Alumnos que no se cansan de aprender
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Los fundadores de la asociación de miembros del Aula de la Experiencia repasan cómo fueron sus inicios con motivo de sus 20 años de historiaAniversario ·
Los fundadores de la asociación de miembros del Aula de la Experiencia repasan cómo fueron sus inicios con motivo de sus 20 años de historiaCantaba Carlos Gardel que «la vida es un soplo, que veinte años no es nada». Pero veinte años son muchos días, muchas horas. Exactamente, 1.043 semanas. Ese es precisamente el tiempo que ha pasado desde que un grupo de alumnos de la primera promoción ... de las Aulas de la Experiencia decidiera crear de la nada una asociación que diese continuidad a las clases que ya habían terminado en la universidad y que les permitiera seguir formándose, a la vez que socializar. « No fue fácil. Nos graduamos en 2002, fuimos la primera promoción y decidimos montar la asociación de alumnos y ex-alumnos de estas aulas», recuerda Araceli Rodríguez, una de las personas que estuvieron en la directiva en sus inicios. «Al principio, algunos de nosotros nos apuntamos a los grados con el resto de jóvenes. Íbamos a las clases pero no nos examinábamos. Después pensamos que lo mejor era crear una asociación para seguir con las clases, organizar actividades lúdicas y culturales. Vimos que en Bilbao ya tenían creado este ente y nos reunimos con ellos para ver si nos podían ayudar. Nos contaron cómo lo hicieron y nosotros, sin saber mucho, planteamos algo similar, seguimos sus pautas», detalla.
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Gracias al tesón de ese grupo de personas hoy la asociación de alumnos y ex-alumnos de las Aulas de la Experiencia (ACEX-ESKE) celebra sus veinte años de historia. Lo más difícil, rememora, fue elegir el nombre. «Tenía que ser corto y también en euskera. Menos mal que nos ayudó con todo el papeleo Agurtzane Múgica», apunta.
De lo que fue a lo que es, y quién sabe si será, nada tiene que ver. «Al principio, éramos unas treinta personas. En su mayoría, ex-alumnos de la primera promoción de las Aulas», destaca Rodríguez. Entonces las cuotas eran mucho más bajas. Claro que el número de profesores, de talleres y los locales donde se impartían las clases eran también incipientes. «El Ayuntamiento se portó muy bien porque nos cedió varios locales. Primero estuvimos en la casa de cultura Casares, de Altza, luego fuimos también a Amara, Se impartían clases de Historia, de Música... En realidad, intentamos seguir con la rama de Humanidades que habíamos estudiado en las Aulas», añade. Como pasa con todo, con el transcurso de los años se han incorporado proyectos nuevos y otros, sin embargo, han desaparecido. «Tuvimos un grupo de teatro, con el que en alguna ocasión nos desplazamos a representar obras a otras localidades. Los actores eran fantásticos», destaca Rodríguez, quien lamenta que no se le haya podido dar continuidad. También se formó el Coro Cum Jubilo, el cual sigue en activo y reúne a decenas de cantantes.
Los treinta primeros alumnos con los que echó a andar la asociación son pocos comparados con los de ahora. «Nos hemos profesionalizado», bromea Antxon Vega, presidente de la Junta Directiva. Aunque su tono es jocoso, los números lo confirman. Solo en el curso que acaba de terminar había 228 personas matriculadas, 135 socios –estos últimos son los que llegan desde cualquier grado de la universidad o del Aula de la Experiencia–. «Hay más mujeres que hombres. Representan el 60%», explica Vega. Todavía, los diferentes cursos se imparten en locales cedidos por el consistorio donostiarra. «Desde que arranca el curso en octubre y hasta mayo que termina tenemos clases en Topalekua y en Aiete Kultur Etxe. Solemos contar con los mismos profesores, pero cada año intentamos que vengan nuevos para que impartan otras materias. El próximo curso, por ejemplo, ocho serán nuevos y catorce repetirán. Lo normal es que den una media de cinco sesiones, pero si no pueden pues se hacen menos. Nos adaptamos», añade el presidente.
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Desde la dirección siempre intentan el equilibrio y no siempre «es fácil». Buscan que las clases sean novedosas, interesantes, pero que el nivel se adapte al auditorio. «Tras cada trimestre pedimos una valoración a los alumnos para conocer qué les han parecido tanto los profesores como el temario», cuenta Nuntzi Pérez, alumna y vocal de la Junta.
Apenas acaba de terminar el curso y ya están trabajando en el que viene. «Ya tenemos casi todo atado. Son 108 lectivas las que se van a impartir. Vamos a incorporar clases de Astronomía y un taller de relatos, entre otras novedades», adelanta el vicepresidente José Antonio Busto, quien comenta que «hay lista de esperar para apuntarse a las clases». La micología, economía, arqueología, criminología, entre otras asignaturas, que imparten reconocidos expertos en la materia, han hecho que las clases se hayan convertido en un reclamo. También hemos tenido cursos monográficos de música, de inglés, tertulias literarias y sesiones de cine-fórum», apunta Busto. «Hay mucho interés y, por eso, siempre intentamos que las tarifas sean asequibles a todos los bolsillos», concluye.
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Más allá del temario en las aulas también tienen un blog en el que suben contenido didáctico para complementar la formación presencial y organizan anualmente varias excursiones y viajes. «Estos dos últimos años apenas hemos podido salir por las restricciones del Covid-19 y porque todavía una parte del alumnado está temeroso, pero confiamos en poder recuperarlo cuanto antes porque lo pasamos muy bien», explica Pérez.
Sobre qué pasará en los siguientes veinte años nadie responde. Ríen. Ojalá «sigamos creciendo». Estas cuatro personas, que llevan las riendas de estos cursos, dedican parte de su tiempo libre a pensar en nuevas asignaturas y planes que satisfagan y motiven a los alumnos, pero «no siempre es fácil. Hay que ir paso a paso». Eso han hecho y seguirán haciendo hasta que el cuerpo aguante o hasta que entre savia nueva, que sería «bienvenida».
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Desde hace unos años, cuando modificaron los estatutos para que cualquier persona mayor de 55 años pudiera apuntarse, las inscripciones han ido a más. Orgullosos de ver cómo ha crecido el número de alumnos, esperan que la tendencia se mantenga en el futuro. «Hay lista de espera», señala Busto. Las clases, talleres y demás actividades que programan son un reclamo no solo para los donostiarras, sino para mayores del resto de Gipuzkoa. «Vienen personas de todo Donostialdea, pero también de Bergara, Tolosa o Zarautz», añade. La única condición para poder apuntarse es ser mayor de 55. «Tenemos una compañera que rozará los noventa», destaca. Estos cursos se integran dentro del programa promovido por el Ayuntamiento +55 que promueve el encuentro entre grupos sociales diferentes. El objetivo que persiguen desde el consistorio es aumentar la participación porcentual y neta de las personas mayores en los equipamientos municipales comunitarios, ofrecer cauces para la organización de actividades culturales, educativas y deportivas, y garantizar los recursos suficientes para hacer viable el éxito de este tipo de iniciativas en beneficio del colectivo de personas mayores.
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