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Carlos Blasco
Domingo, 29 de septiembre 2024, 06:35
El Cementerio de los Ingleses está de aniversario. Ayer se cumplieron 100 años de su reinauguración oficial. Reinas, príncipes, embajadores y autoridades locales acudieron a la reapertura oficial de este espacio que está situado en la ladera norte del monte Urgull y que guarda una historia ligada a las contiendas del siglo XIX. Su nombre le viene dado porque recoge los restos mortales de oficiales ingleses que participaron en dichos enfrentamientos bélicos. Sin embargo, la pregunta persiste en relación a este cementerio: ¿a qué guerras nos referimos?
Diversas publicaciones señalan que este lugar acoge los restos de los oficiales ingleses caídos durante el asedio y destrucción de 1813. Esta teoría fue ganando peso a lo largo de los años, reforzada por los discursos pronunciados durante la reinauguración del cementerio en 1924, y por la presencia del grupo escultórico del desaparecido monumento del centenario de 1913.
A estos restos de 1813, habría que añadirle los fallecidos en 1837 durante la Primera Guerra Carlista, que formaban parte de la Legión Auxiliar Británica, a las órdenes del Teniente General Sir George de Lacy Evans, que combatieron a favor de los derechos de Isabel II y en la defensa de los ideales liberales de quienes la apoyaban, entre los que se encontraba San Sebastián.
No obstante, esta versión sobre qué restos reposan en el cementerio ha sido cuestionada. El historiador y arqueólogo José María Leclercq, un profundo conocedor del asalto y quema de la ciudad en 1813, sostiene tras un exhaustivo estudio que «las tumbas que podemos contemplar pertenecen única y exclusivamente a los oficiales muertos en acción durante la Primera Guerra Carlista y los movimientos insurreccionales de 1837, con la excepción de la tumba de Sara y su hija (mujer e hija de John Callender, médico cirujano), la única en la que descansan civiles».
El Cementerio de los Ingleses, deteriorado con el paso del tiempo, fue objeto de una importante restauración, en 1924, promovida por el Gobernador civil y militar de Gipuzkoa, Juan Arzadun Zabala. Gracias a sus gestiones, se acometieron obras significativas para devolver la dignidad a este lugar de reposo y se organizó un acto de reinauguración con la presencia de las más altas autoridades. Entre los asistentes destacaron la reina Victoria Eugenia, la reina María Cristina, el príncipe de Asturias, el embajador de Inglaterra en España, el embajador de Estados Unidos, el profesor Sir Charles Oman, enviado oficial del gobierno inglés, el alcalde de la ciudad, señor Prado, y el presidente de la Diputación de Gipuzkoa, señor Elorza, entre otras destacadas personalidades. El general Juan Arzadun, nacido en Bermeo, fue nombrado Gobernador civil y militar de Gipuzkoa en octubre de 1923 por Primo de Rivera. Un año después, en 1924, recibió el título de Sir (Caballero del Imperio Británico) de manos del rey Jorge V de Inglaterra.
El periódico 'El Pueblo Vasco' hacía, en septiembre de 1924, una detallada descripción del monumento, al día siguiente de la reinauguración: «El monumento instalado en el Cementerio de los Ingleses, consiste en una gran lápida de piedra coronada por un águila de bronce, dividida en dos partes. Cada una de estas contiene la leyenda en inglés y español, llevando los escudos de ambas naciones. La inscripción grabada dice lo siguiente: 'A la memoria de los valientes soldados británicos, que dieron la vida por la grandeza de su País y por la independencia y libertad de España'. Hay después una plazoleta en la cual han sido colocados los cañones regalados por el Gobierno inglés y por el Museo de Artillería. En la parte baja han sido colocados, con exquisito gusto, los elementos alegóricos que había en el desmontado monumento de Alderdi Eder. Luego, en una gran extensión de piedra, aparece una inscripción que dice: 'Inglaterra nos confía sus gloriosos restos. Nuestra gratitud velará su eterno descanso'. Bajo la acertada dirección del arquitecto señor Alday y del jardinero señor Menéndez, han sido adornadas las tumbas en que reposan los restos de los muertos ingleses, cuyas lápidas han sido limpiadas o renovadas. Como ya dijimos hace días, existe una tumba que no se sabe a quién pertenece y en la cual ha crecido un árbol. Habiendo sido inútiles los trabajos hechos para conocer el nombre de quien allí reposa, se ha tenido el delicado acierto de poner allí una lápida que dice: 'Honor a los muertos (sic) que sólo Dios conoce. 1808-1814 / 1836-1838'».
Las reinas Victoria Eugenia y María Cristina, el príncipe de Asturias y el infante don Jaime, llegaron en automóviles de la Casa Real, subiendo hasta el cementerio en tres magníficos carruajes tirados por hermosos caballos propiedad de don Ignacio Goenaga, y habilísimamente conducidos por éste. Fueron recibidos por el embajador de Inglaterra, el enviado del Gobierno inglés sir Charles Oman, el Gobernador civil y militar, el Ayuntamiento en corporación, la Diputación provincial, el jefe del Gabinete diplomático del ministerio de Estado, marqués de Aycinena, el embajador de los EEUU, el embajador de España en Londres, señor Merry del Val; y las restantes autoridades de la ciudad.
Una compañía del regimiento de Sicilia con bandera y música acudió a rendir honores, así como marinos españoles del 'Reina Victoria' y marinos ingleses del 'Malcom', estos también con bandera y música. Un cabo y cuatro soldados turnándose con los marinos ingleses dieron guardia de honor en cada tumba. Las reinas, el príncipe y los infantes ocuparon la tribuna levantada a la derecha del monumento, y a continuación comenzaron los discursos.
Tras las palabras de las autoridades, la reina Victoria Eugenia se dirigió a la plazoleta donde se hallaban colocados los cañones y tirando de un cordón de seda descorrió la bandera de San Sebastián que cubría la lápida. Las músicas tocaron los himnos español e inglés, presentando armas las tropas mientras las baterías hacían salvas. La familia real a continuación, visitó las tumbas inglesas, explicándoles el general Arzadun cuantos detalles desearon conocer y elogiando el orden y buena disposición en que todo se encontraba.
Es de destacar por su interés y compromiso de la ciudad, el discurso pronunciado el 28 de septiembre de 1924 por el señor Prado, alcalde de San Sebastián. Dijo: «El pueblo de San Sebastián, a quien tengo la altísima honra de representar en estos momentos, quiere principalmente, señor embajador, hacer presente a la nación inglesa que se dé perfecta cuenta de lo que estas palabras significan: 'Inglaterra nos confía sus gloriosos restos. Nuestra gratitud velará su eterno reposo'. Se da cuenta exacta de que eso constituye la más alta prueba de estima y de aprecio que nos podéis otorgar, y os hace el anuncio solemne cuanto más sagrado es lo que encomendáis, de que lo que en la inserción se promete será cumplido».
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