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San Sebastián registró el año pasado descensos significativos en el consumo de electricidad y gas, una menor generación de residuos y menos reciclaje de ... su basura. Son algunas conclusiones que se extraen del informe del Observatorio de la Sostenibilidad y Clima 2022 de Fundación Cristina Enea, que mediante un panel de 50 indicadores analiza año a año la evolución de diferentes parámetros desde el punto de vista de la lucha y adaptación al cambio climático.
La concejala de Ecología, Marisol Garmendia, presentó ayer el informe, junto al director de Cristina Enea, Txema Fernández, y la técnico Leire Sarobe, y destacó que «San Sebastián sigue en óptimos índices en materia como la calidad del agua, del aire, en la superficie de zonas verdes, en la gestión y reducción de los residuos, la reducción de emisiones a la atmósfera y otros parámetros, lo que nos invita a seguir en la senda de mejora medioambiental y de combate del cambio climático».
El urbanismo es un buen elemento para medir cómo se adapta la ciudad al cambio climático. Por ejemplo utilizando el parámetro del suelo artificializado. En estos momentos, los objetivos municipales en este ámbito están centrados en que no se supere una artificialización del 45 % del suelo municipal. Tras una primera década del siglo con un avance importante de este porcentaje, desde 2010 el ritmo se ha ido ralentizado y ha pasado del 41 al 43,39%, lo que significa que aumentan los esfuerzos por construir en zonas ya urbanizadas que no consuman nuevos suelos. La intensidad de uso de suelo residencial es de 135,65 habitantes por hectárea en San Sebastián, cuando se considera un escenario aceptable en términos de sostenibilidad urbana una horquilla de entre 160 y 400 habitantes por hectárea.
La calidad del agua con la que se abastece la ciudad registró el año pasado un 99,86 % de analíticas satisfactorias. Por otro lado, los análisis de la calidad del agua del Urumea permiten observar una creciente mejoría de los objetivos medioambientales en las zonas más cercanas a la desembocadura. No obstante, las analíticas realizadas en la zona media del río, entre los puentes de Loiola y Santa Catalina, muestran que persisten descensos en los índices de calidad, apunta el informe.
El consumo doméstico de agua fue de 129 litros persona/día, lo que supone un descenso del 6% respecto a 2021 y la cifra más baja de la serie analizada, muy inferior al promedio obtenido en los cinco años previos a la pandemia: 138 litros/habitante/día.
La calidad del aire fue «muy buena» o «buena» el 93% de los días del año pasado en la estación de Puio, el 92% en la estación de Avenida de Tolosa, el 91% en Añorga, el 87% en Zubieta y el 86 % en las estaciones de Ategorrieta y Easo. En todas las estaciones, salvo en Puio, los días de buena calidad del aire descendieron ligeramente respecto a 2021.
Los espacios verdes urbanos suponen 400 hectáreas, el 20,3% de la superficie urbanizada, unos 21,2 m² por habitante, un indicador de calidad de vida urbana que la OMS recomienda que debe estar entre 10 y 15 m2 de espacios verdes por habitante.
El último Mapa Estratégico de Ruido de 2022 muestra que la población en Donostia expuesta a niveles de ruido superiores a los recomendados por la OMS es del 31 %, pero no hay referencias concretas de 2022 en el informe que permitan comparar la situación con años anteriores.
El consumo de gas y electricidad es el principal foco de emisiones de gases de efecto invernadero en los hogares y establecimientos de la ciudad. El consumo eléctrico descendió ligeramente un 2 %, con un consumo medio anual de 3.439 kWh por habitante, y el consumo de gas bajó un significativo 19 %, suponiendo 3.227 kWh por habitante al año, algo que el Observatorio achaca a dos factores principales: 2022 fue un año meteorológicamente muy cálido (el de mayor temperatura en la ciudad desde 1928) y unos precios de la energía muy altos, lo que llevó a ciudadanos y empresas racionalizar su uso.
La energía de fuentes renovables descendió un 1% respecto a 2021. Garmendia explicó que el Ayuntamiento realiza estudios para aumentar las comunidades energéticas en los barrios, como las ya acordadas para Berio y Altza, para reducir la factura de los hogares y aumentar las fuentes renovables en el consumo de electricidad.
En 2022 también descendió la cantidad de residuos producidos en un 1,4%, representando una generación de 446 kg de residuos por habitante en el año. En paralelo, descendió un punto porcentual la tasa de recogida selectiva, hasta el 41,7%. Se recogieron 183 kilos de residuos separados por fracción por habitante, seis kilos menos que el año anterior. Bajó también un 3,4% el volumen de residuos llevados a vertedero o valorizados (263 kg/habitante).
La materia orgánica recogida alcanzó los 5.111.570 kg, un 0,5% menos respecto a las cifras de 2021 en la recogida doméstica, aunque se incrementó el reciclaje de los grandes productores.
En 2020 las emisiones de gases de efecto invernadero en el municipio alcanzaron el menor nivel desde el año de referencia 2007, con un descenso del 43% que alcanzó a todos los ámbitos: residencial, servicios, transporte e industria, residuos y agricultura y ganadería. La movilidad continúa siendo la principal responsable de las emisiones (42%), siendo el vehículo privado el principal foco emisor.
El total de emisiones computada viene a representar 4,56 toneladas de CO2 equivalente por persona, un 3,1 sin industria, cuando las emisiones totales de GEI en Euskadi son de 7,47 toneladas de CO2 por habitante y las emisiones sin industria son de 4,31 toneladas de CO2.
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