José Javier Pi Chevrot
Arquitecto e investigador del patrimonio de San Sebastián
Lunes, 26 de febrero 2024, 07:00
A principios del siglo XIX, tres edificios icónicos puntuaban el arco de La Concha, nuestro marco incomparable: el cilíndrico torreón del castillo de la Mota del monte Urgull, la vieja torre de Izaburu en las laderas de las alturas de Miraconcha y el llamado fanal ( ... faro) del monte Frío, nombre que también se le dio antiguamente al monte Igeldo.
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La imagen del torreón de Urgull fue desfigurada por el inmenso y hierático Cristo del Sagrado Corazón. La torre de Izaburu, que dominaba la pardiña de Izurum, al origen de nuestra ciudad, y que servía de guía a los barcos para enfilar la entrada a la bahía de La Concha, desapareció recientemente, remplazada por una moderna Talent House. En cuanto al fanal, su silueta, antaño solitaria y esbelta, ha cambiado drásticamente, pero sigue siendo ineludible en la visión que todo donostiarra y todo visitante tiene de nuestra bella ciudad.
En la segunda mitad del siglo XVIII, debido a la pujanza del comercio y de la actividad marítima de San Sebastián, sobre todo con la creación de la Compañía Guipuzcoana de Caracas, se impuso la necesidad de reformar y ampliar el puerto. El 4 de junio de 1773, el arquitecto Pedro Ignacio de Lizardi, director de obra de la reconstrucción de Santa María, presentó un proyecto de nueva dársena que será aprobado por facultad real, pero con la condición de que lo repasase y dirigiera el ingeniero arquitecto Julián Sánchez Bortt. Este modificó el proyecto, cerrando, entre otras cosas, la entrada oeste de la bahía.
El presupuesto se multiplicó por dos y se produjeron muchas reticencias entre los promotores, es decir, en el Consulado de San Sebastián, incapaz de asumir el coste de las obras. Se enfrentaron los partidarios y adversarios de la propuesta remodelada y al final se paralizó el proceso de regeneración del puerto. Del proyecto de Sánchez Bortt, quien, por cierto, no se pudo desplazar a San Sebastián por estar ocupado en otros menesteres, solo se construyó, en 1777, un faro, el fanal de Igeldo. Estaba prevista su implantación en la falda occidental del monte Urgull, pero los militares de la guarnición del castillo se opusieron a dar el permiso, por lo que hubo que trasladarlo a la cima de Igeldo.
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Torre de Igeldo
Autor. Julián Sánchez Bortt
Fecha. 1777-1778. Transformación de su parte superior en 1912
Construcción. Sillería de arenisca
Medidas. Planta de 6x6 metros y altura de 18 metros
En la memoria de su proyecto se habla de «…hacer una torre cuadrada de 22,5 pies de lado, de buena mampostería, sin más adorno que el zócalo, esquinas y algunas fajas de cantería y como se debe colocar sobre un monte bastante elevado, no se le ha dado más altura que 45 pies, hasta el piso de la galería en cuyo ámbito se ha dispuesto una cómoda habitación para los que la cuiden… En el centro de ésta se levanta la linterna en figura ochavada de 15 pies de diámetro exterior y 21 de alto hasta la cornisa, cerrada con 5 vidrieras de 5 pies de ancho y quince de alto cada una por las partes que miran a la mar, y los tres lados restantes de la banda de tierra con fábrica de ladrillo; el todo cubierto con un cascaron bastante gracioso…
La armazón de la linterna y su remate se ha dispuesto de madera porque de piedra serían los pilares sumamente gruesos y quitarían más de la mitad de la luz y para precaverlos de la pudrición y de algún fracaso se vestirán con planchas de plomo delgadas y se sujetaran con tenedores de fierro...». La linterna, culminando así una construcción elegante, tenía 24 fuentes de luz continua con un alcance de 10 leguas, es decir, unos 55 kilómetros.
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La memoria venía acompañada de un plano que se ha perdido. El Diccionario Geográfico-histórico de España de 1802 recoge las alabanzas que se hizo del faro en las gacetas de 1778 y añade que se grabó, editó y vendió una lámina en Madrid representándolo. Es posible que, en algún lugar, todavía se pudiera encontrarla. Los ingleses, cuando asaltaron la ciudad en 1813, en su saña destructora, decapitaron el fanal, arrancándole la linterna, y vaciaron el interior del edificio. Durante las guerras carlistas del siglo XIX formó parte, como torreón, de un fuerte que se llamó del Fanal o de la Farola.
Después se pensó elevar en su lugar un monumento votivo a la Virgen, pero al final su destino sería figurar como elemento trasero de un casino recreativo y de un parque de atracciones que se instalaron en 1912. Para ello se modificó su aspecto de edificio racional y neoclásico del siglo XVIII y se transformó en un pastiche de castillo medieval con, en su cresta, torrecillas esquineras y almenas.
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En 1967, el casino fue sustituido por el hotel que actualmente conocemos. Estandarte de la modernidad técnica del siglo XVIII a su inicio, símbolo trasnochado de la Belle Époque después, e imagen turística hoy, la torre de Igeldo acompaña miméticamente el devenir histórico de nuestra ciudad. Sic transit, gloria Donosti.
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