Borrar
Imagen de 1885. Archivo Marqués de la Real Defensa.
Un castillo señorial, al gusto inglés, en la ladera de Igeldo
La ciudad y sus arquitecturas

Un castillo señorial, al gusto inglés, en la ladera de Igeldo

Ejemplo de arquitectura ligada al paisaje recreado, siguiendo el modelo del 'castellated' con sus torres almenadas, erigido sobre la antigua cantera de Arbizketa

Jon Chávarri Sarasua

Director de Urbanismo del Ayuntamiento

Domingo, 31 de marzo 2024, 01:00

En 1884, en plena efervescencia del desarrollo del Ensanche Cortázar, que había traspasado con su trama de manzanas regulares la línea de la actual Avenida y se extendía por el frente urbano de la bahía de La Concha, surge, ajena al mismo, en el extremo opuesto de la ciudad y entroncada en plena naturaleza, Torre Satrustegui.

Se erige en la ladera del monte Igeldo, sobre la cantera de Arbizketa, cuando en su entorno no había sino un campo de instrucción en lo que hoy ocupan los jardines de Ondarreta, y la fábrica de vidrio de los Brunet en el emplazamiento de las actuales villas, alzándose la torre sobre la bahía, en lo que fueron pertenecidos del caserío Eulategi, de quien tomó inicialmente su nombre. Fue Joaquín Marcos de Satrustegui y Bris, emprendedor hombre de negocios y activo diplomático y viajero, quien decidió para su retiro construir su propia casa de campo en su ciudad natal, siguiendo el ejemplo y la moda del momento de otros adinerados prohombres de edificar sus villas de veraneo en nuestra ciudad.

  • Torre Satrustegui 1884. Ladera de Igeldo.

  • Bien Cultural con la categoría de Monumento.

  • Datos biográficos familia Satrustegui.

  • Datos de estilo Ana Azpiri, Dra. Historia del Arte.

Refiere la tradición familiar que, en uno de sus múltiples viajes, el primer barón de Satrustegui se hizo con los planos de un castillo irlandés y que conforme a sus trazas mandó construir la torre. Pudiera ser esta la razón por la cual, pese a su atribución al arquitecto S. Wornum, que en 1889 proyectara el palacio Miramar, no se ha confirmado aún su autoría.

No resulta aventurado suponer que el que fuera cónsul de Newcastle y Londres se acomodara al gusto por lo inglés, donde, en la segunda mitad del XVIII, abandonada la moda de las renacentistas villas Palladianas, recala en la arquitectura el concepto de lo pintoresco, reinventándose el 'cottage', las abadías o los castillos, construidos todos ellos en románticos paisajes propios del estilo del 'jardín paisajista inglés'.

Dentro de esta amplia gama de arquitecturas ligadas al paisaje recreado, el modelo del 'castellated' con sus torres poligonales almenadas, construido en piedra y dispuesto en un amplio jardín, tuvo una gran aceptación en la época en Inglaterra, sirviendo presumiblemente de modelo al barón. Ya tenía la arquitectura en su cabeza y solo le faltaba el emplazamiento: no pudo elegir mejor entorno para su pieza de atrezzo que este altozano sobre las rocas y el mar, donde la fortaleza emerge poderosa con sus torres almenadas, dominando la ciudad, rodeada de un inmenso jardín y un frondoso bosquete arbolado, en un marco tan evocador como los paisajes de Claude Lorrain, transportándonos a su idílico 'Paisaje con Psique en el exterior del palacio de Cupido'.

En el momento en que se erige Torre Satrustegui, ya existían en la ciudad otras residencias ligadas a la aristocracia y la nobleza, con palacetes también insertos en amplias fincas ajardinadas, como el clasicista palacio de Aiete (1878), o el 'cottage' inglés de Villa Arbaizenea (1881), pero en ambos casos lejanas y resguardadas en su propia atmósfera. La torre, por contra, elevada y volcada sobre la ciudad, se abre al paisaje y se expone abierta al mar, dominando la bahía desde su horizonte, significándose de forma rotunda, precisa, esculpiendo el perfil de la ciudad.

Planta cuadrada

El edificio, de planta cuadrada, de la que sobresalen los dos torreones poligonales en los extremos, se ordena en torno al núcleo de comunicación central, donde una escalera imperial iluminada cenitalmente preside su organización espacial. Presenta el conjunto una lisa y austera fachada de piedra de sillería arenisca, en la que el ornamento se limita a las impostas corridas que enmarcan las diferentes plantas y a la cornisa superior de la edificación con su remate almenado en todo su perímetro. Solo la escalinata principal que da acceso al pórtico de entrada y el cuerpo norte añadido posteriormente rompen la rigidez compositiva del conjunto 'acastillado'.

Detrás de su sobria imagen de castillo se esconde, sin embargo, un refinado interior y un programa habitacional al estilo de las villas o palacetes más señoriales, perfectamente jerarquizado: sobre el basamento de la planta de semisótano, que alberga las dependencias de servicio, se alza la planta principal destinada a los usos nobles, propios de lo público, y sobre esta las dos plantas superiores, dedicada la primera a las dependencias privadas de los señores y finalmente, la superior, a las habitaciones del servicio.

Tras la muerte de Joaquín Satrustegui en 1885, una nota de prensa señalaba que «...el castillo quedó mudo, silencioso y opaco...». Desgraciadamente, así lo observamos hoy en día desde hace algunos años, aunque albergando la esperanza de que una nueva vida vuelva pronto a resonar entre sus muros y torreones, hoy vacíos, no resignándonos a observarlo como una simple pieza de museo destinada a su decadencia y olvido.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariovasco Un castillo señorial, al gusto inglés, en la ladera de Igeldo