Igor Teresa Oronoz, junto al taquímetro o 'Estación Total' utilizado para medir el campo de regateo de La Concha que emerge a su espalda. Arizmendi
Remo | Bandera de La Concha

Tecnología punta sobre la naturaleza viva del mar

El topógrafo Igor Teresa Oronoz indica los puntos exactos de colocación de las balizas gracias al sistema GNSS

Viernes, 6 de septiembre 2024, 07:10

Se montará el sábado por la mañana en una pequeña 'txalupa' de cinco metros junto a dos balizadores y con aparataje tecnológico de última generación. Le acompañará otro bote idéntico y una embarcación de 12 metros como soporte. Pondrá rumbo a alta mar y en ... un momento dado dirá: «¡Aquí! ¡Para!». Será el punto exacto en el que instalar las ciabogas exteriores de la Bandera de La Concha. Primero una instalación previa con un error de dos metros y, desde ahí, los ajustes hasta la colocación exacta. Orden de topógrafo profesional, exremero para más valor.

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Se llama Igor Teresa Oronoz, hondarribiarra de 46 años y guardián de la exactitud de las medidas del campo de regateo donostiarra desde 2016, de la mano de la empresa Ekocean que también contrata la ACT. Volverá el domingo temprano a comprobar que todo está en orden y no dejará de inspeccionar los límites del recorrido hasta que la última trainera de la tanda de honor masculina cruce la línea de meta.

Una competición que hunde sus raíces en la tradición también acude a los avances tecnológicos para buscar mejoras. En este caso, la precisión de la distancia y la igualdad entre calles del escenario arraunlari más célebre. Si las porterías de un estadio de fútbol están siempre a la misma distancia y con las mismas dimensiones, las balizas de una regata también.

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Teresa explica que «mi labor consiste en llevar un punto inequívoco al mar a partir de unas coordenadas indicadas por la organización. Cada baliza tiene una latitud y una longitud exacta». Contaba Rafael Aguirre Franco que hasta 1945, quien regateaba por la baliza 4 había estado recorriendo 166 metros más que el de la baliza 1. Mucho más cerca en el tiempo, recordaba el topógrafo Iñaki Egitegi que Paco Prieto (alma máter de San Juan) y José Luis Korta (entrenador en Orio, Castro y Kaiku) medían el campo por su cuenta en una zodiac. Hoy la modernidad ha terminado con las suspicacias. «¿Responsabilidad? Sí, pero relativa. La llevamos en la profesión. Peor es fallar en las medidas de un puente o un túnel», dice Teresa.

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La llave de la exactitud la tiene el sistema GNSS (Global Navigation Satellite System), «mucho más completo que el GPS que conocemos del coche», apunta el topógrafo. Agrupa los diferentes sistemas de navegación por satélite que con cobertura global que proveen un posicionamiento geoespacial. Pueden estar tranquilos remeros y afición. Además del conocido GPS (americano), el aparato que porta Teresa contiene Glonass (sistema ruso), Galileo (europeo) y BeiDou (chino). «Utilizamos un sistema que se apoya en una red de estaciones activas que están en tierra y envían la corrección diferencial a nuestro aparato».

Triangulaciópn para el balizamiento de regatas de traineras durante el siglo pasado.

Físicamente, el sistema adopta una especie de forma de antena que va colocada en la propia baliza donde se instala la ciaboga. «Las antenas van conectadas a servidores a los que nosotros a su vez nos conectamos».

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Comprobación continua

Teresa asegura que con los anteriores métodos de medición «era fácil que hubiera pequeñas variaciones entre calles, aunque en algunos casos fuesen solo cuestión de centímetros». Las fuerzas vivas de la naturaleza también pueden hacer variar hoy en día los puntos de la ciaboga del sábado al domingo, pero por eso acuden el mismo día de la regata el topógrafo y los balizadores a repasar la colocación de la víspera. «Nos vamos moviendo constantemente por fuera del campo, comprobando la exactitud. Lo peor que nos puede pasar es que una trainera se lleve por delante una baliza. Genera un momento de estrés porque hay que reponer el punto muy rápido. No nos ha pasado en La Concha, ni siquiera con la mala mar de la edición de 2017, pero es verdad que estamos en tensión. Ni nos fijamos en cómo va el aspecto deportivo, por mucho que me guste el remo. Cada vez que termina una regata, sentimos alivio».

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Subraya la profesionalidad de los balizadores, a quienes «nunca se les pasa por la cabeza variar un poco el punto de anclaje porque les viene mejor. Son titulados o patrones con experiencia. Saben lo que hacen». Y sostiene que entre los clubes no hay ningún tipo de queja o injerencia. «Por mucho que quieran medir el campo, no lo van a hacer con la misma precisión a la que nosotros tenemos acceso. La verdad es que nunca nos han venido a protestar». Remó en Hondarribia pero no se moja en el pronóstico del domingo. Solo tiene una quiniela: «Que salga todo bien».

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Dos marcas en el muro

Como no podía ser de otra manera, también la medición del campo de regateo deja un margen a la historia y a la tradición. La alineación de las balizas de salida y meta se realiza de una manera peculiar. Las dos rayas que se pueden observar en los muros del paseo de la Concha ejercen como dos puntos de referencia que marcan los extremos del trazado de la línea de meta imaginaria que une las balizas interiores. Teresa matiza que dichas marcas sirven de referencia visual, «aunque realmente la linea es más precisa», gracias a la tecnología.

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La exactitud ha llegado a los campos de regateo, si bien durante muchos años las enfilaciones se hacían a ojo, utilizando los postes situados en Ulía e Igeldo. Contaba Aguirre Franco que en días de niebla y visibilidad nula, Cándido Roteta, encargado del balizaje, calculaba la distancia de milla y media a las balizas de fuera por el tiempo que tardaba su 'Virgen del Carmen' a una velocidad constante. Inevitablemente las diferencias de baliza a baliza serían grandes pero no impedían que el espectáculo tuviera lugar.

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La metodología de la medición ha avanzado y donde hoy solo se vislumbra una esplendorosa bahía con salida a mar abierto mañana se montará un campo de regateo perfecto, con cuatro balizas exteriores ancladas en los puntos exactos marcados por una información infalible enviada por satélites que garantizan la precisión total.

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