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La Real puede volver a casa satisfecha después de perder la final contra el Barcelona. El resultado, demasiado abultado, refleja la diferencia que hubo ayer entre ambos equipos sobre el césped de La Romareda. La superioridad del Barcelona fue total, prácticamente desde que el balón ... se puso en juego y merced a su dominio del balón fueron cayendo los goles uno tras otro para desesperación de las jugadoras de Natalia Arroyo, quienes lo dieron todo. Tanto las que salieron de inicio como las que salieron después desde el banquillo pero el equipo catalán no dio opción alguna a la sorpresa. Es más, marcó ocho goles y también le anularon otro por fuera de juego. Por eso es un equipo superior al resto en la Liga F y ahora tratará de ponerle la guinda al pastel con la conquista de la Champions ante el Olympique de Lyon, el próximo sábado en San Mamés.
La final de Copa fue una fiesta del fútbol femenino. Desde primera hora de la mañana, las calles de Zaragoza se fueron poblando de seguidores blanquiazules y azulgranas que rivalizaron en busca de la victoria en el 'otro partido' que se jugaba en las calles de la capital aragonesa. Aquí, quienes ganaron por goleada fueron los aficionados txuri-urdin, quienes dieron calor y color por todas las zonas, en las inmediaciones de la basílica de El Pilar, en la zona del Tubo y en las inmediaciones de La Romareda, donde esperaron la llegada del autobús de la Real para transmitirles su apoyo a las jugadoras antes de que el balón se pusiera en juego.
Cuando lo hizo, desgraciadamente para los intereses de los miles y miles de seguidores txuri-urdin que viajaron a la capital del Ebro en autobuses y coches particulares, pareció tener un imán en las botas de las jugadoras del Barcelona. Desde el primer minuto de juego quedó claro que si la Real quería plantarle cara al Barcelona tenía que poner toda la carne en el asador. No podía dejar pensar a las jugadoras azulgranas, debía reducir los espacios y presionar muy juntas para evitar que llegasen con peligro a la portería de Elene Lete.
Pero todo el planteamiento saltó por los aires en poco más de trece minutos. Pensaba que la Real iba a aguantar un poco más, que su presión iba a ser más efectiva, pero se encontró con el primer gol en contra casi sin poder asentarse sobre el césped. Y para el minuto 18 ya había encajado otros dos. Y eso ante un equipo al que es muy complicado crearle ocasiones de gol. La final ya estaba decantada a favor de las azulgranas, pero no por ello las jugadoras bajaron los brazos, aunque moralmente supuso un golpe muy fuerte. Intentar darle la vuelta a la final se había puesto muy complicado.
El Barcelona siguió a lo suyo, no levantó el pie del acelerador hasta que llegó al 8-0. Después sí lo hizo, aunque sólo por unos minutos, y fue en esa fase cuando la Real dispuso de alguna ocasión al contragolpe para llegar con peligro al área de Paños. Nadie, ni el más pesimista de los seguidores realistas que viajaron a Zaragoza, ni los que se quedaron en Gipuzkoa viendo el partido, pensaba que las de Natalia Arroyo iban a encajar semejante goleada, pero deben valorar también lo que ha costado llegar de nuevo a otra final, a los equipos a los que ha eliminado con anterioridad. En cinco años ha disputado dos finales de Copa. La primera la ganó al Atlético de Madrid. La segunda fue a parar a las vitrinas del Barcelona. Esto demuestra que el trabajo diario que se realiza en Zubieta acaba dando sus frutos y debería ser valorado en su justo término, así como el desplazamiento de los seguidores a esta final, que dieron una gran demostración de apoyo y cariño al equipo durante los noventa minutos a pesar de que la Copa tenía dueño desde los primeros compases de la final.
El Barcelona marcó ocho goles, sí, pero la semana pasada también le hizo siete al Athletic. Es un equipo que no perdona si encuentra alguna debilidad en el contrario, de ahí su superioridad sobre el resto de rivales. La Real se encontró con el partido que no quería, por detrás en el marcador casi sin darse cuenta, pero aún así dio una lección de profesionalidad. Las jugadoras lo dieron todo y deben de estar orgullosas del trabajo que han hecho para llegar aquí. Ojalá que sigan malacostumbrándos y que podamos ser testigos de nuevo de otra final dentro de cinco años. A la Real le quedan tres partidos para poner el punto y final a la temporada. Podía haber estado más arriba, pero no es fácil llegar a una final. Y más ganarla.
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