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El edificio ocupa una de las esquinas más llamativas de la ciudad.
LA CALLE DE LA MEMORIA MIKEL G. GURPEGUI

1982. El fantasma del Bellas Artes

PPLL

Martes, 10 de abril 2007, 10:22

Mañana dijo adiós. Mañana harán 25 años desde que en la pantalla del Nuevo Palacio de Bellas Artes se proyectó por última vez una película.

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Es curioso recordar que la última cinta que iluminó la oscuridad del Bellas Artes, o del Bellas a secas, como se le conocía popularmente, fue La fuga de Segovia. El cierre se verificó el 11 de abril de 1982, en plena Semana Santa y con los ciudadanos más pendientes de los preparativos para el Mundial de España '82 o del diabólico desafío de completar el cubo de Rubik que del triste hecho de que el cine-teatro cerrase sus puertas.

El Bellas Artes se marchó con cierta clase, con una Semana Santa de cine a 100 pesetas en sesión continua, como en los viejos tiempos, como en los años gloriosos. Por las tardes, cintas de la Disney. Por las noches, algunos clásicos del séptimo arte, como La reina de Africa, antes de despedirse con la película de Imanol Uribe.

El edicio de la confluencia de las calles Prim y Urbieta fue diseñado por el arquitecto Ramón Cortázar. Su situación en un ángulo significado de la ciudad fue remarcada por esa llamativa cúpula que define su construcción.

En sus siete décadas de historia -el Bellas Artes había sido inaugurado el 12 de setiembre de 1914- el salón de las 1.426 plazas fue testigo de buena parte de la vida donostiarra, con mayúsculas y con minúsculas. Hubo conciertos, conferencias, estrenos y espectáculos mil.

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Uno recuerda un Bellas Artes de finales de los 70, ya en decadencia, pero en el que algunos descubrimos la risa de la modernidad. Siempre estaremos en deuda con él por aquellos completos ciclos dedicados a los Monty Python y a Woody Allen.

Un abril de hace 25 años todo aquello acabó. Como tituló entonces EL DIARIO VASCO, «El Bellas cierra sus puertas al cine y las abre a la Orquesta de Euskadi».

Su función como sede provisional de la Orquesta Sinfónica de Euskadi mientras se construía su sede en Miramón dio una utilidad a este espléndido edficio que durante años, hasta 1977, también había servido como sede del Orfeón Donostiarra.

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Desde entonces, San Sebastián se permite el lujo de mantener cerrado uno de sus espacios emblemáticos. De vez en cuando surgen noticias de que se reabrirá, con otros usos, con otras formas. Pero ya nadie se las cree, como ya casi nadie tiene presente ese fantasma en que se ha convertido el Bellas.

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