La mayor goleada de la historia de la Real y del fútbol profesional

L a visita del Valladolid este sábado al Reale Arena evoca inevitablemente al encuentro disputado hace 84 años en el campo de Atocha cuando ambos equipos militaban en Segunda División. Aquel 8 de enero de 1941 pasó a la historia como el día en el que la Real consiguió la mayor goleada de su historia al endosarle al conjunto pucelano un sonrojante 14-2 que provocó multas, sanciones internas y la baja del entrenador y de dieciséis jugadores a final de temporada, entre ellos José Miguel Ortiz, un estudiante vasco de Derecho y el portero de aquella tarde que dejaría el fútbol para dedicarse a la abogacía.

Sebastián Silveti era el entrenador txuri-urdin aquella temporada, la segunda que de forma consecutiva afrontaba el equipo en la división de plata. A ocho jornadas del final la Real tenía dos puntos de ventaja sobre el Deportivo de la Coruña, rival al que tenía que visitar la semana siguiente, y el Sporting de Gijón. Los tres se iban a jugar las dos únicas plazas que daban acceso a la Fase Final en la que el conjunto txuri-urdin lograría el ascenso meses después.

La visita del conjunto pucelano, al que en la primera vuelta había derrotado en el antiguo campo de la Sociedad Taurina por 3-6 en lo que fue el primer enfrentamiento de la historia ante el Valladolid y el último partido oficial en ese recinto, suponía una buena ocasión para seguir al frente de la tabla.

La previa de aquel encuentro estuvo marcada por el temporal de lluvia, viento y nieve que azotó el norte de la península en el amanecer de 1941. Los trenes que venían de Galicia, Cantabria, País Vasco y Cataluña llegaban a Madrid con 56 horas de retraso, según recogen algunos diarios de la época. En San Sebastián, Igeldo estaba totalmente nevado y el día 5 de enero, fecha en la que estaba previsto se disputara el encuentro, Javier Vergara escribía en DV lo siguiente: «En Atocha había 20 centímetros de nieve sobre el campo» y «el pasillo de preferencia convidaba a la formación de muñecos. En realidad, se podía usar el trineo de escalón en escalón».

Los jugadores del Valladolid tuvieron problemas para llegar a San Sebastián. No lo hicieron directamente en tren hasta la capital, sino que tuvieron que coger uno en dirección a Bilbao y desde allí viajar a Donostia al día siguiente por la mañana. Hubo dudas también sobre la llegada del colegiado, el gallego Villaverde Fernández que tenía que venir desde Vigo. Todos conseguirían llegar.

No se pudo jugar el partido el domingo día 5, tampoco el lunes ni el martes pese a que se llegó a quitar la nieve que había sobre el césped de Atocha. Con la expectación por las nubes en la ciudad ante la buena marcha del equipo, la incertidumbre sobre el día y la hora de la celebración del encuentro era total porque la decisión final correspondía al colegiado tras la inspección del terreno de juego y era él quien fijaba el horario, por lo que los aficionados que querían asistir debían permanecer atentos a los boletines de Radio San Sebastián o llamar por teléfono al DV, donde también se despachaban entradas para el encuentro.

Pero no era esa la única preocupación del aficionado. Tal y como recogió este periódico el día 7, existía otro motivo: «Se nos han dirigido por carta y presencialmente varios aficionados a quienes la circunstancia de que el partido se celebre en día laborable les impedirá presenciarlo, por lo que ruegan a sus jefes de oficina que, de ser posible, permitan la asistencia de los empleados que lo desearen».

Finalmente el 8 de enero Villaverde Fernández dio el visto bueno para que se disputara el choque pese a que Atocha estaba embarrado y la nieve retirada circundaba el perímetro del campo. Tras el pitido inicial no hubo mucha historia. La Real fue un vendaval y, aunque tardó 19 minutos en abrir el marcador, cuando lo hizo no supo parar. El 7-1 con el que se llegó al descanso fue esclarecedor.

En la segunda mitad, y lejos de relajarse, los donostiarras siguieron sumando goles. Y eso que muchos minutos de este periodo jugaron con un hombre menos por la lesión de Izaga ya que entonces no había cambios. Tomás Aguirre Echeveste 'Chipia' anotó cinco goles, Antonio Azpiazu y Paco Bienzobas, el primer pichichi de la historia en la temporada 1928-29, lograron tres cada uno e Izaga y Pedrín, jugador este último que años más tarde ascendería con el Valladolid y que fue cuñado del gran impulsor del rugby en la ciudad, Pepe Rojo, completaron una goleada que pudo ser mayor ya que la Real llegó a estrellar hasta seis balones en la madera.

«Nuca fue oportuna como ahora la estereotipada frase: 'Ni los más viejos del lugar...'». Así comenzó su crónica en DV el cronista Erostarbe que finalizó su artículo describiendo la actitud del colegiado a modo de metáfora de lo que había sido el choque: «Cruzadas las manos en la espalda, en sensación de tranquilidad que no le recordamos a Villaverde Fernández, se limitó al grato papel de espectador».

Este histórico partido guarda aún hoy el honor de ser no solo la mayor goleada que ha logrado nunca la Real, sino de ser también la victoria más amplia que se ha producido en la historia tanto en Primera como en Segunda División, así como de ser el partido en el que se han marcado más goles.

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