El empate sabe a poco

Enfrentados dos esquemas contrapuestos. Uno de incorporación, el mallorquín. Es decir, buscar espacios para correr detrás de la defensa donostiarra, más enfocado en contragolpes y ataques rápidos. El realista, con una idea de juego más posicional, a la búsqueda de embotar al equipo rival en su campo para, con la alternancia de mover el balón dentro-fuera, encontrar algún desajuste.

Aspectos en los que sí coincidían: actitud de parar al rival con faltas en cualquier desborde y sobre todo en las que superan líneas por dentro. En este escenario, normalmente, el tiempo efectivo de juego suele caer en picado. Esta perspectiva beneficiaba más a un Mallorca que no dudaba en cargar a Merino a sabiendas de que sufre de la espalda. Muy de Aguirre esto.

Primeros acercamientos por parte de la Real con paredes interiores haciendo saltar a uno de la línea de cinco para poder aprovechar ese espacio con incorporación o de segunda línea o de Kubo y Barrenetxea. Significativos los centros sin claridad aparente en el remate. Lo más interesante del primer tiempo, la guerra de guerrillas en los corners. Declaración de intenciones por parte de los dos contendientes con tarjetas para Copete y Zubeldia: marcando territorio.

A partir del 60, para mí, una Real mucho más amenazadora con un Barrenetxea super activo, probablemente el máximo exponente a nivel ofensivo; y un Sadiq que no supo concretar ninguna de las que tuvo. La más clara, en una incorporación de Kubo por banda contraria que deja un caramelo al nigeriano que no consigue finiquitar.

Empate que sabe a poco pero que deja la eliminatoria totalmente abierta. Ni tan mal.