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La Real regresa el domingo a Las Palmas, donde se podría decir que empezó su escalada a los cielos hace diez años aunque en aquel ... momento nadie lo intuyera. Seguramente ni en el propio club eran conscientes de que allí, junto a la playa de Las Canteras, estaban poniendo la primera piedra de esta gran obra.
Una sonrojante derrota en noviembre de 2015 se llevó por delante a David Moyes y obligó a la Real a dar un golpe de timón. Desde el paseo marítimo fui testigo de la tensión que hubo en aquella cena con el técnico escocés, ya que el comedor, asomado a la playa, quedaba expuesto a las miradas de curiosos y paseantes. Coincidencia o no, se cambió de hotel a partir de entonces.
Disputadas once jornadas, el cuadro txuri-urdin era decimosexto con nueve puntos, los mismos que el primero que descendía, y el juego –más bien la ausencia de él– transmitía una honda preocupación. Ya no queda nadie en la plantilla, aunque Prieto y Agirretxe siguen en el club para dar fe de aquello.
La decisión fue dar un giro de 180 grados y contratar a Eusebio, que apenas había entrenado al filial del Barcelona y al Celta en Segunda. La apuesta era grande porque carecía de experiencia en banquillos de Primera, pero salió bien y devolvió a la Real el gusto por el buen fútbol. A partir de ahí el club empezó a crecer como la espuma y sus jugadores, a revalorizarse. Algunas de sus decisiones fueron dar la titularidad a un imberbe Oyarzabal de apenas 18 años, colocar a Aritz de central para dotar al eje de la zaga de mayor velocidad y hacer debutar a Zubeldia en Primera. En lo táctico fue el precursor del juego de posición en la Real, recuperó el 1-4-3-3 como sistema de referencia, defendió hacia adelante e introdujo la persecución en individual para presionar fuerte en campo contrario, características que aún mantiene la Real.
Imanol estaba entonces en el Sanse y desde esa cercanía hizo propias muchas de las ideas del vallisoletano para enriquecer una forma de entender el fútbol que está detrás de los éxitos de estas seis temporadas. Evidentemente, ha llevado la propuesta mucho más allá porque aquella Real que proponía y defendía desde el balón ha madurado y ha sido capaz de protegerse también sin pelota. La final de Copa de hace cuatro años fue el mejor ejemplo de que para volar alto había que ser fiable también en defensa. O el empate del curso pasado sin goles en Milán ante el Inter para ser primeros de grupo en la Champions.
Esta temporada, sin Le Normand y Merino ha costado todo bastante más porque el equipo ha perdido centímetros en el balón parado y no tiene la misma firmeza en las transiciones defensivas. Pero se le siguen reconociendo muchos de los matices que implementó hace diez años Eusebio. Y todo empezó en Las Palmas.
Ha crecido tanto el club en este tiempo que ahora una temporada como la actual se llega a calificar hasta de 'mala' cuando la Europa League queda a dos puntos a falta de nueve jornadas, ha jugado doce partidos en competición continental hasta caer en octavos ante el United y en Copa estaba en la final de La Cartuja en el minuto 82 ante todo un Real Madrid. Eso sin olvidar que ha ganado a Barcelona y Ajax, a rivales que están peleando por la Champions como Villarreal y Betis, en campos como los de Girona y Sevilla, y empatado ante Atlético y United, sin ir más lejos. Eso con 48 partidos en las piernas.
La imagen ofrecida en el Bernabéu refrenda que esta Real, con mayor o menor brillo, siempre ha sido competitiva y no tiene motivos para cambiar de patrón. Que no se sepa la continuidad de Imanol a estas alturas es una anomalía a apuntar en el debe de todos. Porque construir es tan difícil y costoso que da pena que aún andemos con esta incertidumbre. Ojalá todo acabe bien...
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