![«El asalto a la ciudad se produjo a lo bestia, cayeron 72.000 proyectiles de artillería»](https://s3.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/2024/08/29/lecle1.jpg)
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Se conmemora mañana con varios actos el 211 aniversario del asedio, destrucción y quema de Donostia por parte de las tropas anglo-portuguesas. Como preludio, esta tarde a las 19.00 horas se presenta en la Cripta de la Biblioteca Municipal, con entrada libre, un ... libro de José María Leclercq Sáiz que lleva por título 'Aquel verano de 1813. El asedio de San Sebastián'.
El presidente de la Asociación Cultural Donostia 31 Kultur Taldea define el trabajo como una «crónica militar y civil» que resume «la parte más importante de la historia de San Sebastián, porque los actos del 31 de agosto de 1813 supusieron la completa desaparición de una ciudad antigua y su posterior resurgimiento como una ciudad moderna que ha derivado en la actual. Todo ello a partir de un hecho luctuoso y atroz que hay que conmemorar».
– Conmemorar, que no festejar.
– Así es. No hay nada que celebrar. Lo sucedido fue una barbaridad.
– Destaca su papel de «mero cronista» en un libro que «cuenta la verdad». ¿El resto de bibliografía sobre los hechos no lo hace?
– Yo no me fiaba de todo lo que estaba escrito. Porque casi toda la bibliografía se basaba en 2 ó 3 historiadores del siglo XIX. ¿Dijeron la verdad? No lo sé, porque no se remitían a ninguna fuente. Y me propuse que la historia me la contaran los protagonistas de los hechos, algo harto difícil porque llevan muertos 200 años.
– ¿Cómo dio con las fuentes que considera válidas?
– Existen documentos personales, cartas familiares y despachos oficiales que me han servido. A nivel incluso humano, más allá de las grandes palabras de los altos cargos. Me refiero a personas que participaron en el asalto. Y lo que encontré ha superado con creces lo que me imaginaba. Te encuentras personajes con sentimientos encontrados. Mientras están bombardeando la ciudad, están pensando en los ciudadanos. Y les da pena lo que están haciendo a los donostiarras. Nunca se puede generalizar. Y ese es el problema de muchos historiadores.
¿Cuándo? Hoy, viernes 30 de agosto. A las 19.00 horas, con entrada gratuita.
¿Dónde? Cripta de la Biblioteca Municipal de la calle San Jerónimo.
Venta A partir de la semana que viene en las librerías a un precio de 59 euros.
– ¿Qué novedades aporta?
– La principal es que todos los donostiarras no estaban en contra de los franceses. Es una gran novedad. Al principio fue algo que me indignó. Me repetía: 'Además de que nos ocupan, ¿vamos a ser todos franceses?'. Y tuve que indagar más. Y he encontrado que hubo un cierto apoyo de la población a los franceses. Había grupos a favor de ellos y ciudadanos a favor de los aliados anglo-portugueses que nos iban a liberar de ellos.
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Iker Marín
– Donostia fue ocupada por los franceses el 10 de marzo de 1808. ¿Cómo lo vivió la ciudadanía?
– Pues como una especie de convivencia forzada, porque eran tropas invasoras. Con 3.200 hombres armados, ¿qué iban a hacer? No tenían opción de protestar. Porque esto era un estamento militar rígido. Por lo que sí había grupos de donostiarras que esperaban a los aliados. Tal es así que los primeros muertos donostiarras en el asalto del día 31 fueron los ciudadanos que esperaban en sus balcones vitoreando a las tropas de liberación y que fueron asesinados tras recibir los disparos de estos. El duque de Wellington, su comandante, alegó que fueron disparos fortuitos. Un Wellington que jamás reconoció la autoría del incendio de San Sebastián. Siempre acusó a los franceses. Solo admitió el saqueo de la ciudad.
– Algo permitido entonces, ¿no?
– Pero el problema de San Sebastián es que no se cortó el saqueo. Pudo haber un saqueo de un día, dos. Aquí estuvieron robando dos meses. Y no se hizo nada. Se mandó a un policía militar inglés, con todas las potestades, que si te pillaba robando te mandaba ahorcar. Pero no hizo gran cosa. Se sabe que hubo algunos latigazos a algún portugués en el atrio de San Vicente, algunos más en el actual Boulevard y nada más. Solamente existe un ejecutado por lo sucedido aquí. Fue el sargento Roach. Y fue ejecutado por orden directa de Wellington.
– ¿Por qué lo mataron?
– El motivo de la ejecución fue que había matado a un oficial portugués que estaba defendiendo a una familia donostiarra. Y el inglés lo mató porque querría matar, robar o violar. Este detalle es indicativo de que no se puede pluralizar. Dentro de todos los oficiales y soldados que asaltaron la ciudad también hubo una parte que defendió a los donostiarras.
– ¿Cómo llegó a sufrir San Sebastián su asalto en el contexto de la Guerra de Independencia?
– La ciudad siempre había estado en una segunda posición durante la guerra peninsular. Porque todo el frente estaba por Andalucía, primero, Portugal y Castilla. Cuando los ejércitos franceses, tras dominar la Península, empezaron a retroceder después de la gran batalla de Salamanca, el frente se fue acercando. Cayó Burgos y el 21 de junio de 1813 se produjo la batalla de Vitoria en la que el rey José I intentó parar a los ejércitos aliados y españoles. Una batalla equiparable a Waterloo. Ese fue el gran desastre francés. Y tuvieron que retroceder a toda velocidad. Una parte fue hacia Pamplona dirección Francia y la otra por la actual N-1 para llegar a Irun. Un convoy de 14 kilómetros de carros. Todo eso llegó a Donostia.
– ¿Los ciudadanos sabían lo que les esperaba? Porque los aliados ya habían asaltado otras ciudades de España.
– Creo que habría un run-run de miedo de lo que podía pasar. Pero es que en teoría llegaban a liberarles y nadie se podía figurar lo que fue a pasar.
– Ese miedo hizo que cientos de donostiarras abandonaran la ciudad. ¿Cuántos se quedaron?
– Donostia podía tener entre 6.500 y 8.000 habitantes. Y se quedaron algo más de 3.000 ciudadanos.
– ¿Cree que el asalto y el incendio estaban programados por las tropas anglo-portuguesas?
– Es algo que no podremos saber. Hasta el momento no hay documentación que certifique eso de manera taxativa. Pero los hechos cantan. Que en la antigua calle Narrika se formara una fila con soldados recogiendo cartuchos con azufre ardiendo estaba preparado. Que hubo un toque de clarín para iniciar el saqueo, también. Yo creo que sí estaba preparado.
– ¿A quién responsabiliza?
– Yo acuso a todos. Unos por acción y otros por omisión. Acuso a Wellington, al teniente general Graham, que estuvo aquí mandando el ataque, y a todos los oficiales y soldados participantes.
– ¿Cuántos asaltos se produjeron hasta la destrucción final?
– El combate fue desigual. Aquí había 3.200 franceses y las tropas anglo-portuguesas eran 10.000. El primer combate fue la toma del convento de San Bartolomé el 17 de julio y el primer gran asalto se produjo el 25 de julio ya en las brechas. Y fue una auténtica carnicería. El asedio se define con una frase terrible: «Es un asalto a sangre». Es decir, no tuvieron la paciencia de hacer un asalto bien preparado. Fue un poco a lo bestia. Carne de cañón, eso se buscó. Los franceses repelieron ese ataque. La noche del 26 los ingleses tomaron la isla, hasta que se produjo el asalto definitivo del día 31.
– ¿Cuántos civiles murieron?
– Para lograr ese dato me he basado en los 79 testimonios que recogió el Ayuntamiento de la época. En base a lo que señalaron, asesinaron a 51 donostiarras e hirieron a 184. Además de palizas y violaciones. En cuanto a los franceses, se calcula que entre muertos y heridos fueron 2.000. Son unas cifras altas. Hay que pensar que entre San Sebastián y San Bartolomé cayeron 72.000 proyectiles de artillería, los cañonazos eran de tal envergadura que se oían en San Juan de Luz.
– Sin embargo, la gran mortandad llegó semanas después.
– Así es. La ciudad quedó destruida y llena de cadáveres sin sepultar. Todos los pozos llenos de muertos. Se intentaron hacer piras funerarias en La Concha, labor que quedó en manos de soldados de interior. Hicieron montículos de cadáveres en la playa para darles fuego. El problema, por lo visto, fue que no sabían que había mareas. En una de las subidas, el agua apagó las piras, desmontó el montículo y toda la zona del Muelle y la bahía se llenaron de troncos, brazos, cabezas... Las epidemias de tifus y cólera provocaron que tras la quema y el inicio de 1814 fallecieran otros 1.500 donostiarras, todos como consecuencia del asedio.
– Y a pesar de todo ello, los supervivientes reaccionaron y decidieron reconstruir la ciudad.
– San Sebastián todavía estaba ardiendo y se firmaron las actas de Zubieta. La ciudad tenía que haber desaparecido tras lo sucedido. Y la élite donostiarra se comprometió a levantar la ciudad. Fue un gran acto de resiliencia.
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