La radiografía de la prisión donostiarra de Martutene, con más de 350 internos, no difiere mucho de la situación general en Euskadi con un aumento «muy considerable» de la población reclusa. «Estamos saturados. Hay dos galerías con celdas de cuatro presos, con literas de dos alturas, y prácticamente están llenas», detalla un funcionario con muchos años de experiencia a sus espaldas, que entiende en parte que algunos funcionarios opten por marcharse a otras prisiones. La única excepción de saturación que recuerda fue «hace muchos años, cuando a un director se le ocurrió meter seis internos por celda en literas triples». Este trabajador reconoce que muchas veces tienen que «esperar a sacar a algún preso en libertad para poder meter a otro». «En mi vida, y llevo 25 años en Martutene, he visto tal saturación. Es impresionante», describe.
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Con el traslado casi inminente de 33 funcionarios de carrera de la prisión de Martutene a otras cárceles fuera de Euskadi, prevé un tiempo «bastante conflictivo debido a la inexperiencia de los interinos que les sustituirán. «Un funcionario de carrera sabe cómo tratar un conflicto en el interior de la cárcel, intenta que no vaya a más, conoce a los internos, sabe mediar y bajar el nivel de conflictividad. Pero es que los nuevos no saben ni redactar un informe».
La falta de experiencia en el trato día a día con delincuentes, unido a la saturación, a su juicio, «puede llevar a vivir situaciones de alto riesgo para los nuevos trabajadores y eso que Martutene no tiene departamentos especiales para internos peligroso, lo que hace que la vida aquí no sea tan complicada como en Zaballa, por ejemplo».
Su caso es como el de muchos otros funcionarios que llegaron procedentes de otros lugares de España. Habitualmente realizan cinco turnos de trabajo en tres jornadas laborales y luego descansan cinco días lo que les permite volver a su lugar de origen, en su caso Madrid. Para su estancia en Donostia, en la prisión de Martutene disponen de una residencia penitenciaria donde descansan los días de turno. Este modelo de residencia también existe en Basauri pero cuando un trabajador se jubila o se marcha, esas plazas de residencia se cierran «por decisión de la administración vasca que prevé que vayan desapareciendo de forma paulatina. En Zaballa ya no existen», explican desde ACAIP-UGT.
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