José Ignacio Alberdi Egaña
Martes, 9 de enero 2007, 03:18
El antiguo Lavadero Municipal, restaurado con tanta ilusión entre los años 1982-1984 por parte del Ayuntamiento, con la colaboración del Gobierno Vasco y la Diputación, parece, desde hace muchos años, el rincón casi permanentemente olvidado de nuestros ediles, exceptuadas las aperturas parciales y puntuales de estos dos últimos años con ocasión de las Ferias Medievales.
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Al noble proyecto de restauración del edificio, le faltó el complemento de una adecuada gestión para una puesta a punto que diera sentido al esfuerzo realizado, al objetivo de destinarlo a un aprovechamiento, principalmente, en orden a su consideración arquitectónica y posibilidades de promoción turística. Las "fotos posteriores", se gustaron en otros en otros entornos... y la cosa quedó, poco más tarde, reducida a una autorización de utilización parcial a la Sociedad 'Ollagorra', como criadero de truchas, labor meritoria, pero sobre la que seguimos opinando, no debe ser en el lavadero su ubicación definitiva.
El Lavadero de Azpeitia tiene su propia historia y rango. Los azpeitiarras, en especial, tenemos motivos suficientes para conocerla. Dos documentados libros, Guía Histórica y Taurina de Azpeitia (1986) de Imanol Elías e Historias de Azpeitia (1998) de Ignacio Arteche -ambos editados por el propio Ayuntamiento- ofrecen detallada referencia de este singular edificio que causó tanta admiración en su viaje por nuestras tierras en 1848 al escritor Pascual Madoz.
Me permito recordar lo que en la placa oficial (del Gobierno Vasco) dice en su fachada principal: Lavadero Municipal - Siglo XIX «De estilo neoclásico, con sus fuentes públicas de Abitain, fue mandado construir por José Javier Olazabal en 1842. Está considerado como único en su género. Comparte con la Parroquia la situación al borde del antiguo recinto amurallado».
Por ello, dado el honor y la responsabilidad que supone el contar con tan singular edificio, no podemos contentarnos los azpeitiarras con que la referencia a nuestro Lavadero figure en tantos folletos sobre Loyola-Azpeitia promovidos por Iraurgi Lantzen en ferias turísticas nacionales e internacionales como uno de los lugares de posible visita, y después, que los visitantes lo encuentren cerrado, y que el estado de su fachada principal no esté con la prestancia que corresponde.
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Confiamos en una pronta y acertada reapertura del Lavadero, nuestra 'Alberca', pues es cuestión más de armonizar identificaciones culturales y turísticas que de gestionar financiaciones que forzaran en exceso el presupuesto municipal.
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