El arte de la rivalidad de un derbi

Por ello, en el derbi de hace once días en La Cartuja, la Real Sociedad quiso ir un paso más allá con su obsequio a la entidad rojiblanca. La ocasión, sin duda, lo requería. Así, el presidente Jokin Aperribay hizo entrega a su homólogo Aitor Elizegi de una escultura como gesto de «amistad», tal y como desveló el propio mandatario txuri-urdin el pasado viernes durante el especial que ofreció ETB2 por el triunfo copero de los blanquiazules. Una obra que simboliza un abrazo, en alusión a la sana rivalidad que ha existido durante más de cien años entre Real y Athletic, y también a los abrazos que la gente no ha podido dar ahora para celebrar el triunfo por la crisis sanitaria que asola el mundo ya hace más de un año, como señaló en el programa.

Su autor es el escultor donostiarra Iñigo Arístegui, creador también, entre muchas otras obras, de la estructura de hierro instalada en la plaza Ramón Labaien de la capital guipuzcoana llamada 'Besarkada-El Abrazo'. «Nos pusimos a ver qué podíamos hacer, qué mensaje podríamos mandar a los otros equipos», relata su creador, que lleva trabajando con el club un año. «De un tiempo a esta parte la Real se está tomando un poquito las cosas con más gusto, con más estilo y con más corazón. Es el equilibrio entre la cabeza y el corazón que se está trabajando mucho ahora en el club, con la cantera y con todo esto que tiene un fundamento muy arraigado en los valores guipuzcoanos. Y justo para este partido al presidente se le ocurrió hacer este obsequio y llevar una escultura más potente, más grande, con el mensaje de 'Fútbol y amistad'», explica.

La obra consta principalmente de tres partes bien diferenciadas. Por un lado, en la parte de abajo, una especie de ovillo de hierro «que da muchas vueltas» simulando un balón de fútbol y que representa «el trabajo diario. Algo que va y que viene. Todos los entrenamientos diarios, todo el trabajo que hay de trasfondo para luego tener un partido que te salga bien, el trabajo sordo que hay detrás cada día y que no se ve a simple vista, la gente que está funcionando todos los días trabajando allí, etc».

Sobre eso, en la parte de arriba, se encuentran dos personas fundiéndose en un abrazo, un gesto que admite Arístegui que «gustó mucho en la Real». Y para rematar, el hierro se sustenta sobre una base de madera de roble «en representación un poco del territorio porque aquí se trabaja mucho el roble, y el hierro oxidado también, dándole ese punto que no es de ahora solo, sino que viene de hace mucho tiempo, esa constante combustión que representa el trabajo diario». Todo ello forma una pequeña escultura de «45 centímetros de alto, unos 20 de ancho y unos 20-25 de fondo» elaborado durante aproximadamente un mes.

La reacción por parte de la entidad realista al resultado final fue muy satisfactoria, asegura el artista donostiarra. «La idea se entendió muy bien desde el principio, porque los trabajos que realizo yo son pensando localmente para trabajarlos externamente. Pensar de aquí para que sea un tema internacional, siempre abrirnos afuera, como hace la Real cuando juega por allí».