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La Copa ya está en Gipuzkoa. No de la forma en la que los trofeos deportivos suelen llegar al territorio del campeón. Ni siquiera pudo haber celebración y se espera que cuando la situación sanitaria esté normalizada, se pueda realizar algo parecido a lo ... que sucedió en 1987 con la consecución del título copero, en 2003 cuando el equipo fue subcampeón y se dio un baño de multitudes, en 2009 con el ascenso o en 2019 cuando las chicas hicieron saltar al territorio con la Copa de la Reina. Imágenes que ayer se echaron en falta. El copón de la baraja es txuri-urdin y será la nueva y envidiada pieza del museo realista.
Salió la hinchada, sí. Pero con el freno de mano. Sin poder siquiera ver en persona a los héroes. Lo tuvieron que hacer a través del cristal de los dos autocares, que trasladaron al equipo desde el aeropuerto de Hondarribia hasta Zubieta.
A las dos y diez de la tarde aterrizó el chárter procedente de la capital hispalense con la primera plantilla, cuerpo médico y técnico y Jokin Aperribay a la cabeza de la caravana blanquiazul. Las palabras del máximo mandatario a pie de párking del aeropuerto no podían ser más elocuentes acerca de que la celebración del título con la afición no es posible en la actualidad. «Ha sido un pena que no haya podido haber gente porque hubiera sido histórico. Felicitar a la gente porque me han dicho que su comportamiento en Gipuzkoa ha sido extraordinario», confesó el empresario debarra.
Cuarenta minutos antes tomó tierra el avión que trasladó a los consejeros, acompañantes y familiares, trabajadores y exjugadores como Luis Arconada, Roberto López Ufarte, Xabi Prieto o Imanol Agirretxe. Todos ellos se quedaron a esperar a la plantilla para tributarles el primer aplauso nada más pisar tierra guipuzcoana a falta de seguidores.
Uno a uno fueron pasando los jugadores por delante de la valla que separaba a la prensa de los autobuses, como si se tratara de una pasarela. Los vestidos de noche y smokings se cambiaron por chándal y varios rostros que denotaban que las sábanas del hotel no habían estado mucho tiempo ocupadas. Pocas horas de sueño porque la ocasión lo merecía, aunque la celebración en el hotel de concentración de la Real fue bastante contenida, como no podía ser de otra manera.
El primero fue Januzaj, pero el belga tomó las escaleras del autobús sin girarse. Su arte es con el balón en el pie izquierdo, no cabe duda. Y la Ertzaintza no iba a dejar pasarle un esférico al pie del de Molenbeek. Aritz Elustondo portaba el aparato musical que seguro amenizó el viaje en avión. Migue Ángel Moyá sí que levantó la mano saludando a los presentes, al igual que Álex Remiro, pero el de Cascante con menos efusividad. La experiencia es un grado en esta suerte también.
Copa del Rey
A. VICENTE ILUSTRACIONES SR. GARCÍA
ÁLVARO VICENTE ILUSTRACIÓN SR. GARCÍA
Entre arengas, saludos y clicks de las cámaras de los compañeros gráficos, la expedición se fue acomodando en el autocar. Igor Zubeldia fue uno de los últimos en subir y precedió al póker que faltaba. La última mano es la buena, y ayer también lo fue. Merino y Portu -actores principales del gol de la victoria por el pase y por el penalti cobrado- pasaron casi de puntillas porque detrás de ellos apareció el trofeo. La Copa. El Santo Grial. El botín por el que lleva suspirando toda una generación. Asida por Mikel Oyarzabal y Asier Illarramendi, los dos capitanes inmortalizaron el momento antes de subirse al autocar que les trasladaría a Zubieta. Sonrisas y cansancio en el rostro del eibartarra y mutrikuarra. Imanol fue el último y, como suele ser habitual en el oriotarra, dedicó unas palabras a la prensa y se disculpó por la demora. «Es que hemos acabado tarde», explicó con una medio sonrisa.
Los campeones salieron del aeropuerto hondarribiarra y en las inmediaciones del barrio de Amute, hasta donde estaba cortada la carretera, no aparecieron los primeros aficionados que hicieron ondear bufandas y banderas al paso de la comitiva y jalearon a los jugadores que disfrutaban a través del cristal.
Se intentó que los autobuses, con la Copa en el salpicadero del primero bien visible como demostración del triunfo y del título, atravesaran el centro de la ciudad pero se desestimó por seguridad, así que la Copa fue todo lo contrario que el 'Highway to Hell'. Tomó el camino de la gloria.
A. ANSA | San Sebastián
Un fuerte dispositivo de la Ertzaintza escoltó ayer en todo momento a la Real desde que aterrizó en el aeropuerto de San Sebastián hasta su llegada a Zubieta. La expedición txuri-urdin puso pie a tierra a eso de las 14.10 horas en el barrio de Amute de Hondarribia bajo unas estrictas medidas de seguridad -hasta cuatro controles custodiaban la entrada a la terminal- debido a la actual situación sanitaria, impidiendo que la afición se agolpara a la llegada de los campeones.
Tres motos y un furgón blindado secundaron a la comitiva realista durante los casi 30 kilómetros que hay hasta las instalaciones blanquiazules, donde un buen número de seguidores de la Real esperó a los autobuses en el puente que da acceso al Asador Bugati. La zona se encontraba blindada por la Ertzaintza para que no se repitieran las imágenes del viernes cuando cientos de realzales se agolparon en el arcén de la carretera que baja del Z7 para despedir a los de Imanol Alguacil.
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