Iñigo Urkullu ha aprovechado la clausura del seminario 'Miradas antes y después del final de ETA', organizado por la Fundación Sabino Arana en Bilbao, para dirigirse a las generaciones que sufrieron la violencia de la ETA y también a las venideras, y asegurar que la banda terrorista «fue una aberración ética», un «inmenso error político y una pretensión inútil y contraproducente», de principio a fin, y nunca debió existir. Durante su intervención, ha recordado que el Gobierno Vasco se ha opuesto a que haya «una exaltación épica del final de ETA, una organización terrorista que dejó 853 víctimas mortales», y ha considerado que es «una tarea pendiente» la autocrítica a su pasado por parte de ETA y la izquierda abertzale.
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Máximos representantes institucionales, políticos, sociales, empresariales, sindicales, académicos y eclesiales de Euskadi se han dado cita este lunes en la Fundación Sabino Arana, presidida por Juan María Atutxa, en el marco del seminario 'Miradas al antes y después de ETA'. Las viudas del gobernador civil de Gipuzkoa Juan Mari Jáuregui y del periodista José María Portell, Maixabel Lasa y Carmen Torres, respectivamente, el obispo emérito de Donostia Juan María Uriarte, el exmagistrado del Tribunal Supremo Joaquín Giménez, la escritora Edurne Portela, han abordado cuestiones como los principales errores y aciertos de este proceso, o la influencia del final de ETA en la sociedad vasca y viceversa.
Tras recordar que su Gobierno ha desarrollado una política integral para un final ordenado de la violencia, Urkullu ha remarcado que «recurrir a la violencia equivale a sentirse, en última instancia, un dios que decide sobre la vida y la muerte». «Recurrir a la violencia o al terrorismo es un error fatal y radical, error ético, político y democrático», ha manifestado.
Según ha aseverado Urkullu, «nadie es dios, nadie puede disponer de los derechos humanos de las otras personas». «Quienes practicaron o apoyaron el uso de la violencia, creyeron que podían decidir sobre la vida de otras personas porque la defensa de 'objetivos superiores' les legitimaba para ello. ETA fue un error de principio a fin. Nunca debió existir. Nunca más debería repetirse una deriva similar», ha añadido. A su entender, el final de ETA es «la ratificación» de que nunca debió existir.
El lehandakari ha citado que la contribución de su Gobierno a «cerrar una etapa y abrir una nueva» es el informe 'Descripción y valoración del papel desempeñado por el Gobierno Vasco en el desarme y disolución de ETA'. A su juicio, la banda «ha acabado, pero el rastro de sus consecuencias se extenderá por mucho tiempo todavía». Además, ha recordado que el Ejecutivo no pretendió «atribuirse ningún especial protagonismo en el logro» de la desaparición de ETA. «El final de ETA llegó demasiado tarde como para que nadie pretenda atribuirse méritos. Su desarme y disolución definitiva son el resultado de una acción coral con muchas contribuciones. La del Gobierno Vasco fue una más», ha destacado.
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A su juicio, el fin de la banda «es consecuencia de una larga lista de intentos fallidos y estrategias ensayadas que no dieron resultado». «Realmente, el principal agente catalizador de su final es el empecinamiento de la propia ETA al tratar de prolongar, contra toda lógica y razón, su existencia y su acción terrorista», ha subrayado.
Juan Mari Atutxa, presidente de la Fundación Sabino Arana ha remarcado en su saludo a los asistentes que «no podemos ni debemos pasar página». El expresidente del Parlamento Vasco ha defendido la necesidad de mirar al pasado, «pero sin odio ni rencor» con el reto de construir «una memoria de memorias, coral e inclusiva». «El futuro debe tener memoria».
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Tras la intervención del vicerrector de la Universidad de Deusto, José Antonio Rodríguez Ranz, la escritora Edurne Portela ha dado voz a una de las cinco miradas invitadas al seminario y ha apelado a la necesidad de compartir un suelo ético «común». Como testigo de años de violencia, ha considerado que las últimas décadas han dejado una sociedad herida y ha apelado a trasladar a la ciudadanía que «todos somos responsables de lograr una convivencia armónica». Se ha mostrado convencida de que habrá una pluralidad de relatos con interpretaciones divergentes, pero siempre desde la deslegitimación de la violencia y del reconocimiento de las víctimas». Ha reconocido que en aquellos años se aceptaba la lógica de los violentos con aquello de 'algo habrá hecho', y ha descrito los silencios e indiferencia de la sociedad vasca ante la violencia. «Pensábamos que era necesario callar o consentir para evitar males mayores propios y de la sociedad». A su juicio, la inmensa mayoría de la sociedad miraba a víctimas y victimarios como otros y se produjo «una cosificacion y deshumanización del enemigo, del otro». Portela ha remarcado que el perdón es una «opción personal» que no puede condicionar la búsqueda de la convivencia.
El exmagistrado del Tribunal Supremo Joaquín Giménez se ha referido a ETA como «una fuente de dolor y una escuela de odio». Giménez ha apuntado que en democracia «hay que convivir alrededor del respeto de los derechos de todos los humanos y a la legalidad democrática. En su análisis ha citado «desvaríos» como el cometido por el Estado de Derecho con los GAL, la práctica de la tortura o abusos policiales, que ha descrito como «atajos» que han deslegitimado al propio Estado de derecho. Otro «desvarío» ha sido, a su juicio, el de «una devastación jurídica menoscabando en ocasiones el principio de proporcionalidad de las penas». Como ejemplo, ha apuntado la doctrina Parot es un ejemplo de esa «exacerbación punitiva». Joaquin Gimenez hizo un voto particular y en la deliberación ya se auguraba que esa doctrina Parot no obtendría el respaldo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo como así sucedió.
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Pese a la desaparición y la disolución de ETA, Giménez cree que «sus ideas no se han disuelto y continúan presentes por aquí». En ese sentido ha citado a la izquierda abertzale que «no ha asumido aún la responsabilidad de deslegitimar el terrorismo». Le ha instado a hacer una revisión crítica de su pasado. «Se echa en falta una declaración oficial», ha apostillado. El exmagistrado se ha referido también a los 'ongi etorris' a los presos de ETA para remarcar que pese a ser comprensible su alegría y la de sus familiares por una excarcelación, «la calle es el lugar donde vive la democracia». «No debe ser el lugar para expresar esos homenajes a los presos», que, según ha recordado, solo se produce con presos que no han abdicado de su pasado. «No pasa lo mismo, por ejemplo, con los presos de la vía Nanclares».
En su intervención, el obispo emérito de Donostia, Juan Mari Uriarte, ha destacado que la reconciliación es mucho más que una convivencia pacífica. Supone, a su juicio, un mutuo perdón. «Es el alma de una paz auténtica y duradera», ha resumido. Desde una reflexión «rigurosamente personal», no en representación de la iglesia de Bizkaia, ha recordado que la violencia armada de ETA acentuó la división entre una parte mayoritaria y una minoritaria de nuestra sociedad. «El miedo previo se convertía en sufrimiento», ha expuesto para recordar que el balance de 50 años de ETA es «sobrecogedor».
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Convencido de que la existencia y persistencia de ETA ha limitado el respeto al derecho a la vida, entre otras muchas cosas, ha reparado en que no han cicatrizado aún muchas heridas de todas las víctimas, que es preciso «sanar y curar de manera progresiva».
A juicio de Uriarte hay tres objetivos irrenunciables por delante como son completar los procesos de reparación de las víctimas, avanzar en una memoria crítica del pasado y humanizar la política penitenciaria. Tras remarcar que es hora de que la legislación antiterrorista sea revisada a la luz de los derechos humanos, ha apuntado también que «debe evitarse» cualquier signo que suponga un homenaje de los presos que salen de la cárcel.
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La visión de las víctimas ha llegado en la voz de dos viudas de asesinados de ETA. Maixabel Lasa, viuda del gobernador civil de Gipuzkoa Juan Mari Jáuregui, ha hecho hincapié en que hacer memoria a las víctimas, es «una forma de hacer justicia con ellas». Tras poner en valor la tarea que emprendió la Oficina de Víctimas del Terrorismo del Gobierno Vasco, de la que fue directora, ha destacado citado la existencia de una deuda moral de las instituciones y la propia sociedad con todas las victimas del terrorismo. En ese terreno ha citado tres iniciativa el programa de víctimas educadoras, el de encuentros restaurativos y el denominado Glencree. A su entender, la reflexión autocrítica «nos hace más fuertes, no nos hace más débiles. Todos tenemos que hacer autocrítica». Ha ensalzado la memoria como uno de los grandes valores del futuro para remarcar que «no podemos permitirnos el lujo de que nuestro sufrimiento pase sin pena gloria».
Lasa también se ha referido a la política penitenciaria que «debe reorientarse» con un acercamiento de todos los presos. Del mismo modo ha apelado a rofundizar en los encuentros restaurativos y en el reconocimiento de las victimas policiales.
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Carmen Torres Ripa ha rememorado el día del atentado contra su marido, el periodista José María Portell. «Oí tres tiros, luego un silencio y cambio mi vida. Tenía 33 años y 5 hijos. Me quede sola. Me quitaron todo de repente pero en ese segundo inmenso recibí el regalo de la capacidad de perdonar», ha recordado. Torres ha asegurado que sigue ignorando quién mató a su marido, pero ha explicado que aquel 28 de junio de 1978 «nací como una mujer nueva a la que no había conocido hasta ese momento. Si no perdonas, no puedes vivir en paz».
La viuda de Portell ha reconocido que siempre he estado «obsesionada con la paz». Como ejemplo ha citado que cuando ETA abandonó la violencia, «estaba sola en casa y me bebí la copa de champán más deliciosa de mi vida». «Tenemos paz en Euskadi después de tantos años de lágrimas y sufrimiento», ha expresado con emoción.
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