Urgente Cortada la N-121-A por una colisión entre dos camiones que deja dos heridos graves
Luis Suárez, el pasado domingo durante el partido. REUTERS

El fin no justifica los medios

Offside ·

La actuación de Luis Suárez en el Wanda ensucia el fútbol porque proyecta la imagen de que el éxito va ligado a la trampa y el engaño

Miguel González

San Sebastián

Miércoles, 27 de octubre 2021, 07:12

Ya sé que el partido de Balaídos es mañana y el próximo siempre es el más importante, como gusta repetir a los entrenadores, pero me gustaría cerrar el capítulo del Wanda y ello pasa por hablar de Luis Suárez. En verdad que nada puede empañar ... la actuación de la Real, la lección de autoridad y personalidad que mostró en casa del actual campeón de Liga y cuya victoria solo impidió la acción de un teatrero que consiguió engañar a los árbitros para rescatar un punto para su equipo. Merino mide mal y mete el pie donde no debe habiendo personajes así de por medio, pero el uruguayo se rebozó en el suelo más que una croqueta dando la sensación de que algo grave había sucedido. Nada más lejos de la realidad.

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Lo triste del caso es que habiendo más cámaras que nunca lograra engañar al VAR, aunque para eso también influyó que estuviera al otro lado Hernández Hernández, malo en el césped y peor en los monitores. Porque Munuera Montero vio la jugada pero no apreció infracción. El andaluz me parece el mejor árbitro de Primera. Honesto, preparado y con criterio, tres virtudes que a muy pocos colegiados acompañan. Creo que el domingo no estuvo acertado al dejar sin sanción ciertas entradas del Atlético –mal día en la oficina, que diría Toshack– pero eso no significa que sea malo. Ya firmaría tener un árbitro así en todos los partidos.

El uruguayo ha protagonizado capítulos bochornosos en su carrera sin que haya corregido su comportamiento

El caso es que desde la sala VOR otro colegiado bastante peor que él, el ínclito Hernández Hernández, no paró de insistirle para que fuera a ver la jugada en el monitor y a Munuera Montero le entró la duda. Y una vez que se acercó a la banda a ver la acción no le quedó más remedio que pitar penalti, sobre todo si te muestran la jugada a cámara lenta y con una imagen congelada que no refleja la realidad. Porque la clave de todo es la velocidad. ¿Podrían imaginar la fuerza de un bofetón en una fotografía? Es imposible, porque la clave es la velocidad del impacto en la cara. Aquí sucede lo mismo.

Un ejemplo nocivo

El resumen del Wanda es que un tramposo condicionó el resultado. Y por más cámaras y árbitros que haya para juzgar los partidos, la sensación que queda es que triunfan los farsantes, que gozan de absoluta impunidad y se convierten en modelo para los más jóvenes. Un ejemplo que carga el diablo cuando el fútbol actual es seguido por tantos niños que imitan a sus ídolos y a los que estos tipos mandan el mensaje de que la clave del éxito es el engaño y la trampa. La situación se agrava cuando sus palmeros le beben el agua. «Es que es un futbolista competitivo», defienden. Competitivo es Oyarzabal. Éste es un caradura.

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Bakkal, Evra, Chiellini...

Para entender la catadura moral del personaje no hay más que repasar su 'prolífica' carrera. Hasta que las cámaras de televisión fueron invadiendo los estadios, su jugada favorita era morder a los contrarios. En 2010 cuando jugaba en el Ajax dio un buen 'bocado' en el cuello al jugador del PSV Otman Bakkal con la fortuna de que el árbitro no lo vio. Tras el partido, cuando se comprobó lo miserable de su acción, todos se llevaron las manos a la cabeza. El Ajax, avergonzando, le suspendió por dos partidos y la federación holandesa le castigó con siete.

El 'angelito' dio el salto después a la Premier y en 2011 tuvo un famoso incidente con Evra, del Manchester United, al que profirió graves insultos racista. Le cayeron ocho partidos, aunque como las cámaras de Sky Sports no pudieron mostrar pruebas fehacientes del hecho él siempre lo negó. Sir Alex Ferguson, técnico del United, declaró que «Luis Suárez era una vergüenza para el Liverpool», club que entonces defendió a su jugador.

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Hasta que el año pasado Evra recibió una carta del director ejecutivo del Liverpool, Peter Moore, disculpándose en nombre del club por aquel triste suceso, algo que agradeció el francés. «Me conmovió. Me dijo que esperaba que no fuera demasiado tarde. Ahora tengo aún más respeto por el Liverpool porque lucha contra un problema de la humanidad como es el racismo».

Pero su episodio más glorioso fue la dentellada que propinó a Chiellini en el Mundial de Brasil en 2014, en el que además simuló haber recibido una agresión del italiano en la boca. La FIFA le apartó del campeonato y le sancionó con cuatro meses de suspensión en los que ni siquiera pudo acceder a los estadios. Algo nunca visto.

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Connivencia arbitral

A pesar de semejantes comportamientos contrarios al propio fútbol siempre hubo clubes dispuestos a vender su alma al diablo y a anteponer el fin a los medios por contratar a un buen goleador, algo que nadie discute. Ahora que ha recalado en el Atlético de Simeone se han juntado el hambre con las ganas de comer. Así cada domingo sigue ofreciendo su particular teatrillo en connivencia con los árbitros –de los que se aprovecha de su bajo nivel– y unas autoridades que miran para otro lado.

Con 34 años, afortunadamente sus correrías tienen fecha de caducidad más pronto que tarde y cuando cuelgue las botas se le recordará por lo que ha sido: un auténtico tramposo, por decirlo sutilmente. Siempre me ha sorprendido que muchos futbolistas no fueran conscientes de la proyección social de sus actos, porque éstos les definirán el resto de su vida. Y no hay títulos ni goles que les puedan redimir. Si incluso Zidane, con una trayectoria intachable durante toda su carrera, tuvo un borrón con aquel cabezazo a Materazzi que nadie olvida, imagínense lo que dirá la historia de este personaje. Porque el fin nunca justifica los medios. Ni en el fútbol.

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