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Donostia está en la cuenta atrás para ser sede de un Mundial de fútbol. Le quedan cinco años, ya que Anoeta ha sido elegida para albergar el campeonato que compartirá organización entre España, Portugal y Marruecos. Será la primera vez que acoja el evento deportivo más importante del mundo por delante de los Juegos Olímpicos, ya que en 1982 se quedó fuera de la carrera al no reunir Atocha las condiciones mínimas para ello.
José Luis Orbegozo, presidente de la Real, compró unos terrenos en Zubieta para la construcción de un moderno estadio donde hoy se encuentra la ciudad deportiva del club, pero como suele ser habitual en Gipuzkoa las instituciones no se pusieron de acuerdo y el tren pasó de largo.
Fue una oportunidad pérdida porque el Gobierno condeció una línea de crédito de 5.100 millones de las antiguas pesetas –30 millones de euros–, que era un dineral para la época, para que los clubes financiaran la remodelación de los estadios que fueron sede del campeonato, además de la cantidad que aportó el comité organizador con los ingresos de los derechos de televisión y la explotación comercial y publicitaria del merchandising del Mundial.
Como referencia, el Athletic recibió 700 millones de pesetas para reformar San Mamés, el Real Madrid 600 para el Bernabéu y el Barcelona unos 400 en el Camp Nou. Esa lluvia de millones pasó de largo en San Sebastián, con el agravante de que la Real Sociedad era el campeón de Liga en ese momento y su política de cantera era admirada más allá de las fronteras de Gipuzkoa.
El Ayuntamiento tenía que desembolsar 125 millones de pesetas pero el desacuerdo político en el consistorio dio al traste con la posibilidad de acoger el Mundial. Los votos en contra del PNV y Herri Batasuna se impusieron por uno de diferencia a los favorables de Euskadiko Ezkerra, PSOE y Coordinadora Independiente, vinculada a UCD, con lo que el alcalde Jesús María Alkain tuvo que comunicar a Raimundo Saporta, presidente del comité organizador de la Copa del Mundo, la renuncia de San Sebastián a ser sede del evento.
Sin embargo, dos días antes de arrancar el Mundial, el 11 de junio de 1982, Francia disputó un partido amistoso en Atocha contra la Real Sociedad, el último de preparación para un campeonato en el que partía entre las favoritas. Un acontecimiento y una deferencia del combinado galo hacia el conjunto realista, que había firmando una temporada excepcional con la conquista de su segunda Liga y una Copa en la que se quedó a las puertas de la final tras caer en los penaltis en el Bernabéu.
Ormaetxea no pudo contar para el partido con sus internacionales, que llevaban más de un mes concentrados con la selección española preparando el Mundial. Eran los casos de Arconada, Alonso, Zamora, Satrústegui, López Ufarte y Uralde, por lo que el amistoso partía desequilibrado de inicio.
El técnico francés, Michel Hidalgo, no estaba muy satisfecho con la preparación que llevaban los suyos, que debían verse las caras en la sede de San Mamés contra Inglaterra, Checoslovaquia y Kuwait. Se clasificaban los dos primeros.
Aquella Francia de los Platini, Giresse, Tigana y compañía era exquisita con balón y junto a Brasil practicaba el fútbol más vistoso del mundo. Pero decían que le faltaba gol, que los delanteros no estaban a la altura del resto del equipo, en especial de los centrocampistas. Así que el técnico galo quiso buscar un último partido con el que reforzar la moral de los suyos ante una Real que sin sus titulares que parecía presa fácil.
Bajo el arbitraje del guipuzcoano Urio Velázquez, Kortabarria y Platini inmortalizaron un histórico saludo entre capitanes antes del arranque del encuentro. Francia, que contó con el apoyo de numerosos aficionados en las gradas que cruzaron la frontera, vistió con sus colores habituales y la Real lució la segunda equipación de la época: camiseta blanca con pantalón y medias azules. Los dos conjuntos vestían de Adidas.
El amistoso se programó a tres tiempos de media hora para que los jugadores tuvieran la oportunidad de hidratarse y el técnico francés de hacer las correcciones oportunas. La Real formó con Biurrun; Celayeta, Gorriz, Kortabarria, Olaizola; Larrañaga, Diego, Zubillaga; Serna, Alcelay e Iriarte. Tanto Serna como Alcelay eran del Sanse y Salva Iriarte apenas había jugado 158 minutos durante la temporada. Se trataba de un equipo reconocible atrás y en el centro del campo, pero muy romo arriba al faltarleZamora, Uralde, Satrústegui y López Ufarte. La selección francesa arrancó con Ettori; Battiston, López, Tresor, Bossis; Couriol, Tigana, Girad, Platini; Bellone y Rocheteau.
En la primera media hora no hubo goles porque la defensa blanquiazul estuvo a tono y Biurrun acertó a detener un disparo a bocajarro de Couriol a centro de Platini. Fue en la segunda donde Francia comenzó a decantar el partido con la entrada de Giresse, que permitió a Platini adelantar su posición. De las piernas del astro francés nació la jugada del 0-1 que concretó Rocheteau delante de Biurrun. Sin embargo, prácticamente a continuación, Iriarte provocó un penalti que transformó tan seguro como siempre desde los once metros Kortabarria. Antes de llegarse al segundo parón Platini volvió a desequilibrar el marcador con un golazo por toda la escuadra.
En la última media hora del amistoso Francia haría el tercero al sorprender Lacombe a Biurrun con un disparo por arriba y Ormaetxea aprovechó para meter a varios chavales del Sanse como Orbegozo, Arano y Alejandro López Ufarte, el hermano de Roberto. Uno de los sustituidos fue Salva Iriarte, que colgó las botas en ese partido y fue tuvo una despedida especial por parte del público congregado en Atocha.
El seleccionador Michel Hidalgo atendió a los periodistas después del partido en los vestuarios y destacó que estaban «en un punto óptimo para afrontar el Mundial. Mi equipo hace un buen fútbol y está considerado como una de las cuatro mejores selecciones del mundo. Quizás nos falte, eso sí, algo de dureza en defensa».
Aquella última prueba en San Sebastián dio suerte a Francia, que hizo un Mundial de menos a más. Después de perder por 3-1 ante Inglaterra en San Mamés, ganó a Kuwait (4-1) y le bastó un empate (1-1) contra Checoslovaquia para pasar como segunda de grupo. En la segunda fase, organizada en una liguilla de tres, fue primera por delante de Austria e Irlanda del Norte.
La semifinal que disputó ante Alemania en el Sánchez Pizjuán es una de las más recordadas en la historia de los Mundiales. Entre otras cosas, por la terrorífica salida del meta Schumacher en la segunda parte que impactó contra Battiston cuando éste encaraba a portería y lo dejó inconsciente en el suelo con una fractura de mandibula, conmoción cerebral y tres dientes rotos. El árbitro, el holandés Charles Corver, no pitó ni falta y los franceses quedaron muy afectados ante la gravedad del estado de su compañero.
Aun así, el partido acabó en empate (1-1) y en la prórroga Francia se colocó con dos goles de ventaja marcados por Trésor y Giresse, lo que le dejaba muy cerca de jugar la primera final de un Mundial. Pero Rummenigge acortó distancias en el minuto 102 y Fischer hizo el empate en el 108. En los penaltis, el villano Schumacher, que ni se había acercado a interesarse por el estado de Battiston y desde entonces había sido silbado por el público, se convirtió en el héroe de los suyos al detener dos penaltis y clasificar a Alemania para la final. El sueño francés había nacido un mes antes en Atocha.
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Miguel Ángel Mata | San Sebastián y Amaia Oficialdegui
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