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Piratas y corsarios vascos
Cultura

Piratas y corsarios vascos

La captura de barcos y mercancías está desde siempre ligada a la vida del mar. Un grupo de expertos ha analizado a los protagonistas y cómo se vivieron estas acciones en las costas del Golfo de Vizcaya

JOSÉ DE LABURU Y RIVAYAMARINO MERCANTE

Viernes, 15 de diciembre 2006, 10:50

Cuántas tardes jugando a piratas y corsarios han pasado niños de varias generaciones, luchando con espadas de madera, para conquistar la isla del tesoro! Todos sabían que Patapalo era un pirata malo. El cuento sobre la mar soltera y por lo tanto insumisa, junto a la creencia sobre 'las tres olas', poblaba sus sueños de aventuras. A ninguno se le ocurría desdecir que, «tomar baños de mar curaba de la locura». Para muchos de aquellos güajes, esos fueron el comienzo de su vocación marinera, aunque hoy en día..., en fin.

El pirata (clandestino), en euskera dícese 'Ichaslapurra', es un ladrón de la mar, sujeto cruel y despiadado. Pero también robaba tierra adentro, dejando como salida cercana la costa. Sus golpes eran certeros y rápidos, pues el número de embarcados no era grande. De tiempos muy lejanos es la práctica de la piratería que, parece ser, empezó en los ríos. Actualmente aún se da en algunos de Sudamérica y Asia, también en ciertas zonas de la mar de la China.

Muchas civilizaciones antiguas sufrieron estos vendavales humanos venidos de la mar, viendo cómo sus flotas y puertos costeros eran arrasados, sus habitantes supervivientes vendidos como esclavos, convertidos en galeotes o devueltos a su lugar después de pagar un rescate. En tierras vascas, las distintas invasiones hacían que los autóctonos huyeran hacia el interior y no fue hasta la venida de los romanos,cuando el vasco se asienta definitivamente en la costa. Dejaron éstos impronta léxica en el vascuence, palabras como portu, portuondo, provienen del latín, igualmente topónimos como Portugalete, Deva (Divae), Forua (Forum), Nervión (Nervae), Getaria (Cetaria), etcétera.

Al vikingo lo conoceremos aquí a partir del 814. Además de vapulear a todo el que se ponía delante, toma incluso asiento (844; 858-861) levantando factorías en Mundaka, Urdaibai, Bayona, Chingudi; por supuesto, no abandonaron el negocio del pirata, bien se enteró el rey navarro García Íñiguez, que hubo de pagar gran rescate para ser liberado. El vasco aprendió de los nórdicos pronto y bien el oficio, además de recoger enseñanzas utilísimas en construcción naval, caza de la ballena, pesca y arte de marear.

En el XVII dominar las comunicaciones

navales era fundamental para la economía

Andando el tiempo los armadores, desesperados por las pérdidas habidas entre pirateo, impuestos por derecho de peaje y comercio y por las guerras sostenidas entre reyes de distintos países, necesitan proteger el negocio de alguna forma. Se inventa el corso (carrera), que consiste en expediciones de buques mercantes con permiso de su gobierno (patente de corso, en España más frecuentemente llamado licencias o cartas de represalia) para perseguir piratas o embarcaciones enemigas siguiendo las leyes de la guerra. Algunos navíos llevaban a bordo un escribano que daba testimonio de las capturas, velando así por los intereses de la Corona en el reparto. Todo este asunto originó una legislación al respecto extensísima y cambiante según los tiempos. Bien visto, es otra forma de pirateo.

El corso fue de grandísima importancia en la economía de muchos países y el vasco no perdió ocasión para hacer de ello una forma de vida, cuyo origen está en su propio comercio medieval. En la época bajo medieval la flota vizcaína actúa de transportista-comerciante y como pirata (B. Arizaga). Todos estos avatares confieren unas características particulares a las villas costeras vascas que eran pequeñas, no formando grandes metrópolis como en otros países. Además, como en el Cantábrico los vientos entran por el noroeste, los puertos se construían al socaire de un cabo sito al oeste y el refugio mirando al este, dificultando mucho el ser atacados.

La ruta atlántica

En los lugares del Océano Atlántico hubo de todo. De los siglos XIV-XV se tienen documentadas acciones de los buques vascos atacando la costa inglesa. El Golfo de Vizcaya era un hervidero. Se sabe también, que unos vascos viajando de pasajeros en un buque inglés, después de una tormenta, aprovechando el cansancio de los tripulantes, los asesinaron y pusieron rumbo a Galicia, donde vendieron el barco.

Empero, ingleses, holandeses, portugueses y zelandeses, fueron el azote de los navíos españoles en la ruta atlántica. El siglo XVII fue una gran época para el corsarismo. Nadie respetaba a nadie, dominar el sistema de comunicaciones navales era fundamental para toda economía. Es notable el caso de Juan Echevarría (Ea), corso compulsivo, que por su desatinada actividad produjo grandes pérdidas a su armador Juan Orive (Lequeitio).

En las costas sudamericanas el corso español es fundamentalmente defensivo, pero se lo tomaron muy a pecho. Tan es así, que Inglaterra y Holanda intentaron poner freno a aquella carrera que también afectaba a la mar del sur, convocando el congreso de Soyssons en el 1728. Allá en el Pacífico Santiago Salaverría y otros daban poco cuartel.

Mayor documentación que sobre el siglo XVII hay sobre el siglo XVIII. La Compañía guipuzcoana fue de grandísima importancia en las mares americanas. Sus tres naves más emblemáticas, las Aranzazu, eran temidísimas. Larramendi, en uno de sus estudios comenta cuán ricos se hicieron los de dicha Compañía. En esta época aparece otro tipo de pirata, el bucanero (boucanier, el que se dedicaba al bucán, es decir, a ahumar pescado) o filibustero, que si en un principio pirateaba por su cuenta, más tarde fue subvencionado por distintos gobiernos, sobre todo por el francés.

Fueron corsos famosos Antonio Urtesabel, quien después de aprehender 400 buques holandeses entre el 1759 y el 1774 pasó a ser teniente de navío de la Armada española. Pero el más famoso fue Antonio de Icuza (Orereta, actual Rentería), cuya vida da para un estudio; éste era acompañado por Joaquín Mendizabal, otro elemento serio.

La ordenanza del corso de 1762 prohíbe el pendolaje (derecho para apropiarse en presa de mar, de todo lo habido en cubierta), que naturalmente se cumplía o no. El ganado mular y caballar, muy estimado en aquellos lares, puede considerarse «una industria de contrabando» en la que estuvieron implicados gobernadores, funcionarios y la gente encargada de reprimir el expolio. En fin, según los intereses la mar podía ser 'mare liberum' o 'mare clausum' y naturalmente, el intérlope (comercio fraudulento de una nación en colonias de otra) era practicado a conveniencia. En esta época, pirateo y corsarismo juntábanse en unos límites muy difíciles de definir.

En el Mediterráneo

En la mar mediterránea, los piratas y corsarios vascos durante la segunda mitad del siglo XIV eligieron comúnmente a Cerdeña como base de operaciones. Otros, como Pedro Larraondo, escogieron el partido de los genoveses instalándose en las islas de Egeo.

Sancho de Botrón o Buitrón, asociado con Fortum de 'Sarau' (Motrico) y Martín de Tolosa (Navarra); Pero Pallá, castellano residente en Lequeitio; Juan de Loda y el más famoso de todos los corsarios vascos, Pedro de Larraondo (Bilbao) además de otros muchos que harían una extensísima lista, trajeron de cabeza a todas las autoridades. Caso gracioso que demuestra la poca vergüenza y el mucho valor de esta gente de mar, es el ocurrido al también famoso corsario castellano Diego de Barrasa o Valderrama, al que sus tripulantes vizcaínos le robaron sus dos naves, eso sí, después de despedirse de él notificándole que abandonaban su servicio. Parece ser que los persiguió, pero no hay constancia de que los detuviera ni recuperase la mercancía.

A finales del siglo XV un número grande de vascos se dedicaban al corso en estas aguas contra toda corona existente (Aragón, Provenza, Nápoles, Venecia, Sicilia, Génova, Moros, Turcos, etcétera). Machín de Bermeo armó su ballenero y se negó a prestar homenaje de no atacar a venecianos y florentinos. Pedro de Bayona, enarbolando el pabellón de San Marcos para despistar, entra en el Adriático (1431) capturando embarcaciones de Ragusa, de Corfú y 26 de Venecia. En Mallorca, los corsarios vascos aprovechando los beneficios que concedía el 'guiatge' para avituallar la ciudad, atracaban a todo buque que por allí pasaba, por lo que se armó una flota contra ellos.

Todos colgados

Ni la prohibición papal de comerciar con el infiel, o los tratados políticos importaban a estos sujetos que, ni siquiera tomaban precauciones para evitar ser descubiertos. En el 1498, veintidós vizcaínos eran sorprendidos pirateando en Capo Pachino (Sicilia). Todos fueron colgados, no se conocen sus nombres. No obstante, en esta mar a quien más se temía era al turco por su extremada crueldad y por los elevadísimos rescates que pedía.

Gran negocio este del corso, sí señor; su máxima no deja lugar a dudas: «Barco parado, no gana flete». Tampoco era cosa ignorada, Temistocles ya había aseverado que «quien domina la mar domina todas las cosas»; fijémonos en la descomunal flota china y en su auge económico dominador actualmente. Comparándonos con ellos y otros, bien puede decirse que el vasco ha perdido el don de la mar.

El Museo Naval de San Sebastián, subvencionado por la Diputación Foral de Gipuzkoa, ha editado el quinto volumen de la revista de 'Estudios Marítimos del País Vasco dedicado a la Guerra marítima, Corso y Piratería'. Una compilación de artículos muy eruditos e interesantes, de los cuales se han tomado datos para éste.

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