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En los años noventa Benito Floro se hizo famoso, además de por entrenar al Albacete del 'Queso Mecánico' y al Real Madrid, por escribir un libro sobre la importancia del saque de banda en el fútbol. En aquella época, en la que el conocimiento táctico no estaba tan a la orden del día como hoy, los futboleros le sacaron cantares tachándole de pedante y otras lidenzas. Pero estaba en lo cierto y bien que lo demostró estela Real valiéndose de tres saques de banda para hacer otros tantos goles y ganar en Las Palmas un partido clave para meterse en la pelea por la Europa League. Los dos primeros, sobre todo, fueron calcados, con Oyarzabal como apoyo para atraer, un compañero para girar el juego y Barrenetxea como encarador para atacar la espalda de la zaga canaria.
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Cuando el donostiarra está inspirado la Real es otra. Principalmente porque vive del desequilibrio de sus extremos. Con Kubo en el banquillo de inicio, el '7' fue el encargado de meter el miedo en el cuerpo al rival. Lo hizo en las jugadas de los dos primeros goles, encarando a Sandro y disparando para provocar el rechace de Horkas en el primero, y poniendo un caramelo a Sergio Gómez en el segundo. Más allá de esas dos acciones determinantes interpretó muy bien cuándo meterse por dentro para generar superioridad numérica en la primera parte, algo que hizo también Gómez por el otro lado, lo que obligó a los centrocampistas locales a juntarse por dentro y dejar el carril exterior libre, donde apareció Javi López. Barrene se quedó solo por el pasillo interior tras un gran servicio de Olasagasti pero no acertó en el mano a mano ante Horkas. También supo girarse y proyectar en ataque a Javi López. La Real entró al partido por el flanco izquierdo de la mano de Barrenetxea.
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El 1-4-4-2 defensivo del Las Palmas tenía problemas para tapar la zona de iniciación txuri-urdin porque Diego Martínez no quiso ir con sus delanteros Fabio Silva y McBurnie a por Zubeldia y Aritz para no dejar solo a Zubimendi a la espalda. Por eso apostó por esperar en zona media, anclar a uno de sus dos puntas con el de Ulia y tapar a Zubeldia para que fuera el beasaindarra el que saliera con el balón jugado. La Real tenía una superioridad de 3x2 en esa zona que no supo explotar tan bien como debía. Tan solo cuando Olasagasti se descolgó para aparecer como hombre libre y liberar a Zubimendi para jugar de cara hizo verdadero peligro en busca de las rupturas de segunda línea de Marín o las incorporaciones de Javi López. Pero entre que el césped estaba bastante seco y faltó precisión antes del descanso en el último pase, esas opciones de llegada no se concretaron.
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No ha habido en toda la temporada un delantero por sí solo que haya hecho tanto daño a la defensa blanquiazul, en especial a los centrales, a los que volvió locos durante todo el encuentro. En la primera parte, además de estrellar un remate en el larguero, se plantó solo ante Remiro y después sacó de zona a Zubeldia para dejar a McBurnie ante el portero navarro. El de Cascante estuvo soberbio para impedir que ninguna de las dos ocasiones subiera al marcador. En la reanudación su inspiración no fue a menos. Su error, después de volver loco a Aritz, fue intentar buscar a Jon Martín en la creencia de que aprovecharía su bisoñez para dejarle atrás. Y en ese duelo generó la jugada del 1-2 y luego le provocó la tarjeta amarilla al lasartearra, pero en general este se defendió bien y acabó desactivando al portugués. Con Zubeldia y Aguerd tocados, la Real tiene un serio problema atrás a corto plazo.
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El tanto de McBurnie en el minuto 60 hizo temer por la victoria, pero Imanol no se movió un ápice de su plan de partido y dio entrada a Kubo y Óskarsson por Barrene y Oyarzabal para sellar la victoria con el japonés dando un recital. Ya lo hizo en la segunda parte en el Bernabéu cuando en el momento de la verdad se echó al equipo a la espalda y desbordó una y otra vez a Camavinga. Este domingo ha confirmado que se encuentra en un buen momento y su salida coincidió con los mejores momentos de la Real. Una gran acción suya dejó a Marín solo ante Horkas, pero el croata adivinó la intención del riojano. Después participó en la jugada del 1-3, sujetando el saque de banda de Aramburu antes de que éste aprovechara para hacer el gol de la tranquilidad. En el tramo final firmó un tanto antológico tras dejar sentado a Mármol que solo la tecnología de gol anuló por milímetros y cedió a Óskarsson para que éste rematase a la madera.
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El islandés quiere pero aún no puede y sus goles se antojan fundamentales en esta recta final de temporada. Tuvo dos claras opciones para marcar y una la estrelló en el portero y la otra se le escapó al poste. Tiene buena pinta, es inteligente en los movimientos y se le ve implicado, pero los tres goles que lleva en Liga a falta de solo ocho jornadas son muy pocos para un aspirante a la Europa League. A ver si ve puerta pronto y cambia la dinámica.
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