El triunfo infinito

Me entusiasma, además, la forma en que la Real se llevó la Copa de Sevilla. No fue seguramente la más brillante, la más bonita, la más contundente arriba, pero es que no se trataba de eso. De hecho, le bastó un tiro entre los tres palos que se coló también en el cielo txuri urdin de nuestra historia, para ser el justo campeón. La Real ejecutó en La Cartuja un plan perfecto para, desde su propia filosofía de juego, llegar a esa gloria infinita.

Sí, ganó el mejor del torneo y ganó el mejor de la final. Los realistas anularon por completo a las estrellas rojiblancas para terminar incluso jugando los 8 minutos de descuento –reconozco que no los pude ver, por si la flor– en campo contrario. Y ganaron demostrando que saben adaptarse a las exigencias del guion y desde una competitividad que por supuesto que tienen a pesar de su juventud. Para ser campeón hay que jugar mucho y bien, claro, pero hay que tener muchas más cosas, fe, decisión, ambición, hambre, convencimiento, empuje, garra, entrega, humildad... Esa es la Real que vimos en La Cartuja ante un rival más veterano y experimentado, pero que fue netamente inferior. A partir de ahí la calidad iba a decidir el partido hacia el lado del mejor. Y ahí quedó para la historia ese pase del gran Mikel Merino que acabó con penalti y no se sabe la razón sin expulsión.

Para más gozo y felicidad infinita no fue otro que Mikel Oyarzabal el que marcó el gol que llevó el éxtasis a toda Gipuzkoa. Reconozcan que todos habíamos soñado con ese 1-0 en la final marcado por el eibarrés. Y así fue. Ojalá que el del sábado no sea el único título que levante Mikel en la Real. Es nuestra bandera, nuestro icono, nuestra enseña y sus lágrimas al final del partido, como las de miles y miles de guipuzcoanos, lo dicen todo.

Permítanme que haga referencia a los gestos de Muniain, Iñigo Martínez y el Athletic que, se quedaron en el campo mientras la Real festejaba su título. Al César lo que es del César. Iker Muniain dio toda una lección de deportividad y saber estar en unos momentos en los que su cuerpo seguramente le pedía irse corriendo al vestuario. Enhorabuena para él. Gestos así son los que hacen más grandes a los futbolistas, mucho más que meter un gol por la escuadra.

En fin. Son muchas las personas que me vienen a la mente en estos momentos, como Imanol y Aperribay –presi, tienes pendiente la fiesta de este título que debe ser festejado como se merece por todos, cuando se pueda claro–, principales artífices junto a Olabe de esta gran Real de la que disfrutamos. También quiero destacar a esas generaciones jóvenes que cambiaron para siempre la historia de nuestro club desde aquel mes de junio de 2010 y que ya tienen su título.

Pero en los tiempos que corren no puedo sino acordarme de todos nuestros realzales que ya no están y que desde allí arriba botaron sin duda con la victoria como nosotros. Y especialmente, por todos los que han sufrido y sufren esta maldita pandemia que parece no tener fin. Todos ellos, todos los realzales del mundo, al menos tenemos hoy una gran alegría grabada a sangre y fuego en su corazón y un motivo de felicidad infinita. Porque lo de Sevilla durará para siempre. Aupa Real!