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El presidente en funciones y candidato socialista Pedro Sánchez imprimió una inusitada velocidad a su nueva política de alianzas, regresando con Pablo Iglesias a los días posteriores al 28-A. Un paso decidido que contrastó con las llamadas a dos bandas que había realizado tras ... los comicios locales, autonómicos y europeos del 26-M hasta el último día de la campaña para el 10-N. Con menos apoyo electoral y menos escaños, Sánchez eludió admitir que sus expectativas habían quedado frustradas, que su estrategia y tácticas habían errado, y que no tenía más remedio que aceptar la compañía de Iglesias en las mismas condiciones que le había negado a éste tan abruptamente. Lo temprano del anuncio le permitía soslayar reproches e interrogantes que afloraron con el escrutinio del domingo. Aunque entre la noche electoral y su abrazo con Iglesias transcurrieron tan pocas horas que no pudieron dar tiempo ni al sagaz líder socialista de pensar detenidamente en la eventualidad de que finalmente no cuaje su pacto con Iglesias, por insuficiente o por forzado.
Se trataba de salir del atolladero cuanto antes, sin dar margen alguno a quienes dentro de su partido, en los núcleos de opinión más influyentes y en distintos sectores de la vida pública -incluido el resto de los grupos parlamentarios- alentasen propuestas que se situaran fuera de su control. Salvar el trámite de la investidura obligará a Pedro Sánchez a desdecirse de buena parte de los mensajes de campaña «especialmente de los referidos a la crisis catalana» sin garantía alguna de que obtenga en segunda vuelta más votos a favor que en contra. Pero lo que parece indiscutible es que le será prácticamente imposible dotarse de una mayoría que asegure la gobernabilidad para cuatro años. Teniendo en cuenta que el último ciclo de elecciones dio inicio porque la 'alianza de la moción de censura' no sirvió para aprobar unos presupuestos, el escepticismo pesa sobre la tramitación de las cuentas para 2020.
Tras el 28-A, y sobre todo después del 26-M, Pedro Sánchez llegó a creer que el resto del arco parlamentario facilitaría su investidura, a falta de otra alternativa. Se mostraba confiado en poder vadear una y otra vez la fragmentación parlamentaria por muy diversas vías, simultaneándolas o alternándolas, hasta culminar la legislatura o buena parte de ella. No lo consiguió y abocó al país a nuevas elecciones. Ahora la fórmula PSOE-UP estrecha mucho el camino. La única manera que los socialistas tendrían de seguir contando con los 'morados' y a la vez explorar acuerdos hacia el centro-derecha es que Iglesias aceptase vaciar de facto los ministerios que nominalmente se asignen a los suyos, reservándose además en exclusiva la acción política respecto a Cataluña. Son los términos hacia los que tienden las negociaciones entre socialistas y 'morados', en la seguridad de que Iglesias no podrá denunciar el preacuerdo. Pero el que realmente no tiene ya vuelta atrás es el propio Pedro Sánchez. En caso de no sacar adelante la investidura, o de encallar el gobierno a las primeras de cambio, el fiasco le inhabilitaría para pilotar el PSOE hacia un rumbo alejado de Unidas Podemos o hacia otras elecciones.
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