Excelencia, palabra mágica o maldita

Con este planteamiento es evidente que el futuro pasa por buscar la excelencia, palabreja maldita cuando se quiere instalar en lo semiprofesional. La polémica reciente en el atletismo español, sin ir más lejos. Excelencia a costa de los más débiles. Solo vale el rendimiento presente. Hay escaso tiempo para invertir. Pero en el planeta fútbol esa excelencia adquiere una dimensión exigible. La Real Sociedad es un ejemplo.

Excelencia en el terreno de juego y en los despachos. De lunes a viernes en los entrenamientos, Imanol dixit. Las consecuencias llegarán el fin de semana. Pero hoy en día, lo físico-táctico-tecnico va ligado al excel de la cuenta de resultados, la suma y resta de los fichajes, de los que se van y de los que vienen. Se mira con microscopio el día a día y se trazan las líneas gruesas del medio y largo plazo. No valen las improvisaciones. Todo debe tener su razón. En la Real la búsqueda de la excelencia es la biblia. El convencimiento, total. Se lo cree desde el presidente hasta el último nombre de los juveniles.

Otros tienen estrategias más cercanas al zig-zag casi diario. Van de bache en bache. En un club de la dimensión de la Real, esa excelencia y sus resultados se convierten en una necesidad y se alejan de la apariencia. El cambio en el club en este sentido es brutal. La capa de la modernidad metodológica se instala sin fisuras. El fútbol, como deporte, ha sido perezoso en la innovación, a diferencia de algunos clubes que llevan las luces largas siempre encendidas.