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J.F. Martí Massó
Martes, 13 de febrero 2007, 02:27
Hace unas horas me han comunicado el inesperado fallecimiento en Méjico del dr. Manuel Figueroa Pedrosa, jefe de servicio de Reumatología del Hospital Donostia y profesor asociado de la Facultad de Medicina de la Universidad del País Vasco. Junto con el pesar que me embarga por la pérdida de un amigo y de un ser querido, me he sentido obligado a escribir esta nota que quiere ensalzar algunas de las virtudes que tenía como médico y como ser humano. Puesto que compartimos durante muchos años la misma unidad clínica de hospitalización, -nuestros despachos eran vecinos lo que favorecía el intercambio de ideas- y nuestras opiniones y objetivos eran similares en muchos aspectos vitales, entiendo que puedo convertirme en el portavoz de muchos médicos del hospital al escribir este recuerdo. El dr. Figueroa llegó a San Sebastián en 1977, y fue el primer reumatólogo que tuvo plaza de reumatólogo hospitalario en lo que entonces se denominaba la Residencia Nuestra Señora de Aránzazu. Prácticamente todos los reumatólogos que tenemos en Gipuzkoa se formaron con él. A todos los alumnos de medicina que se han formado en la Unidad docente desde su fundación en 1978 les enseñó él la reumatología. Era un clínico excelente, con una magnífica capacidad de observación, y con un gran sentido común. Todos aprendimos reumatología, y por ende medicina con él. Durante estos años publicó varios artículos médicos en revistas españolas y extranjeras y llevó a cabo con sus colaboradores varios trabajos de investigación clínico- terapéuticos. Es de destacar que el dr. Figueroa fue el presidente de la Sociedad Española de Reumatología, y organizó un Congreso Nacional de la especialidad en San Sebastián.
A pesar de nuestra vecindad, nunca nos peleamos. Nuestra amistad estaba por encima de intereses. Cuando separaron las unidades que dirigíamos teníamos la sensación de 'separación forzosa', y nuestros encuentros en los pasillos siempre se acompañaban de palabras amables. Como gallego, podía ser impreciso, pero sus ideas eran claras y era más en la forma (voz baja y algo susurrante), que en los conceptos.
Manolo, los pacientes te echarán en falta ya que han perdido un médico excelente, los estudiantes han perdido un magnífico profesor, y los médicos hemos perdido un extraordinario colega y amigo. Creo que esta sociedad está en deuda contigo. Deseo que tu memoria perdure entre nosotros muchos años.
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