Los jugadores y los integrantes del cuerpo técnico festejan el título en La Cartuja con el trofeo. LOBO ALTUNA
La Real, campeona

Premio a una forma de hacer

Justicia. Indesmayable en su fe y aferrada a su fútbol, la Real logra su quinto título ante el eterno rival en Sevilla

Álvaro Vicente

San Sebastián

Domingo, 4 de abril 2021, 09:12

Tantas veces caprichoso, el fútbol fue justo esta vez y coronó a la Real campeona de la Copa. Un gol de Oyarzabal de penalti tras una falta cometida por Iñigo sobre Portu en el minuto 62 premió a la Real. Ha habido que esperarle ... 34 años, pero la Real Sociedad ya está de nuevo aquí, entre nosotros, encarnada en un grupo memorable que ayer firmó una de esas gestas que figurarán ya para siempre en la historia del club, en ese libro de oro que lleva escribiendo desde 1909. Fue una noche de poder y de gloria que terminó, como no podía ser de otra manera, con una victoria, además, conseguida con grandeza, con el alma y el talento. Pasará el tiempo y nadie olvidará lo ocurrido ayer en la final más extraña, sin público en las gradas por un virus que ojalá pronto sea un mal recuerdo y que obligó a los aficionados de los dos clubes a sufrir y vibrar encerrados en sus casas.

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Muchos de ellos son jóvenes que llevaban toda su vida esperando algo así, soñando con ver a una Real grande, a la altura de su leyenda, a esa Real campeona de la que tanto habían oído hablar a sus padres y abuelos. Durante años, ese relato de la grandeza antigua se ha estado desgastando a base de decepciones, amarguras y torpezas. A veces, incluso parecía que esos bellos recuerdos solo servían para ahogarse en la nostalgia de los viejos tiempos. Era necesario, por tanto, que el equipo diera una gran alegría. Al fin y al cabo, se vive del presente, no del pasado.

Los jugadores celebran la victoria MORQUECHO

Así que cuando sonó el pitido final fue inevitable recordar a los seres queridos que no han podido vivir una alegría tan enorme, a todos los grandes futbolistas de la Real que han cimentado la leyenda de este equipo a lo largo de años, muchos no tan venturosos como éste, a los actuales jugadores, jóvenes decididos a comerse el mundo, a un entrenador, Imanol Alguacil, que ha dirigido con mano maestra una revolución maravillosa y a un presidente, Jokin Aperribay, que libró al club de su desaparición y lo ha traído hasta aquí.

A orillas del Guadalquivir, en esta ciudad en su día capital del mundo, en un Sábado Santo, la Real ganó el duelo colosal, entre dos gigantes de la historia organizados alrededor del talento de casa, de la cantera. El Athletic fue el mejor rival posible, por eso el premio es doble. Es la Copa que cambiará el curso de la historia de los dos. Si este título es para la Real el principio o el final de algo, el tiempo lo dirá. Por de pronto, es la guinda a un forma de hacer, la que ha traído a este club de las catacumbas de Segunda a ganar la Copa al eterno rival.

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En un partido al límite, sin aire, se temía que la ansiedad maniatara a un equipo joven colocado de repente en el centro del escenario y que el Athletic se aprovechase de ello tirando de oficio. No fue el caso. Todo lo contrario.

Porque en el fútbol, como en la vida, se pueden lograr las cosas de muchas maneras, y la Real ganó y no pudo hacerlo de una forma más grandiosa. Su entrenador y sus futbolistas homenajearon al fútbol, quisieron el balón, buscaron la portería, insistieron y obtuvieron premio. El fútbol recompensó al mejor equipo.

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