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Por qué es tan bueno el café que se sirve en Portugal. Por qué no hace falta acudir al famosísimo 'A Brasileira' para disfrutar del placer de una taza puesta con todas las bendiciones y cualquier tasca de barrio es garantía de tomarse un expreso ... imposible hasta en la mejor cafetería de Donostia. Porque el café es un asunto muy serio en Portugal, de una gravedad solo comparable a la que la cuestión alcanza en Italia.
El constructor del gran Benfica bicampeón de Europa (1961 y 1962) fue Maurício Vieira de Brito, hijo de una familia que hizo fortuna con las plantaciones de café en Angola. En 1956, el Benfica sufría pérdidas y su presidente lanzó la voz de alarma: «No podemos seguir arriesgándonos a ser campeones de Europa». La única solución que veía para perseguir ese sueño era que una gran fortuna se hiciera con las riendas. Vieira de Brito, que había desembarcado con éxito en la metrópoli, dio el paso adelante.
Era hijo de Mário de Cunha Brito, dueño de un imperio en Angola, donde él mismo nació en 1919. Explotaban la industria del café en régimen de casi monopolio en el país. Contaban con 30.000 trabajadores en sus diferentes fincas, de nombres tan musicales como Calemba, Quipungo, Nova Ereira, Congulo o Quipuco. Junto a los edificios de producción y administrativos, cada plantación contaba con enfermería, casas para los trabajadores y escuelas, que perpetuaban un modelo colonial paternalista. Massango era la más grande. Tenía hospital.
Viera de Brito asumió la presidencia del Benfica en 1957 e invirtió parte de su descomunal fortuna en el club. Instaló la iluminación artificial en el estadio Da Luz y construyó el tercer anillo, una tribuna que elevó el aforo hasta los 70.000 espectadores. Contrató al entrenador húngaro Bela Guttmann y, en 1960, al mozambiqueño Eusébio.
La llegada de la 'pantera negra' fue la cumbre del trasvase de talento africano al fútbol portugués, un sabor que sigue vivo y que había comenzado en los 50, cuando el angoleño Miguel Arcanjo fichó por el Oporto y el mozambiqueño Lucas Sebastião de Fonseca 'Matateu', por el Belenenses. En 1958 llegaría también desde Mozambique Hilário al Sporting de Lisboa.
Pero fue el Benfica el que más y mejor transitó ese camino entre África y Portugal. Ya en 1951 fichó a uno de los grandes, José Águas, desde Angola. Luego llegarían Costa Pereira y Joaquim Santana. En 1955, el Benfica llevó a Lisboa a uno de sus monumentos inmortales, Mário Coluna, llegado desde Mozambique.
De riqueza inmensa, Maurício Vieira de Brito se hizo con la presidencia de un club de marcado carácter popular. Sin embargo, su personalidad amable y sentimental y su amor desbordado por el club le hicieron ganarse el corazón del pueblo encarnado. Uno de sus biógrafos escribió que era «demasiado rico y demasiado idealista».
Su fortuna no se resintió por sus alocadas inversiones en el club, que sí sirvieron para llevar al Benfica a lo más alto, a cotas nunca más vistas. Pese a su afición desmedida, era un dirigente con los pies en el suelo. Cuentan que antes de la final de la Copa de Europa de 1961 en Berna contra el Barcelona (3-2, Águas, Ramallets (pp) y Coluna) tenía escritos dos discursos para el banquete posterior: en uno elogiaba el trabajo y la victoria y en el otro levantaba la moral de la tropa tras la derrota. Leyó el primero, brindó con una copa de champán y se desmayó allí mismo por la tensión.
En 1962 el Benfica firmó su obra maestra al derrotar al Real Madrid (5-3, Águas, Cávem, Coluna y Eusébio, dos) en la final de Ámsterdam. De nada valieron los tres goles de Puskas. El zoo de Rhenen le regaló una cría de oso pardo, que Vieira de Brito se llevó a Lisboa en el avión, junto al trofeo. Lo entregó al Jardim Zoológico de la capital portuguesa y se hizo cargo de todos los gastos del animal hasta que falleció en 1975.
Los jugadores africanos de las colonias fueron determinantes en el ascenso del fútbol portugués en los 60. Si el Benfica ganó dos Copas de Europa, el Sporting ganó la Recopa de 1964 y los dos clubes fueron la base del gran Portugal del Mundial de 1966 en Inglaterra. Eusébio fue considerado patrimonio nacional por la dictadura y su popularidad solo tenía comparación con la de la fadista Amalia Rodrigues. No se le permitió salir de Portugal, lo que años después lamentaría: «La Juventus me hizo una oferta para ser el jugador mejor pagado del mundo con 19 años y lo mismo el Inter tras el Mundial. Pero no fui autorizado a salir. Salazar no era mi padre y desde luego no era mi madre. ¿Quién le daba derecho a hacerlo?». La tradición de grandes talentos africanos en la liga lusa se ha mantenido siempre. Sin ir más lejos, los dos primeros portugueses de la historia de la Real, Carlos Xavier y Oceano, nacieron en África. El primero en Mozambique y el segundo, en Cabo Verde.
Tras la independencia en 1975, la interminable guerra civil hundió a Angola y también a su industria del café, que ahora resurge. Fue un brasileño quien empezó a cultivarlo en el país y estableció la primera finca en 1837. Con esa mezcla de orígenes se entiende a la perfección la categoría del fútbol y del café en Portugal. Dos grandes placeres.
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