió la lucha contra ETA en aquella visita y pudo ofrecerle su visión del terrorismo en Euskadi a un hombre clave, que había sido ayudante de Henry Kissinger en las negociaciones para acabar con la guerra del Yom Kippur y que llegaría a ser el 'gobernador' de la coalición tras la invasión de Irak.
Esta no fue su única visita a la Casa Blanca. En 1994 fue recibido en su despacho por el entonces vicepresidente de Bill Clinton, Al Gore. De nuevo, la diáspora vasca -un colectivo que Ardanza se preocupó por cuidar- se encargó de abrirle las puertas del centro neurálgico del mundo. En esta ocasión, sin embargo, fueron los vascos del partido Demócrata quienes actuaron de embajadores.
Pero Ardanza realizó viajes más delicados. En 1997 se desplazó a La Habana para reunirse con Fidel Castro, con la intención de conseguir ventajas para los empresarios vascos instalados en la isla. Pero aprovechó el encuentro para intentar rebajar la tensión entre Castro y el entonces presidente español, José María Aznar. Consiguió que en la cena oficial de su delegación con la presidencia cubana estuviera presente el embajador español, quien no estaba bien visto por las autoridades de La Habana.
En la perspectiva económica, Ardanza se reunió también con los dueños de la empresa coreana Daewoo. Esta firma asiática se instaló en el polígono industrial de Júndiz de Vitoria y en 1996 colocó la primera piedra de la que sería una factoría que dio trabajo a 400 personas. Se consideró un hito en un momento en el que era difícil atraer inversión al País Vasco. La empresa, sin embargo, cerró en 2011.
La diplomacia de Ardanza también consistió en recibir en Ajuria Enea a dirigentes internacionales. En febrero de 1998 visitó Vitoria el entonces presidente chileno, Eduardo Frei, quien aprovechó el viaje para pedir «respeto» para la transición de su país, que acababa de salir de la dictadura de Pinochet. Un año antes se había reunido en Montevideo con el máximo mandatario de Uruguay, Julio Sanguinetti, y en Buenos Aires, en la misma Casa Rosada, con el presidente Carlos Menen. En aquellos viajes repitió una y otra vez que la imagen de Euskadi no debía ser la de la violencia. Ante los mandatarios, consideró a ETA «la peor herencia del franquismo» y la definió como «un grupo autista» que «ignora total y absolutamente el sentimiento» de los ciudadanos.
También en 1997 abrió las puertas de su residencia oficial al Dalai Lama, que en esos años era una figura carismática por su oposición al Gobierno de Pekín y la reclamación de la autonomía para el Tíbet, algo que apoyaban grandes figuras estadounidenses, entre otros líderes mundiales. Ardanza quiso destacar en ese momento la apuesta por la no violencia del líder espiritual. Entre sus contactos de aquellos años se encuentra también Mohamed Abdelaziz, quien fuera presidente de la República Árabe Saharahui Democrática y uno de los líderes históricos del pueblo saharahui.
Pero el viaje que marca un legado para la historia de Euskadi tuvo lugar en 1992, cuando voló hasta Nueva York para reunirse con el patrón del Guggenheim, Peter Lawson-Johnston, nieto del mismísimo Solomon R. Guggenheim. Aquel fue un viaje complejo, en el que la entidad financiera Merry Linch actuó de notario en la firma del acuerdo para levantar el actual museo de Bilbao. Ardanza, que llegó a bromear con el magnate, consiguió en aquella estancia en Nueva York se plantase la semilla de lo que hoy es una pinacoteca de fama mundial que llevó la imagen de Euskadi alrededor del globo pero vinculada, esta vez, a la mordernidad y la vanguardia, como Ardanza había buscado.
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