Fachada de Carquizano 12 en esquina con Padre Larroca, en Gros, con remate estilo decó. F. R. L.
La ciudad y sus arquitecturas

Carquizano 12, en el olimpo de las permanencias

Edificado en 1930 sobre una parcela rectangular dentro de la manzana 24 del Plan Machimbarrena, constituyó un nuevo desafío para el joven arquitecto Antonio Zaldúa

Fernando Ruiz Lacasa

Lunes, 25 de noviembre 2024, 07:08

Hace ahora exactamente dos años, escribía en esta sección sobre Antonio Zaldúa, describiendo su edificio decó de Secundino Esnaola 20 (1934), de factura posterior al que hoy presentamos. Intentaré por tanto no repetir aquellas argumentaciones y centrarme más en cómo un arquitecto con menos de ... un lustro de experiencia es capaz de armar un edificio tan sumamente atractivo, recogiendo la esencia del nuevo estilo, con ese aire elegante y a la vez intrépido, ensamblando con valentía y discreción los guiños a las artes decorativas que imperaban en medio mundo en aquel momento.

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En cuanto a la biografía de este arquitecto, su padre fue Vicente Zaldúa, contratista de obras, fallecido meses antes de que él se graduara. Poco después, ya en tiempos de Primo de Rivera, fue reclutado y enviado a algún episodio de la guerra del Rif en Marruecos (1924-1927), aunque acabó siendo concejal republicano del Ayuntamiento de Donostia (1932) hasta su exilio en Francia al inicio de la guerra civil.

Detalle del pórtico decó en la fachada de esquina. Debajo, fachada lateral del edificio. F. R. L.

En medio de esta azarosa vida y con tan solo dos años de experiencia, ya proyectó el edificio Usandizaga 29 (1926), que también forma parte, como los otros dos, del catálogo de patrimonio de nuestra ciudad. En este edificio se ha considerado que su arquitectura está menos 'suelta' que la expresividad que consigue en Carquizano 12.

Los datos

  • Proyecto Edificio residencial que forma esquina entre la calle Padre Larroca y la calle Carquizano. Consta de planta baja, cinco plantas a fachada y dos áticos retranqueados de construcción reciente.

  • Autor Antonio Zaldúa Zubeldia (Donostia, 1898), arquitecto graduado en 1924 por la Escuela de Arquitectura de Madrid.

  • Rehabilitación y levante VAUMM Arquitectos (2017).

Y es que el autor es capaz de enfrentarse al riesgo de banalizar su potencial creativo, enfocándose en la pasión que despierta la modernidad, a pesar de que a nuestro país está llegando con mucha lentitud. En San Sebastián hubo arquitectos que se atrevieron con todo, como José Manuel Aizpurúa (Náutico), cofundador del Gatepac (Grupo de Arquitectos y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura, 1930-1936). Otros arriesgaron menos, rebajando la intensidad del cambio de estilo con una ornamentación neoclásica que no le era propia, una mixtura de la que en Gros hay bastantes ejemplos.

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Sin embargo, el caso de Antonio Zaldúa es diferente. Él busca su propio camino y lo hace interpretando sabiamente las señales que le llegan del exterior. Lo hace apasionadamente y por eso es capaz de percibir la oportunidad que le brinda un edificio en esquina a media calle de Padre Larroca, cuya esbelta silueta sorprende cuando te asomas desde la calle Miracruz. La vista se dirige de inmediato al cuerpo central, que se eleva altivo hasta su remate en ese pórtico ornamental tan decó. Pero no nos quedamos ahí. Sabiamente supo combinar una fachada de piedra arenisca, siempre tan densa y grávida, con un diseño de balcones que aportan movimiento al edificio y enmarcan las elegantes franjas cerámicas verticales que aligeran tanto su volumen.

Se percibe un compromiso del autor con la historia de la ciudad donde está dejando su obra. Ha trabajado con el conocimiento, la pasión y la sobriedad de un artesano que cuida cada detalle, disfrutando de la libertad y la pausa necesarias para poder alcanzar el alto privilegio de que su arquitectura se convierta en permanente, como así ha sido. Esta forma de ser y de actuar tuvo lugar en una época irrepetible y que duró poco porque una guerra la truncó. Después, nada fue igual y nos cuesta encontrar reposiciones que mejoren lo que había, por pobre que sea el edificio que se sustituye. Enseguida se avivan las voces que todos conocemos, sentenciando que cualquier tiempo pasado fue mejor.

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Y es falso, cada época dejará su huella y esta debe ser la que esté formada por los elementos reconocidos que por su valor hemos decidido preservar. Cada tiempo creará su propia capa, cuyo objeto debe ser que nuestra ciudad consolide una identidad propia, formada por lo antiguo y lo nuevo, que a su vez se hará antiguo frente a lo nuevo futuro. La pregunta es si hoy existen arquitectos capaces de dejar una huella permanente en nuestra ciudad. Es cuestión de identificarlos y valorarlos, para así poder marcar una diferencia y una tendencia, que anime a las nuevas generaciones a encontrar los verdaderos valores de este oficio y aplicarlos.

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