Como en todas partes, el fútbol es el deporte más popular de Moldavia. Pero se trata de algo reciente. De toda la vida, la pasión de los aficionados se volcaba en la halterofilia y en la lucha. El piragüismo es el deporte que más gloria ... olímpica ha otorgado al país, con el boxeo. Durante la época soviética, solo un club moldavo llegó a jugar en la primera división de la URSS, el hoy denominado Zimbru Chisináu, al que los avatares de la historia también le hicieron llamarse Dinamo, Burevestnik, Moldova, Avântul y Nistru. Se mantuvo siete temporadas, sin pena ni gloria. Será en su estadio de la capital donde la Real se mida mañana al Sheriff, desterrado de su casa de Tiraspol, en Transnistria.
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La expedición txuriurdin no tendrá que cruzar el río Dniéster. En esa franja de tierra, el fútbol tampoco arraigó gran cosa tradicionalmente. Su mejor equipo, el Tiras Tiraspol, vagó siempre por las categorías inferiores del sistema soviético. Se ganó un ascenso histórico en 1991, con tan mala suerte que en 1992 desapareció la URSS y se quedó sin poder estrenarse en Primera.
Después, se las arregló en la nueva Liga moldava y llegó a jugar contra el Omonia Nicosia en la UEFA 1994/95. Pero la verdadera desgracia del Tiras llegó en 1997, cuando el Sheriff aterrizó en Tiraspol y arrasó con todo. Ha ganado veinte de las últimas ligas moldavas y todo en Transnistria es del Sheriff.
El club solo es uno de los tentáculos del conglomerado empresarial de ese nombre, que controla el 60% de la economía oficial de la región y buena parte de la sumergida. Todo empezó cuando dos siniestros personajes, al parecer exagentes de la KGB dueños de una empresa de seguridad, se subieron a la ola de las privatizaciones salvajes tras la caída de la URSS y se hicieron con la cadena de supermercados estatal. Le dieron un barniz occidental gracias a los productos importados de forma más o menos legal desde el vecino puerto ucraniano de Odesa: tabaco, alcohol, comida... Esa frontera era la meca del contrabando en Europa hasta el inicio de la guerra.
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Tras los supermercados, gasolineras, televisiones, construcción... El contrabando subió de categoría: armas, material nuclear... Un patio trasero de la historia en toda regla, sin demasiadas leyes ni entusiasmo colectivo en cumplirlas, en caso de que las hubiera. El fútbol era la guinda que faltaba para completar el cuadro. Nada lava más blanco que un equipo que pueda jugar en Europa con los mejores.
Así que en 1997 echó a andar el Sheriff y en dos años llegó a la Primera División moldava. El día en que cambió el centro de gravedad del fútbol del país llegó a falta de cuatro jornadas para el final del campeonato de 2001. El Sheriff visitó al Zimbru en la capital, en el estadio donde mañana juega la Real, y ganó 1-3. Comenzó una hegemonía apabullante: desde entonces ha ganado 20 de las 22 ligas disputadas. El Zimbru, que se había adjudicado ocho de las once desde la independencia del país, no ha vuelto a levantar el trofeo. Peor aún le fue al equipo histórico de Transnistria, el Tiras Tiraspol, que desapareció en 2009 por falta de recursos económicos. El Sheriff no deja ni las migajas.
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A consecuencia de la guerra en Ucrania, la UEFA prohibió en junio los partidos en la franja y la Real se ahorrará pasar la frontera en teoría inexistente entre Transnistria y el resto de Moldavia. Huésped del Sheriff, tampoco habría tenido problema alguno en transitar una línea que, por lo demás, es casi imposible de cruzar por las buenas y muy fácil con 400 euros para engrasar a los guardias. No hay nada que no arregle el dinero. Todo legal, poco más o menos.
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